Italia se plantó la necesidad de ilegalizar los movimientos neofascistas, que en estos momentos se nutren del malestar por la pandemia, después del caos desatado la pasada noche en Roma con el asalto de un sindicato y un hospital.
El primero en lanzar el órdago fue el secretario general del mayor sindicato del país, la CGIL, Maurizio Landini, cuya sede nacional fue atacada en medio de unas violentas manifestaciones convocadas, en teoría, para protestar contra la obligación del pasaporte sanitario del coronavirus.
"Todas esas formaciones que se identifican con el fascismo deben ser disueltas. Es el momento de decirlo claramente", indicó el líder sindical ante cientos de personas que se congregaron a las puertas de la sede coreando el himno partisano "Bella ciao".
La jornada del sábado se presentaba candente debido a la convocatoria de protestas en varias ciudades contra las medidas del Gobierno para gestionar la crisis sanitaria. Pero los augurios se cumplieron sobre todo en Roma, que acabó sumida en el caos.
Unos diez mil manifestantes, entre ellos numerosos militantes del movimiento neofascista Forza Nuova, marcharon por el centro de la capital, profiriendo insultos hacia el Gobierno de unidad nacional de Mario Draghi y también contra la prensa. La tensión subió inevitablemente cuando lanzaron petardos y bombas de humo a la sede del Ejecutivo, lo que desencadenó la reacción de los antidisturbios, con mangueras de agua a presión y cargas para frenar la marca.
(AG)