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La interminable aventura de conocer el paraje Tres Cerros

Por El Litoral

Domingo, 19 de diciembre de 2021 a las 01:00

Por Carlos Lezcano
Especial para El Litoral

Rodrigo Cajade es egresado de la Unne en Ciencias Naturales especializado en herpetología, es decir el estudio de la biología de los anfibios y reptiles.
Presentó junto con Alejandra Hernando dentro del Festival de Guáracas realizado en Santa Ana, la película “Paraje Tres Cerros”. El film fue realizado con apoyo de la Universidad Nacional del Nordeste donde participan profesionales que cuentan los pormenores de los estudios hechos en el único lugar de altura que tiene el llano correntino ubicado cerca de la localidad de La Cruz.
Rodrigo Cajade integró el grupo de investigadores de la Unne a los que se le sumaron otros científicos de otras casas de estudios a los trabajos de campo. Durante los meses que se realizaron las investigaciones en ese espacio singular del paisaje, un equipo de cine registró distintos momentos de esos recorridos.
La entrevista cuenta el proceso de esas investigaciones científicas recogidas en la película estrenada en Santa Ana.

—¿Cómo nace esta posibilidad de hacer una película y presentarla en el Guácaras?
—La idea nace a partir de la mirada que  tenemos desde el laboratorio en la facultad de Facena, de cómo hacer ciencia, que es con un compromiso muy grande de transmitir los conocimientos hacia la sociedad y al que le dedicamos mucho tiempo. Transmitir los resultados de nuestras investigaciones científicas y publicaciones a través de la extensión universitaria. El documental lo que hace es resumir diez años de proyectos de investigaciones que pusieron en valor desde la biología, desde la naturaleza, al paraje Tres Cerros, con una mirada también complementaria sobre la valoración que le dan los pobladores al paraje. Presentarlo en el festival internacional de cine Guácaras fue tomando forma a medida que el documental comenzaba a gestarse. Afortunadamente nos brindaron el espacio para poder hacerlo, muy agradecidos por ello. 
—¿Dónde queda, cómo es ese lugar? 
—El paraje Tres Cerros está en el centro—este de la provincia de Corrientes, cerquita del río Uruguay, a 27 kilómetros de la ciudad de La Cruz, por la Ruta Nº 114, la ruta provincial que comunica con la ruta que sale de Mercedes a Colonia Pellegrini. En el paraje Tres Cerros tenemos una singularidad geográfica que son tres pequeños cerros que se alzan por sobre la llanura de manera aislada, con una altura de hasta 180 metros y que realmente es un paisaje sorprendente para la provincia de Corrientes. Cuando uno está arriba del cerro parece que está caminando por un cerro de Córdoba, o de Salta o cualquier otro lugar con serranías. 
—¿Quiénes participaron de esa investigación de 10 años? 
—Fue un proyecto que se condujo principalmente desde la Universidad Nacional del Nordeste, y con investigadores del Conicet, pero con la participación complementaria de un montón de instituciones del país. El mecanismo de trabajo que llevábamos a cabo era la de trabajar con todos los recursos humanos que contábamos desde la Universidad, se hacía partícipe a todos los docentes e investigadores que teníamos en el Conicet, a los investigadores de los institutos de acá de Corrientes, y cuando había algo que se escapaba, algún tema que no podíamos abordar, invitábamos a investigadores de otros lugares. Entonces vinieron, por ejemplo, desde el Museo Bernardino Rivadavia de Buenos Aires, del Instituto de Limnología Dr. Raúl A. Ringuelet (Conicet) de La Plata, también del Crilar, que es otro Instituto de Conicet, de La Rioja; han venido del instituto Inbiosur—UNS (Conicet), Bahía Blanca también. Han venido investigadores de muchos lugares del país. 
—¿Y cómo fue la tarea de coordinación de todos estos saberes? 
