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Los nuevos cambios de paradigmas

Las constantes transformaciones se han incorporado al paisaje natural de la humanidad. Esta vez la sociedad intentará hacerlo ante la aparición de una insólita e inesperada circunstancia. 

Por Alberto Medina Méndez

amedinamendez@gmail.com

@amedinamendez

Lo único permanente es el cambio sostiene aquella afirmación que describe con precisión el devenir de las comunidades contemporáneas. No es un fenómeno novedoso para una especie que lo ha sufrido y lo ha disfrutado.

Lo que seguramente es diferente es la velocidad con la que emergen esos incidentes que modifican los patrones mentales vigentes. Las invenciones ocurren a cada instante y muchas de ellas se han asomado para alterar definitivamente el modo de concebir la existencia.

Las crisis recurrentes tampoco plantean noticias tan infrecuentes a estas alturas. También suceden de tanto en tanto invitando a reinterpretar todo tipo de relaciones interpersonales.

El coronavirus es, sin embargo, una disrupción singular con atributos muy particulares, que ha impactado en casi todo el accionar humano perturbando los vínculos políticos, económicos, sociales y culturales.

Es por ello que no debería analizarse con semejante superficialidad este episodio como si fuera uno más, de esos que han acaecido a lo largo de la historia. Esa tendencia a minimizarlo no ayuda a comprenderlo y mucho menos a aclimatarse activamente ante el complejo escenario que propone.

Lo que se está transitando es provocador y original. Por ese motivo debe ser observado con detenimiento para no caer en la trampa de restarle relevancia y subestimar en demasía sus inexorables derivaciones.

Tampoco se debería apelar al extremo opuesto convirtiéndolo en el sinónimo de lo apocalíptico. El planeta seguramente sobrevivirá a este tropiezo y obtendrá múltiples aprendizajes luego de esta experiencia.

Lo que es innegable es que la habitual inercia repleta de esperables mutaciones ha tomado un vigoroso impulso ante la intempestiva presencia del covid-19 que insinúa una agenda plagada de amenazas, pero también de oportunidades que habrá que aprovechar al máximo.

Las ciudades lucen muy distintas, la gente lleva a cuestas sus barbijos, la actividad comercial se implementa con restricciones, las escuelas siguen cerradas o con sistemas muy delimitados, el transporte urbano ya no es lo que era. La vida no es la misma y es demasiado evidente el contraste.

Luego de tantas contradictorias sensaciones, el mundo aspira a encontrar un razonable equilibrio, ese que aún no ha conseguido identificar con precisión, pero que es el protagonista principal de su incesante búsqueda.

Lo que debe quedar absolutamente claro durante este proceso es que mucho de lo conocido ya no será igual. La ilusión de que todo volverá a la normalidad debe ser desterrada. Adaptarse es imprescindible para seguir avanzando. Resistirse a dar todos los pasos necesarios no ayuda para nada.

El accionar cotidiano se ha trastocado significativamente y es preciso que las personas entiendan que tendrán que desaprender mucho de lo sabido para dar lugar a nuevas maneras de vincularse con sus semejantes.

La bendita vacuna llegará algún día, pero nadie puede asegurar que su efectividad sea la anhelada y que ese hecho permita, mágicamente, que todo vuelva a ser como antes. Esa suposición no solo es abrumadoramente temeraria, sino que se apoya sobre una nómina de opinables consignas.

Durante este prolongado lapso transcurrido son muchos los que han descubierto fabulosas posibilidades. Eso no se ha desarrollado por casualidad sino como corolario de la imperiosa necesidad de encontrar otros caminos para relacionarse y producir riqueza mientras se cuida la salud.

El teletrabajo no desaparecerá pudiendo potenciarse en el futuro. Tampoco se dejará de intercambiar bienes y servicios a través de los diversos medios electrónicos disponibles. Esas plataformas serán las innovadoras reinas de las transacciones y eso será completamente inevitable.

Los viajes y el turismo tendrán que esperar bastante para alcanzar su ansiada recuperación y es muy probable que sus modalidades ya no sean idénticas a las conocidas.  Nadie sabe muy bien qué puede sobrevenir en esa industria para los apasionados de las aventuras fuera de casa.

Los espectáculos y el entretenimiento en general son una de las grandes incógnitas. Imaginar su próximo despliegue es difícil, pero todos asumen que allí también las reglas del juego tendrán varios capítulos secuenciales.

Es tiempo de reflexionar. Ya han pasado varios meses desde aquel inusitado shock de comienzos de este año. El duelo debe hacerse pronto para enterrar lo anterior y darle la bienvenida a la modernidad.

Aceptar ese hecho constituye un gigantesco progreso. Desde esa posición será mucho más fácil visualizar el porvenir con otro prisma. Aquellos que logren habituarse a estas flamantes matrices y se adecuen al intrincado entorno que se avizora tendrán mayores chances de superar el trance.

Nadie debería estar seguro de lo que podría acontecer pronto. De hecho, la vida sorprende siempre, pero no menos cierto es que resulta vital tener la actitud para adelantarse a las transformaciones y liderar el pelotón de individuos dispuestos a prepararse, como corresponde, para lo que viene. 

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