Dueña de un millonario tesoro a cielo abierto, Corrientes es una de las pocas ciudades argentinas capaces de contar la historia de cuatro siglos a través de sus rejas y balcones. Se trata de verdaderas obras de arte que expresan la creatividad de cada época y el gusto de los primeros mo-radores de la zona claramente influidos por la cultura paraguaya, española e italiana. Caminar las calles capitalinas es hoy casi como recorrer una línea de tiempo en la que los enrejados pasaron de ser sinónimo de belleza a convertirse en un elemento seguridad.
Torneadas, curvas, rectas, de madera o de hierro, simples o muy trabajadas, las rejas son hoy una de las reliquias más preciadas del muestrario histórico que Corrientes ofrece a quienes la visitan. Aunque son po-cos, todavía quedan en algunos ventanales vestigios del siglo XVII y en ellos la esencia de la fundación de la ciudad.
"A principios del año 1600 las ventanas eran de madera porque no había hierro", contó a El Litoral el director del Museo Histórico Miguel Fernando González Azcoaga y agregó además que esas rejas fueron una herencia paraguaya. Hoy se las puede encontrar en pocos lugares, uno de ellos es el convento San Francisco.
Las barras de hierro llegaron desde Bizcaya, España, a este territorio recién a principios del 1800 y fue ahí cuando irrumpieron las primeras rejas de ese material. "Todavía podemos observar ejemplos de esto en Casa Molina (construidas en 1805), o en el Museo de Artesanías (1806), entre otros lugares", contó.
Estos primeros enrejados eran curvos en la parte superior, "las S invertidas caracterizaron a la ciudad hasta mediados del siglo XIX", comentó el historiador correntino nacido en Itatí.
La línea de tiempo construida por las verjas continúa su curso en lugares como Casa Lagraña, en los balcones de la Casa de Juan Pujol o en el palco de El Mariscal, donde se observa el avance de una etapa italianizante en la que el hierro macizo era exhibido tanto de manera muy elaborada co-mo austera de acuerdo al gusto y al poder adquisitivo de sus propietarios. Como testimonio de este tiempo también se encuentran las rejas grandes en puertas y los balcones con vista a la calle. "La Catedral es un ejemplo del gusto de los pobladores de la zona en aquel tiempo al igual que las cruces de las torres de la Iglesia San Francisco (1860)", aseguró González Azcoaga.
A fines de este siglo la eta-pa italianizante se hizo más pomposa y es allí cuando aparecieron algunos de los enrejados más bellos de la capital correntina. "Las re-jas más lindas son las del Mi-nisterio de Gobierno (por calle Quintana) pues están muy trabajadas", consideró el experto. Debido a que no existían las soldadoras, las rejas de aquellos días eran remachadas, es decir que su elaboración (enteramente realizada por herreros locales) era sumamente compleja.
El recorrido histórico callejero avanza en sitios como la Casa Gómez, actual Pa-lacio Municipal, donde se observa un tiempo de muy buena expresión en cuanto a herrería local. "Los ventanales de la Municipalidad tienen rejas muy elaboradas", marcó el director del Museo e indicó que todavía hay muchas casas que poseen estas verjas en su zaguanes. "En la Biblioteca Popular y en la Casa Bardesi existen muchos ejemplos de estos días en que además el gusto de la población comenzó a dar lugar a las rejas balcón".
Para González Azcoaga es necesario aprender a mirar la ciudad para encontrar las reliquias que exhibe a cada paso. "A principios del 1800 los diseños de las casas eran muy sencillos, teníamos una arquitectura paraguaya y se utilizaban las rejas con el fin de embellecerlas", aseguró y después explicó así el por qué de tanta variedad.
Con el advenimiento del siglo XX tomaron fuerza los balcones sencillos. "Las casas se comenzaron a enrejar de manera más esquemática", resaltó.
Luego, las rejas soldadas se comenzaron a concebir sin tanta belleza y solidez como aquellas de los días en que Corrientes comenzaba a tomar forma.