—Una tarea bastante ardua, pero realizada con mucha pasión y con mucho entusiasmo. Realmente encontrar una respuesta positiva de los colegas para venir desde distintas partes  del país hasta Corrientes a investigar este lugar fue un aliciente para coordinar las actividades. El lugar resultaba atractivo para todos, estaba todo por descubrir en términos de la biología y de la naturaleza. Siempre cuento y digo que nosotros jugábamos un poco a 27 km de una ciudad a ser naturalistas del siglo XVIII, porque todo lo que estábamos ahí descubriendo era una aventura, mientras estábamos caminando todo el tiempo surgía una pregunta nueva; así que fue una tarea ardua, larga, de 10 años de trabajo pero que siempre tuvimos el principal motor que era el entusiasmo. 
—¿Cómo fueron las primeras veces que fuiste a ese lugar? Cuándo fue, cómo llegaste, qué hiciste, qué pasó.
—Soy biólogo y especialista en herpetología, estudio los anfibios y los reptiles, y por supuesto, como cualquier biólogo, me gusta descubrir algo nuevo. Me acuerdo allá por el año 2010 estaba buscando en internet cuál era el sitio más alto de la provincia de Corrientes, asumiendo que en los sitios altos puede haber aislamiento y donde hay aislamiento puede producirse un tipo de evolución singular de la fauna, que produce especies endémicas, o sea, especies que habitan en un lugar y en ningún otro lugar del mundo, y en estos sitios elevados ese tipo de evolución es común. Me enteré por internet que existía este paraje Tres Cerros cuando vi una foto. Porque había una sola foto en todo Google imágenes, que era del cerro Nazareno, no podía creer que era de Corriente ese lugar. Eso fue un lunes y el viernes de esa misma semana estaba arriba del cerro Nazareno mirando el horizonte desde la cima; no podía comprender que ese pasaje tan maravilloso y tan singular estaba en Corrientes. Y desde ese día comenzó un sueño, que fue un sueño compartido y que llegó finalmente a que se creará un área protegida privada; que se ponga en valor es el lugar, que los correntinos hoy sepamos qué es el paraje Tres Cerros y dónde está y que es un tesoro, un patrimonio natural además de nuestro querido Iberá. También a nivel científico en Argentina el paraje Tres Cerros ya es conocido. Sostener y velar por el carácter colaborativo del proyecto, donde el interés de cada grupo se unió en un resultado de mayor impacto, fue nuestra principal tarea desde la coordinación del proyecto.
—¿Dónde pusiste foco en esas primeras visitas? ¿Qué fue lo primero que te ocupaste de ver una y otra vez sistemáticamente? 
—Cuando llegamos al lugar, fui con un compañero, estábamos desesperados por subir, pero como eran propiedades privadas, nos costó conseguir entrar. Fue un 10 de diciembre del 2010, a las 6 de la tarde, 6.30 a 7 te diría, ya anocheciendo, bajando el sol, no nos querían dejar entrar porque nos decían: “Cómo vas a subir al cerro si se va hacer de noche”; pero insistimos tanto que finalmente nos dejaron entrar, subimos corriendo y a medida que íbamos subiendo, insisto corriendo literalmente, íbamos dando vuelta rocas buscando lagartijas.  Esto que yo quería buscar con lo que inicie la búsqueda en internet, lo de buscar especies nuevas para la ciencia se dio ahí nomás, subiendo a 50 metros, apareció una lagartija que enseguida supimos que era una especie nueva para la ciencia porque era de un tipo que en toda la provincia de Corrientes no existía. Fue un éxtasis total porque no necesitamos ir al laboratorio para afirmar que teníamos una especie nueva, que habíamos descubierto una especie nueva para la ciencia, que la íbamos a describir después con un trabajo.  Gritábamos, saltábamos. Era todo risa, algarabía, fue fantástico. 
—¿Cómo se llama esa especie? 
—Es una lagartija que lleva su nombre genérico Homonota y le pusimos de nombre, que es el segundo nombre que llevan los nombres científicos, que es el nombre específico le pusimos “taragüí”. La especie se llama Homonota taragüí. Y “taragüí” le pusimos porque era la primera de su tipo en todo Corrientes, en nuestro taragüí, pero a la vez uno que está familiarizado con la palabra taragüí en relación a nuestra tierra típica de la provincia, en realidad es una palabra que deriva de una palabra en guaraní que es “taraguron” y que significa “lagartija”; entonces, era como un doble sentido el nombre. Nuestra primera lagartija de esta clase en nuestra tierra típica. 
