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Volvió el fútbol

Volvió el juego más bonito, el que tenía frescura por la juventud que  derrochaba alegría sobre la gramilla. El que enfrentaba,  asumiendo la fe de que con ganas se puede.

Por Adalberto Balduino

Especial para El Litoral

Tal vez no siempre, pero dejando sentado que, si no se rompe el score, de última un empate de 0 a 0 denota que no hubo entrega. Otra vez los chiquilines jugando con simplicidad, pero siempre yendo a lo profundo. No soy un especialista en fútbol, pero sí un argentino ávido de triunfos que en esta breve gira por Estados Unidos de la Selección nacional frente a Guatemala y Colombia finalmente con un cuadro veterano, formado, venido de hacer un buen papel en el reciente Mundial se salió con las ganas que hace mucho no veíamos, tocando, moviéndose, poniendo lo mejor de cada uno. Casi casi podríamos decir con las ganas que le faltan a este país para avanzar, para ir dejando-fuera- corruptos, para ir cambiando de cultura ciudadana, para dejar de apoyar a los líderes que sólo son sonrisas, abrazos, cantitos, pancartas, consignas, arengas inútiles y salvajes, que han pecado de no tener dignidad, solamente aprestos para llenar conteiners con el sudor ajeno en lugares insólitos, en que la madre tierra los cobije en temerarias ceremonias paganas.

Los dichos populares siempre se prenden a cada uno de nosotros con la enseñanza práctica que ejemplifica, de la forma más veraz, lo complicado del quehacer cotidiano en tierra donde el orden, la disciplina, los buenos ejemplos que están, pero no son vistos, porque a muchos no convienen por la voracidad del “sálvese quien pueda”. Dante Panzeri, ese sabio periodista deportivo que rompía con todo lo conocido, apela a una cita en su libro: “Fútbol, dinámica de lo impensado” que corresponde a Carl Diem, y dice: “El deporte es siempre un juego, y si deja de ser un  juego, también deja de ser un deporte”. Administrar un Estado también tiene sus reglas, empezando que se trata de asumir el control del tesoro producido por todos, es decir, circunstancial dueño de lo ajeno, por ende la dedicación debe ser severa. Administrar “el juego” de un país en que la seriedad comporta la honestidad, pero siempre es el deber, una obligación ineludible, lo cual faltando a estos principios estaríamos cumpliendo la cita, si deja de ser así dejaría de ser lo que lamentablemente somos, un país que se ha tornado republiqueta. En remedo de un Estado donde la anarquía y la vieja costumbre de sacar ventaja dilapidan llevando el juego adonde nadie gana.

No sólo el cambio en todo está dado exclusivamente por la juventud, sino por las ganas de cambiar, probando de otra manera, viendo que lo proclamado federal debe ser federal y no unitario en que Buenos Aires siempre ejercita de eje conductor, cuando el esfuerzo es de todas las provincias, ricas y pobres. El sacrificio es de todo el “equipo” que lleva la pelota hacia el arco contrario, para que el gol sea la suma de voluntades que ostentando colores patrios, con tremendas ganas, orgullosos y decididos, vayan construyendo de a poco esa trama de solidez. Decía acertadamente el jugador devenido periodista, Roberto Perfumo: “La defensa te puede hacer invencible, pero la victoria te la da el ataque.” Esa fuerza magistral, que nace desde el fondo de cada uno y que en equipo o como país soñado, es capaz de realizar grandes hazañas. Hemos perdido orden, disciplina, respeto, hasta la propia Justicia no pasa de “tarjetas amarillas”, cuando “la roja” es la única de poner y restablecer esa Argentina añorada en que estuvimos libres de demagogias, en que lograba distinguirse por sus grandes dotes, por su espaciosa y creciente clase media que movía tesoneramente con inteligencia y fortaleza en cada “partido jugado”.

Vimos correr alegremente a nuestros chicos probando que un cambio a tiempo favorece a todos. El joven Scaloni, más que ordenando, acariciando cada marcación con total autoridad, en clima de armonía y agradeciendo a todos permanentemente. Se veía, se pudo comprobar cómo la vuelta del dial favoreció a sintonizar el idioma afectivo, el trato deferente, recuperando el orden que el desorden había diezmado, alejando, enturbiando ese panorama de gran visibilidad que estaba faltando para conducir y manejar sin sobresaltos por la amplia cancha del Metlife Stadium de Nueva Jersey.

Los imposibles se dan la mano cuando existe imaginación. Revertir un país acostumbrado a agachadas que siempre salen caras, cuesta. Es como un partido imaginado a cambiar para bien, tirando todos juntos, jugando y peleando la pelota por transformarla en gol. Algo de eso ocurrió con la experiencia contada por el hincha fanático de San Lorenzo, el periodista y escritor Osvaldo Soriano estando con José Sanfilippo, en el supermercado donde antiguamente se emplazaba el “viejo gasómetro”, la mítica cancha de “el santo”. El “Nene” Sanfilippo, le dijo: “Pensar que aquí se la clavé de sobrepique a Roma, en aquel partido contra Boca”. Y comenzó a narrarlo: “Fue el gol más rápido de la historia. Le dije al cinco, que debutaba: no bien empiece el partido, me mandás un pelotazo al área. No te calentés que no te voy hacer quedar mal. Imaginando, dijo: ‘¡Acá la puso...!’. La pelota me cayó atrás de los centrales, atropellé, pero se me fue un poco hasta ahí. La dejé picar y plum...!”.  La gente en el supermercado siguiendo la narración, atónita celebró a los gritos y aplausos la hazaña de Sanfilippo, como si fuera hoy lo de 1962, el contundente gol de San Lorenzo a Boca. Algo así nos falta a los argentinos, jugando con ganas y alegría como lo hicieron los chicos en este naciente y juvenil seleccionado. Imaginando un país mejor, pero no soñando, sino haciéndolo. Es decir, como decía Panzeri, no permitiendo que deje de ser un juego libre y honrado, porque si no deja de ser un deporte. Es decir, una obligación de cada uno empezando por los de arriba, cumplir y haciendo cumplir los principios que hacen grande a un país para que el estilo de seriedad se mantenga.  

El respeto como una obligación cotidiana, la sinceridad como la mayor de las virtudes que siempre viene de la mano de la honestidad. El pensar entre todos para todos. Animarnos a jugarnos para erigir un presente fortalecido para el futuro. Que vuelva esa Argentina tantas veces perdida por las conductas inmorales de la clase dirigente. Permitirnos el lujo de volver a jugar pensando en lo grande como ofrenda a quienes hicieron con sacrificios esta Argentina celeste y blanca.

Volvió el fútbol. Que vuelva Argentina jugando nuestro mejor partido para recuperar el orgullo, el respeto, el orden, la justicia y la alegría por la felicidad de todos.

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