Para “Tatín”, esto de andar coleccionando le viene de niño. Cuando tenía trece años, realizaba 500 dibujos por semana a pedido de su padre Osvaldo Arturo, gerente general de Obras Sanitarias de la Nación y el canje se hacía mano a mano devolviendo en el acto un objeto para su guarda. Su interés personal por los combates como el de Pago Largo (1839), lo llevó a excavar en el terreno donde sucedieron los hechos, al sur de Curuzú Cuatiá y lo que pudo recuperar fue donado a la Asociación Cultural y Artística Curuzucuateña. Después, estudió Abogacía, tuvo una Chacarita, armó con el bronce acumulado piezas originales y fue justificando su patrimonio, lustrando el cariño por aquello que alguna vez significó el gusto adquisitivo para su dueño y la voluntad del tiempo lo convirtió en despojo. Sucede con los afectos, hasta que nuevamente encuentran consuelo.
En la tienda de “Tatín”, mil y una noches convergen como en el cuento. Los pasillos ya resultan estrechos para los muebles de gran porte y de las cajoneras emergen a respirar el presente, fotografías, estampillas, libros, medallas, prendedores, abanicos, boquillas y carteras. Hay infinidad de cuadros y casi 300 láminas del pintor Antonio Ballerini, un vidrio del escritorio de Juan Ramón Vidal, el telescopio de Eusebio Torrent, el escritorio de Hortensio Quijano y la colección de sellos postales, desde la primera que sa-lió en Corrientes (Juan Pujol, 1854).
Carameleras y balanzas se exhiben en las vidrieras y las visitas extranjeras se tientan con la oferta. “A la provincia en cambio no le interesa, vendo más en Resistencia que aquí”, dice en tono de queja.
No se puede dejar de admirar el trabajo artesanal de un juego de comedor que perteneció a la familia Foraste y fue realizado por el ebanista Pomares. Se compone de mesa, seis sillas, dos sillones y dos muebles para mantelería y cubiertos. El precio toca los 34.000 pesos, sin embargo “Tatín” lo presenta prologando su historia y acaricia la añeja madera como si en el gesto estuviera tallando su dominio pasajero.
Lo más antiguo, es el fragmentario de cosas encontradas en la Península Itálica, donde en el año 79 antes de Cristo fueron destruidas las ciudades romanas de Pompeya y Herculano, por la erupción del volcán Vesubio. Mientras las comparte, “Tatín” desenvaina dos espadas que trajo el Sargento Benavidez de la Primera Expedición Argentina al Himalaya (1954) y que se las compró al hijo.
En una pequeña habitación, al fondo de los dos salones principales de exposición, suena una música en tiempo de vals. Una cajita de color rosa nacarado, hace danzar a una grácil bailarina para una platea de duendes ignorantes de su condición fantasmal.
Los muebles a nuestro alrededor cobran vida cuando Raso los señala. Las arañas refulgen de luces y los espejos devuelven la nitidez de los fantasmas. La Tienda de Antigüedades ha colgado el cartel “En venta” a cada párrafo de atrapantes historias. Llevan ellas el valor agregado de un objeto, que al ofertar se podrá o no tener en cuenta.
moni munilla