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Ermita de San Juan

Por Enrique Eduardo Galiana

Moglia Ediciones

Del libro “Aparecidos, tesoros y leyendas”

En el lugar donde se encuentra actualmente la iglesia de la Merced, en la etapa fundacional se levantó una ermita en homenaje a San Juan Bautista, construcción precaria de barro y paja. Este santo, controvertido por muchos, es invocado por santos y pecadores pero no fue óbice para que le prestara su nombre al primer barrio correntino, San Juan Curuzú. Según dicen algunos, allí se encuentran enterrados los primeros pobladores; yo me permito discrepar respetuosamente con ellos porque en eso de entierros los correntinos optan por lugares preferenciales, como la primera iglesia matriz en la actual Casa de Gobierno. Dentro de ella o en su cementerio aledaño, no iban a elegir la ermita por razones obvias. Cuando fue sustituida su cruz, la misma fue trasladada a la calle Salta, generando gran devoción, especialmente el 24 de junio, cuando las fogatas de San Juan resaltaban la importancia del santo, por lo que el obispo Niella mandó levantarla y sacarla del lugar. A pesar de ello, la ciudad continuó con las fogatas y juegos del santo.

En el lugar de la ermita se erigió la iglesia y convento de la Merced, también con su cementerio, y hasta la prohibición de enterrar en las iglesias. Muchos muertos secretamente continuaron siendo inhumados ante el silencio cómplice de las autoridades o la ignorancia, mala consejera. 

En ese lugar se halla enterrado quien fuera gobernador de Corrientes, Rafael Atienza, padre natural de una de las denominadas cautivas oficiales, cuando sabemos que hubo muchas más que realmente fueron cautivas. Hace poco tiempo, en un acto que no guarda respeto por las leyes que prohíben restos humanos en los santuarios, se trasladaron los restos de estas pobres mujeres cautivas oficiales, a la Merced. La hija natural y el padre reposan en el mismo lugar.

Algunos concurrentes de ese templo, en el cual ocurren muchas cosas extrañas o no captables por los sentidos, se hallan todavía en sus cimientos y espacios libres muchos restos humanos, los espíritus rondan con diversas manifestaciones extrasensoriales.

Después del apoteótico traslado de estas infelices mujeres, donde los descendientes se peleaban por salir en la foto, exhibían los huesos de las desdichadas que ni bien llegaron a Corrientes fueron encerradas como en la cárcel misma, para pagar sus pecados o la versión más edulcorada de su devoción profunda. Nuevamente fueron castigadas, según un historiador que hurgó más allá de lo previsto en la leyenda o mito, descansaban tranquilamente en el cementerio San Juan Bautista hasta que los próceres de honra ajena —de acuerdo a mi criterio, muy inventada— decidieron moverlas de su lugar inicial de entierro. Los espíritus de las mujeres no lo aceptaron debido a que ya hicieron buenas migas con sus vecinos y amigos espíritus, almas boyantes de alegrías y penurias en el San Juan Bautista; no entienden estos lémures porqué desde el cementerio las trajeron a la ermita San Juan Bautista, hoy iglesia de la Merced, destruyendo la paz que hace años gozaban en sus tumbas originarias.

Expresan algunos concurrentes al templo de la Merced que entre otras figuras etéreas que suelen salir por los muros del santuario, a las cuales están habituados, en algunas noches de luna llena observan salir a mujeres de vestido largo, oscuro, pudoroso, para luego dirigirse caminando hasta la calle Alberdi, la que recorren para ingresar al cementerio San Juan Bautista y volver a su viejo hogar, al menos de visita, parece ser. 

La narración nace de un chofer de remises, que a pedido de uno de los herederos que, según afirma, tiene poderes extrasensoriales, las siguió a paso de hombre con el auto. 

El conductor le preguntó por qué lo hacía y este le contestó que se le aparece de noche en sueños y le reclama: “¡No pueden dejarme en paz de una vez por todas! Lo vivido, vivido, y lo hecho, hecho está. ¡Basta!”. Continúa alegando que está pensando seriamente en volver a colocar los restos de su ascendiente en su antiguo recinto para que la pobre mujer vuelva al barrio que la recibió con los brazos abiertos, el otro San Juan, el cementerio nacido en tiempos de finalización de la guerra de la Triple Alianza.

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