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/Ellitoral.com.ar/ Sociedad

El día que Neruda vio de cerca un Ovni

Aunque tuvo algunos avistajes de platillos  volantes en su vida, Neruda nunca quiso contarlos, al menos en público, pero un escritor amigo suyo compartió con él y su esposa un espectacular caso que lo marcó para siempre. Fue testigo de aquel hecho en 1949 sucedido en la Isla Negra y años después de la muerte de Neruda recién contó a la prensa su increíble experiencia.

Por Francisco Villagrán

Especial para El Litoral.

Alo largo de la historia de la Ovnilogía mundial hubo muchos testigos importantes y destacados como historiadores, científicos, médicos, presidentes, como los de Estados Unidos, Dwight Eisenhower, Harry Truman, John Kennedy, Ronald Reagan y George Bush padre, entre otros. Incluso se dice que el propio Papa Juan XXIII tuvo un encuentro cercano con un ser extraterrestre, y además ciudadanos comunes en todo el mundo, gente de la cultura, escritores y poetas han sido testigos de hechos sorprendentes. Entre estos últimos se encuentra el caso del célebre poeta chileno Pablo Neruda, que junto con su esposa y el poeta y diplomático chileno Jorge Bravo, observaron un espectacular ovni multicolor.

Pablo Neruda murió en Santiago de Chile en 1973 de cáncer de próstata, según el informe oficial. Fue un genial poeta, un gran hombre, que le gustaba compartir los buenos momentos con sus amigos, reuniéndolos en su pintoresca casa de la Isla Negra, en gratas veladas que generalmente se prolongaban hasta el amanecer. Una de esas tantas noches de fiesta, cuando sólo quedaban su mujer y el diplomático y poeta chileno Jorge Bravo, radicado en Colombia, se produjo el extraño hecho. Los tres presenciaron un fenómeno extraordinario, que a pedido de Neruda, se mantuvo en silencio durante muchos años. Pero pasado el tiempo, Bravo consideró que ya muerto Neruda, se encontraba liberado de su promesa y por lo tanto, contó la singular historia que tuvo como protagonista a uno de los mejores escritores y poetas del siglo.

Según relata el testigo del episodio, las cosas sucedieron de la siguiente manera: “Nos encontrábamos en su casa de la Isla Negra, a 150 kilómetros de Santiago, un domingo de verano del año 1949, yo había ido a pasar el fin de semana con ellos, invitado especialmente. Ya se habían retirado todos los amigos con los que compartimos la velada. Cerca de las 21 y en compañía de su segunda esposa, la argentina Delia del Carril (apodada la ‘hormiguita’) nos dirigimos hacia la terraza, a instancias de Pablo, quien nos sugirió que subiéramos para tomar un poco de aire fresco en esa calurosa noche”.

“Salimos, prosigue su relato, y estábamos conversando animadamente cuando hacia el Sur de la Isla Negra, vimos una especie de bola de fuego, muy rara; no parecía un cometa porque no tenía cola. Venía avanzando a gran velocidad despidiendo luces rojas, azules y anaranjadas, acercándose más a la costa y de repente disminuyó la velocidad hasta quedarse prácticamente inmóvil frente a nosotros, meciéndose suavemente. Esto nos sorprendió mucho, pero recuerdo muy bien que Pablo se mantuvo serio e impasible en todo momento. La que no soportó este extraño procedimiento del objeto fue su mujer, quien enseguida se sintió muy fatigada y se desmayó, cayéndose al suelo.

Allí me asusté bastante por todo, a tal punto que se me secó la garganta y no podía hablar, me quedé como paralizado, por el susto y la sorpresa. Cuando pasó ese instante, llevamos a la mujer de Neruda, alzándola entre los dos, hasta la cama de su dormitorio para poder auxiliarla mejor. Le dimos un vaso de agua y la dejamos descansar, por suerte se recuperó rápido. Entonces Pablo me tomó del brazo y me llevó hacia un costado para decirme… ‘Te pido por favor que no divulgues esto, que sea un secreto, porque van a pensar que es todo una chifladura mía o mis enemigos van a pensar que me estoy mandando la parte para hacerme propaganda’. En esa época no se hablaba ni de platillos voladores ni de Ovnis, para mí fue algo de eso, entonces le prometí no hablar más del tema, pero ahora ya han pasado muchos años y él ya partió, prefiero romper el silencio en beneficio de la ciencia y la investigación. Espero que Pablo, esté donde esté, sepa perdonar esta infidencia”.

Neruda no era un neófito en la materia, ya que había comentado en círculos íntimos que no era la primera vez que le pasaba esto y que le daba la impresión de que estos aparato querían contactarse con él. Pablo había sostenido en varias ocasiones, hablando informalmente con sus amigos más allegados que no podíamos ser los únicos seres inteligentes en este vasto universo, debía haber otras civilizaciones más adelantadas viviendo en otras regiones del cosmos. A pesar de que no leía mucho sobre esta temática, por ahí se daba algún tiempo para leer algo relacionado con la astronomía. 

No debe olvidarse que en 1947 se produjo el famoso incidente de Roswell y a partir de allí se comenzó a hablar de platos voladores y vida extraterrestre en todo el mundo, de manera que en 1949, cuando ocurrió el suceso de la Isla Negra, prácticamente esta temática estaba en sus comienzos y quienes creían en estas cosas no eran muy bien vistos. Hoy afortunadamente las cosas cambiaron diametralmente y la gente se anima a contar cualquier incidente de este tipo, además hay medios para filmar, sacar fotos y grabar cualquier fenómeno de este tipo.

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