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Como en la Torre de Babel

Por El Litoral

Martes, 19 de diciembre de 2017 a las 01:00

Por Leticia Oraisón de Turpín
Orientadora Familiar.

Argentina, país grande y generoso, con riquezas naturales y humanas de incalculable valor, con todas sus potencialidades disponibles, no puede arrancar y emprender el camino que le fue reservado para prosperar, progresar y destacarse con el incremento de la cultura y el bienestar de sus pobladores.
Siendo esta una responsabilidad directa de sus líderes y representantes políticos que no terminan de ponerse de acuerdo, más que por sus diferencias ideológicas  por su intransigente pensamiento, (muchas veces tendencioso y aprovechador).
Todo se discute y pone en tela de juicio, nada se acepta sin controversias y discusiones largas e inoficiosas. Cada uno sostiene su pensamiento, postura o conveniencia a rajatabla, sin concesiones, ni respeto, ni consideración hacia su interlocutor.
Y cuando no se es atendido o aceptado, hay quienes se enardecen de tal manera que llegan a promover o ejecutar actos violentos y delictivos, aunque signifiquen un deterioro, molestia, perjuicio o destrucción de los bienes públicos y de la comunidad.
Nada importa, porque no hay entendimiento, ni predisposición a la escucha, a la consideración y valoración del otro que está enfrente, que no es, ni más ni menos, que un semejante, un ser humano igualmente creado por Dios.
En las Sagradas Escrituras encontramos frases aleccionadoras y moderadoras para inducir a comportamientos más respetuosos y saludables, que sería bueno los tengamos presente para ir incorporándolos a nuestro actuar cotidiano.

En el Antiguo Testamento:
“Escuchar sin interrumpir”.  (Proverbios 18:13)
“Responder sin pelear”. (Proverbios  17:1)
“Prometer sin olvidar”.  (Proverbios  13:12)
“Dar sin reservas”. (Proverbios  21:26)
Y en el Nuevo Testamento:
“Hablar  sin acusar”.  (Santiago 1:19)
“Perdonar sin castigar”. (Colosenses 3:13)
“Confiar sin flaquear”. (1 Cor.13:7)
“Orar sin cesar”.  (Colosenses 1:9)

Y tantas reflexiones más, que nos enseñan a amar sin reservas, sin egoísmos irritados y tercos, innecesarios y perniciosos, para poder encarar la vida en armonía y en paz.
Hablamos y no nos escuchamos, ni consideramos lo que nos están diciendo, como si nos hablaran en otra lengua. Y en realidad sucede así, ya que enconadas propuestas superpuestas y ahogadas, oponiéndose unas a otras simultáneamente, crean y difunden una lengua inteligible de muy difícil  traducción.
Hemos vuelto a la construcción de la Torre de Babel miles de años después de ese episodio. Cada cual habla su lengua; fija y expresa su posición sin escuchar ni ser escuchado, sin importarle el otro, recibiendo, por supuesto, reciprocidad en el trato. 
Tantas inteligencias desperdiciadas por no saber escuchar y analizar  ecuánimemente lo escuchado para enriquecer las ideas y las propuestas que, entonces sí,  lloverían llenas de soluciones y creatividad.
Cuánto tenemos todavía que aprender para no seguir en el camino de los constructores de la Torre de Babel.

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