Terence Crawford es el nuevo monarca del boxeo mundial. El peleador superó a Saúl “Canelo” Álvarez en uno de los combates más importantes de los últimos años. Los jueces le otorgaron la victoria por decisión unánime. El invicto del boxeador de Omaha, Nebraska, Estados Unidos, se extendió a 42 luchas sin conocer la derrota.
En Las Vegas se anticipó una pelea histórica y quienes pudieron seguirla la tuvieron. No por un combate explosivo, más parecido a uno callejero que al profesionalismo, no; sino porque tanto Crawford como Canelo opusieron estilos sin sacrificar fundamentos del boxeo. Fue una lucha de nivel altísimo, en lo físico y en lo intelectual.
La danza de Terence Crawford: la victoria de un peleador de época
El triunfo de Crawford se sustentó en su habilidad para evitar el cuerpo a cuerpo con Canelo. No fue un gesto pasivo, sino un detalle de respeto hacia su oponente. El mexicano, en ese territorio, puede tener algo de ventaja por sobre el estadounidense. Al evitar ese escenario, Crawford se asentó a través de los round’s.
Fue común verlo saltar sobre sus pies, moverse por los distintos rincones del cuadrilátero. Mientras, alternaba combinaciones de golpes rápidos, junto con algunas fintas, otros movimientos para intentar abrir la defensa de Canelo, hasta hacerlo y conectar alguno de sus puños de forma clara.
Luego, de nuevo, a saltar, a balancear su peso entre la pierna izquierda y la derecha. Canelo se acercaba a él con la intención de romper su defensa a través de un solo golpe, quizá el definitivo. Lo intentó en reiteradas ocasiones, alcanzando a su rival en varias de ellas. Pero ninguno de esos puñetazos bastó para derrumbarlo.
A la altura del sexto round, el lenguaje corporal de uno sugería lo opuesto al otro: Crawford, quien subió dos divisiones para este combate, lucía seguro, fresco. Canelo parecía inquieto, con un punto más de cansancio. Una tendencia que no se revirtió en el resto de la pelea.
Canelo y un aviso desde su esquina
Al finalizar el octavo round, Canelo volvió con su equipo. Uno de ellos le dijo: “¡Vinimos a ganar!“. Aunque no es una regla escrita a fuego, cuando a un peleador le recuerdan que está en el cuadrilátero para triunfar, es común que, al menos en ese momento, esté perdiendo.
El recordatorio intentó estimularlo, encender su fibra emocional. Esta vez, no funcionó. Canelo no cambió su plan de combate, siguió en la búsqueda de su oponente, aferrándose a la intención de despedazar su invicto de 41 peleas con un puño. En cambio, Crawford mostró un registro más amplio, una capacidad de adaptación superior.
Cuando la pelea exigió un intercambio de golpes, en las pocas ocasiones que esto sucedió, Crawford lo asumió con entereza; si era necesario tener prudencia para ir corrompiendo la defensa de su rival de forma progresiva, lo hacía. Quien no lo viera en uno u otro plan, podía verlo saltando, conservando la distancia con Canelo.
Así se llegó al último round, con Crawford en dominio de la escena, del ritmo y la compostura. Canelo redobló la apuesta por su estrategia, buscó un golpe que revirtiera la tendencia; en cambio, encontró otros de los puños del estadounidense, los mismos que lo atravesaron en los asaltos previos.
Canelo, reconocido a través de su carrera por su defensa, la inteligencia en la gestión de las peleas, esta vez fue superado en esas áreas. Cuando la campana sonó por última vez, la sensación es que no era necesario que los jueces dieran un veredicto. Al hacerlo, confirmaron lo que 65 mil espectadores presentes en el Allegiant Stadium y miles, quizá millones que siguieron el combate por Netflix, sabían o podían intuir: esta noche, Terence Crawford se ganó su espacio propio en la historia del boxeo, al convertirse en el primer luchador en ser campeón indiscutido en tres divisiones diferentes.
TN