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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Macri ¿no supo, no quiso o no pudo?

Por Jorge Eduardo Simonetti

jorgesimonetti.blogspot.com

Para El Litoral

La crisis cambiaria desatada es consecuencia directa de la paulatina pérdida de credibilidad en una gestión que hizo poco para disminuir el déficit público que dejó Cristina. Pactar hoy el recorte presupuestario tal vez sea más fácil, por el temor general de la clase política, especialmente de los gobernadores, de facilitar una escalada que los lleve puestos a todos.

“Lo que tenemos que enfrentar es un problema de base, que es no gastar más de lo que tenemos, y creo que los argentinos, creo que en todos nosotros ha crecido la conciencia de que no podemos seguir gastando más de lo que tenemos, vivir por arriba de nuestros ingresos”.

Presidente Mauricio Macri, 3.9.18

El discurso presidencial parece haber sido pronunciado el 10 de diciembre de 2015, cuando asumía la nueva administración. Ya entonces, hasta el menos avispado sabía que la acumulación de tensiones de la gestión populista, el gasto público desbocado y el gigantesco déficit en las cuentas públicas, nos llevaría a la implosión económica.

¿Lo sabían todos? Si Macri no lo sabía al asumir la presidencia, eso es ignorancia. Si lo sabía, pero no quiso tomar las medidas necesarias, eso es negligencia. Si sabía y quería, pero no podía solucionarlo, eso es incompetencia.

El lunes pasado, se escudó en la conjunción de tormentas, pero las tormentas son hechos de la naturaleza, y como tales, inevitables. Los tsunamis económicos, en cambio, pueden preverse, porque son el producto de yerros del ser humano acumulados en el tiempo.

A mi juicio, la gestión macrista, ha empedrado el camino al precipicio con sucesivas buenas intenciones, que en la realidad no se vieron concretadas o fueron sucesivamente postergadas. Entre ellas, la convocatoria a todo el espectro político, a equilibrar las cuentas públicas, de lo que ha pasado ya un año.

Es cierto que hubo que pactar reiterativamente por falta de mayorías legislativas, pero no menos cierto es que se ha gobernado sin aquello que hay que tener para gobernar (el lector me entiende), entrando en una especie de “buenismo” gubernamental portador sólo de buenas noticias.

A nadie le gustan los ajustes, pero peor es la debacle inflacionaria que licúa el futuro de gran parte de la sociedad.

Creo que esta crisis económica es fruto principal de una crisis política de credibilidad, demostrando una vez más que la política manda sobre la economía. Lo marca el comportamiento del mercado cambiario luego de los dos últimos discursos del presidente.

En sus inicios, el gobierno de Cambiemos imaginó que trasplantando nombres, estrategias y métodos de la esfera privada a la pública, le permitirían gobernar con eficiencia. Craso error.

Los CEO probaron que no es lo mismo una empresa que un país, mostrando inmensas lagunas de ignorancia e incompetencia en gestión de gobierno.

Nunca conocimos una planificación, no hubo análisis del contexto político ni perspectiva de tiempos, no se sopesaron los factores internos e internos, no hubo valor para afrontar las consecuencias de medidas poco simpáticas, se avanzó conforme lo que indicaba la coyuntura, con los estímulos de las urgencias y no de del análisis de mediano plazo, y así nos fue.

Para estar al frente de un país, es fundamental fijar el rumbo, si no el barco es presa fácil de los vientos, como ahora, en que una leve brisa nos desestabiliza. No es la lira turca, no son las tasas de EE. UU., no es Brasil, ni tan siquiera son los cuadernos, es la endeblez estructural de nuestro país y una gestión que se ha ido en explicaciones y no en hechos concretos.

Gobernar no es quedar bien siempre, es principalmente hacer lo que haya que hacer, aunque duela. Ser bueno es fácil, lo difícil es ser justo, y ser justo en función de gobierno es atender al interés del conjunto, aunque en el camino deban pisarse algunos callos sectoriales, inclusive los de la política.

Macri debe estar demasiado asustado para tomar medidas que afectan su imagen de gobernante bueno y sensible, muy cercano al credo populista.

El travestismo político no es una buena metodología para gestionar. El populista es populista, se reconoce como populista y gobierna de manera populista. El liberal es liberal, disimula no serlo en campaña política, y termina gobernando como populista. O sea, hay en esto una cuestión de autenticidad. Es lo que le pasa a Macri.

Para completar, Eduardo Duhalde se encargó de ponerle el condimento argentino a la crisis, cuando días pasados dijo que “el peronismo es el único partido capacitado para gobernar este país devastado por el peronismo”. Volvemos, nuevamente, al karma nuestro de los tiempos modernos.

El peronismo no es una ideología, ni tan siquiera una doctrina política, es una metodología para gobernar, la metodología populista, que desde luego ha admitido en su seno a políticos de todas las ideologías. Por eso hubo peronistas de izquierda, de centro y de derecha, y alianzas con sectores liberales como la Ucedé de Alsogaray o con la izquierda más tradicional como el Partido Comunista.

Pero, una vez en el gobierno, los peronistas gobiernan como peronistas, con metodología populista. Lo hacen una y otra vez, generan las tensiones por acumulación que un estado benefactor produce en el tiempo, luego entregan el gobierno a políticos de otros sectores, se sientan a observar la crisis que ellos mismos generaron, para finalmente presentarse como salvadores, por izquierda o por derecha.

En el medio de las gestiones peronistas, gobiernan políticos de otros partidos, que se parecen demasiado a sí mismos, y terminan en crisis dramáticas.

El “les hablo con el corazón” de Macri del lunes pasado, es una copia al carbón del “les hablé con el corazón, me contestaron con el bolsillo” del radical Juan Carlos Pugliese en 1989, que desembocara en la tremenda hiperinflación. El anuncio del acuerdo con el FMI de abril pasado, que iría a acabar con nuestras penurias económicas según Dujovne, es casi calcado con el spot publicitario de De la Rúa en 2000 (“que lindo es dar buenas noticias”), cuando anunciaba el famoso blindaje, que lo único que provocó es su retirada en helicóptero.

No pretendo hacer paralelismos ni augurar aquello de Carlos Marx en “El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte”, que “la historia se repite dos veces, la primera como tragedia, la segunda como farsa”, tan sólo decir que la historia de las tragedias argentinas no son una buena base para pensar en el futuro.

Pero, es preocupante que el gobierno haya perdido tanta credibilidad a esta altura, cuando todavía falta más de un año para que concluya su mandato.

Cuando en su discurso nos dice que no hay que gastar más de lo que tenemos, cómo si el gasto público no fuera generado por el propio estado que está a su cargo hace tres años, no vemos un presidente con conciencia cabal de la situación y de sus causas.

Menos mal que Macri todavía cuenta con la ayuda de la corrupción K y de una Cristina que, con su soberbia intacta y un estudiado desentendimiento de las causas que la comprometen, continúa ocupando parte de la bronca social.

Pero está claro que ni la hiperinflación ni el default dejaron enseñanza perdurable en la clase política argentina. Y así nos va, ocupando nuevamente los titulares del mundo por una gigantesca crisis económica.

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