HISTORIAS DE UN DIA PARA TODA LA VIDA
Se acercan las elecciones, más continuas que de costumbre y con algunos cambios que a muchos no terminan de convencer, sobre todo a los que han doblado la curva de los 70 años. Aunque el voto no sea obligatorio por cuestiones de edad, el sentimiento de ciudadano argentino no tiene vencimiento mientras un soplo de aire ingrese a los pulmones y haga latir el corazón.
Entre el antes y el ahora, una brecha cada vez más profunda, nos aleja de la Libreta de Enrolamiento, de la Libreta Cívica, del DNI, incluso de aquel sello redondo y tan valioso que con tinta roja aseguraba que efectivamente nuestro voto, personal, único e intransferible, estaba depositado en la urna. Que allí, en un sobre blanco, con las firmas de los fiscales de mesa, estaba la boleta que con manos temblorosas doblamos en tres antes de guardarla, convencidos de nuestra responsabilidad como hombres de bien nacidos bajo este cielo patrio.
A pocos días de inaugurar un nuevo servicio, con documento a estrenar y con el sistema de troquelado que archivará los sellos, el reconocimiento es hoy para la Libreta de Enrolamiento y es esta su historia que empezó a escribirse hace un par de mañanas cuando vino un señor del que todos los días aprendo algo que aporta sabiduría a mi trabajo y me dijo “¿Te acordás de la Libreta de Enrolamiento?”. Muy poco sabía, pero recabando información, encontré que su implementación data de principios del siglo XX y que era un documento obligatorio para votar.
La Libreta Cívica aparece a partir del derecho de las mujeres a votar, después de 1948, y se usó por primera vez en las elecciones presidenciales de 1951. En 1968 comienza el uso del Documento Nacional de Identidad (DNI).
“El certificado previo a la mayoría de edad, era el uso de los pantalones largos, que generalmente coincidía con el ingreso al colegio secundario. Gestionar la Libreta de Enrolamiento, era como entregarte la llave de la casa. Mis dos hermanos mayores ya habían pasado por esa instancia y en 1953, tuve en mis manos la libreta marrón que me acompaña hasta hoy”, dice mientras hojea ese libro de 40 páginas, cuyas tapas añejas picotean las puntas de una historia que traza desde su patria chica (Esquina), hasta el Regimiento 9 donde ingresó al servicio militar y allí estuvo durante 13 meses.
“Cuatro o cinco días después de cumplir los 18 años, llevé mi fotografía al Registro Civil y salí con el documento. Voté por primera vez el 25 de abril de 1954, se elegía Vicepresidente de la República para acompañar la presidencia de Juan Domingo Perón, ya que había fallecido Hortensio Quijano y como resultado de esa elección, fue ocupado el cargo por el Almirante Alberto Tessaire”.
La Libreta de Enrolamiento tiene 40 páginas que marcan desde la filiación, el servicio de conscripción con altas y bajas, firmadas por el jefe del Distrito Militar.
En página 15 se lee “en fecha 10 de febrero de 1956, por haberle correspondido en el sorteo de la clase 1935 el número 573, debe hacer el servicio en el Ejército”.
Su relato, vuelve a aquellos tiempos cuando el servicio militar obligatorio lo trajo a la capital correntina. “Teníamos ejercicios militares en el monte, sobre el río, donde ahora es el Aeropuerto Cambá Punta y en Loma Pelada, hoy Santa Catalina. De los mil conscriptos de aquella camada, casi la mitad estaba agradecida por haber recibido el llamado, podían acceder a ciertos beneficios, cama, comida, educación. Favorecía a la convivencia entre distintas clases sociales. Algunos no sabían leer ni escribir y hablaban sólo en guaraní. Yo era ayudante del maestro que en un aula reducida, daba clases. Se trataba del pintor Rubén Vispo”. Aquellos jóvenes que menciona, aprendieron a usar el baño diario como costumbre, a sostener un rifle bayoneta pero también un cepillo de dientes. La estricta disciplina militar, impuso normas de conducta que fueron respetadas y luego aplicadas en la vida diaria, una vez fuera del Regimiento.
En una bolsita de tela, cruzada con un piolín sobre el pecho, los conscriptos llevaban su Libreta de Enrolamiento, que al ingresar dejaban y recibían a cambio, un carnet de conscripto. El ‘56 fue un año conflictivo, había caído el Presidente Perón y el servicio militar de este señor que se cruza de brazos para invocar a la memoria, se extendió por trece meses.
Le dieron la baja con una aptitud y especialidad: auxiliar porta anteojo tijera.
En 32 casilleros habilitados para ese sello que garantizaba la emisión del voto que mi estimado amigo inicia en 1954, faltaban solo 3 para completar la tira de cuatro páginas, cuando en el 2003 decidió cerrar las páginas de su Libreta de Enrolamiento, para abrir la solapa de los recuerdos y seguir relatando historias, para los que gustan escuchar. Desde entonces, su voto en contado y no cantado.