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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Nobel a la libertad de expresión

El premio Nobel de la Paz, concedido este año a la periodista filipina María Ressa y al periodista ruso Dmitri Muratov, reconoce el esfuerzo y los riesgos que corren en entornos especialmente difíciles, inseguros y faltos de libertades. El galardón es el primero que se entrega a periodistas desde que el alemán Carl von Ossietzky lo ganara en 1935 tras revelar el programa secreto de rearme de posguerra de su país.

Los dos periodistas galardonados se han distinguido por defender y ejercer la libertad de expresión frente a dos presidentes peligrosamente poderosos, como Rodrigo Duterte y Vladimir Putin. Muratov es editor en jefe del periódico ruso de investigación Novaya Gazeta, que se ha enfrentado al Kremlin con investigaciones sobre corrupción. 

El diario ha perdido en estos años a seis reporteros, todos ellos asesinados, incluida Anna Politkovskaja, acribillada por sicarios, tras sus denuncias sobre crímenes y violaciones de derechos humanos por el gobierno.

Maria Ressa dirige Rappler, una empresa de medios digitales que ha sobresalido por sus notas de investigación, especialmente durante una campaña policial contra las drogas que provocó asesinatos a gran escala. La periodista fue amenazada, demandada y arrestada por su labor. El jurado la elogió por exponer el abuso de poder, el uso de la violencia y el creciente autoritarismo en Filipinas.

Al justificar su decisión, el Comité Noruego del Nobel manifestó encontrarse convencido de que la libertad de expresión y la libertad de información ayudan a garantizar un público informado y remarcó la importancia de que se practique el periodismo independiente como protección contra el abuso de poder, las mentiras y la propaganda de guerra.

Las condiciones en las que se desempeñan estos dos periodistas insobornables no son una excepción. Por desgracia, el objetivo de matar al mensajero, someterlo a presión o desfigurar los hechos es moneda corriente en muchas regiones. Basta entre nosotros recordar las falsas críticas alentadas desde el vértice del poder contra los apodados “medios hegemónicos”, instrumentos de denuncia a la corrupción y la delincuencia enquistada en tantos enclaves oficiales. Cada día son más los especialistas en construcción de verdades alternativas y escenarios artificiales que solo es posible desarticular con medios libres y forzosamente valientes.

El Nobel de la Paz otorgado a estos dos periodistas templados en la adversidad es un reconocimiento a todos los que creen firmemente que una opinión pública informada es vital para consolidar sociedades libres y neutralizar la propaganda disfrazada de información, tentación permanente del poder que amenaza a las democracias de Occidente.

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