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Raúl Barboza, un servidor del arte

Por El Litoral

Miércoles, 27 de agosto de 2025 a las 19:22

Falleció Raúl Barboza. Un hombre íntegro, un músico excepcional. Su generosidad compartida en el trato cordial que significó tanto su palabra como la profundidad de su música, es un legado que sabremos honrar en tanto nos contenga la memoria.

Por Moni Munilla

Vestido de blanco, con las manos unidas y los ojos entrecerrados por el emocionado encuentro con “su” público, el músico Raúl Barboza se presentó tocando el acordeón en un concierto que siempre parece íntimo. Intimamente se lo había escuchado en horas de la tarde, cuando inauguró con su historia de vida el 5º Foro Chamamecero, que tuvo lugar a las 18.30 en el Museo de Artesanías.

La entrevista fue en el patio, la realizó el periodista Eduardo Ledesma, y aunque dijo no ser poeta, sus reflexiones se pueden describir como una poesía vívida.

Raúl Barboza nació en Buenos Aires, pero sus padres eran correntinos. “La mujer de la casa es quien hace los milagros”, dijo remitiendo a su padre, un empleado municipal que sostenía la economía familiar con su trabajo, al que ayudó desde los 17 años, cuando dejó de estudiar e ingresó a la prefectura marítima para aportar otro sueldo.

Fue su padre quien le compró un acordeón usado, negro y de dos hileras, que aprendió a tocar solito, como jugando. “Mi padre era muy gentil, un filósofo a su manera, nunca me dijo que lo que tocaba estaba mal. Qué lindo Raulito, a ver si lo podemos mejorar, me pedía. Esa es la exigencia que yo me impongo hasta ahora”.

“Nací para ser músico, no nací para ser otra cosa. Fui tentado para hacer música chamamecera que no era respetuosa, pero no sigo intereses personales. Mi único interés es que el instrumento sea el traductor de mis sentimientos; yo me dejo llevar por las emociones”, continuó.

La conversación desde adentro mostró a un hombre que jamás utiliza la expresión “mis músicos” sino “mis compañeros”, para referirse a quienes lo acompañan. Jamás da órdenes. “Mi padre no me las dio y yo sabía qué tenía que hacer”. Nunca se enoja ni levanta la voz. “Mi repertorio no es elegido, yo soy eso, la música es la continuidad de mi espíritu. Yo hablo el guaraní a través de mi música”.

A los 74 años, Raúl Barboza continúa estudiando música con la misma sorpresa que sintió a los 9 años, cuando conoció a los grandes como Isaco. “Por mi naturaleza no ocupo espacios que no me son otorgados. Aunque estoy solo, nunca estoy en soledad”, son algunas de las reflexiones extraídas de ese contacto profundo y mágico con la gente que fue a escucharlo.

“Los jóvenes necesitan estímulos, yo agradezco los premios, pero ya no me den maderas ni metales, que se los den a ellos, que están dejando que su yo salga”, pidió. Y nombró a Marcelo Dellamea, a Yamandú Costa y al acordeonista de Los de Imaguaré. “Hay que dejarlos que correteen, que se pelen las rodillas, ojalá no tengan que luchar como luché yo”.

“Me voy, pero vivo con mi pensamiento aquí. Soy un viajero y lo seré hasta que la carcaza me aguante. Cuando me presento en China, Japón, Africa, Rusia, saben que Raúl Barboza es argentino. Yo soy un servidor del arte, un musiquero”, se definió.

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