—¿Y qué otra descubrieron con esta especificidad que me contás? ¿Qué otros momentos hubo? Sé que estudiaron sapos, ¿estudiaron mariposas? 
—Previa a nuestra visita había incursiones a los cerros de botánicos que habían descubierto y descrito ya tres especies endémicas de plantas. Nosotros continuamos actualmente estudiando otra especie de lagartija, que no es tan fácil de definir si representa una especie nueva o no, porque hay que hacer análisis moleculares y lo estamos trabajando actualmente; pero con cada grupo hubo una sorpresa. También hemos descrito un escorpión con el equipo de aracnología del museo de Buenos Aires, que ellos describieron, en realidad. Me invitaron a participar de la investigación porque yo había colectado el material, y después ellos vinieron a hacer una campaña. Ese escorpión se llama Tityus  que es el nombre del género y él hombre específico que le pusieron es “curupí”, en honor al ser mitológico que tenemos acá en el Litoral. Ese fue otro gran descubrimiento y después en cada grupo hay novedades geográficas, de especies que se encuentran ahí en los cerros y por ahí no existen en Argentina, pero sí lo tenemos en cerros de Paraguay o en cerros de Brasil, pero en Argentina ese es el único lugar. O sucede con muchas plantas que encuentran su límite austral de distribución geográfica en los cerros. 
Hay una cantidad de novedades sobre hallazgos de ese tipo, tanto para la flora como para la fauna, pero también descubrimos los primeros fósiles para esa formación geológica, que son unos árboles gigantes tipo araucarias que son de la época del  jurásico superior, cretácico inferior; o sea, de la edad de los dinosaurios. Esos fósiles nos remontan a ese momento y siempre tenemos vigente el sueño de descubrir el primer dinosaurio de Corrientes. Hemos recorrido los cerros con paleontólogos en busca de huellas marcadas en las rocas, dientes de dinosaurios, que son los tipos de fósiles que se podrían conservar en ese lugar; pero no tengo duda que lo vamos a encontrar, no tengo duda. 
—¿Hay algún rastro humano allí?  
—En términos arqueológicos se unió al equipo de investigación un arqueólogo de la Universidad Nacional del Rosario, que es Fernando Oliva y está muy entusiasmado porque hemos encontrado un taller de manufactura de materiales líticos, de herramientas líticas. Uno encuentra restos de rocas seleccionadas que son los restos de cuando se golpeaban una roca con otra roca para armar puntas de flechas o cualquier otro tipo de herramientas. Eso es fantástico. Y según el arqueólogo Fernando Oliva, estos hallazgos son preguaraníticos; o sea, mucho anterior a los guaraníes. Él habla de mil años o más incluso. Así que, la parte de arqueología está toda por descubrir y con Fernando estamos muy entusiasmados. Nosotros aprendiendo al lado de él, dándole todas las facilidades que podemos para que haga sus incursiones; también para que empiece a formar a alguien acá en la Universidad. Así que, muy entusiasmado con la parte arqueológica también. 
—Contame algo del otro aspecto de esto que es el aspecto humano hoy; es decir, qué vieron en la población, cuál fue su vínculo con las personas que viven allí, cómo nació y cómo derivó eso, cómo fue eso. 
—Siempre tuvimos una relación muy cordial, muy buena con los propietarios, con los pobladores. Siempre han sido muy hospitalarios para con nosotros, nos han recibido siempre con las puertas abiertas y después de diez años de trabajo, se imaginarán, hemos generado un vínculo de amistad, donde cada vez que vamos nos damos un abrazo, conversamos de cómo están las cosas, hemos... sin querer fuimos conociendo la vida de cada uno de ellos. Así que, se ha generado un vínculo muy importante que también ha sido, a la vez, consecuencia de mantener un respeto por sus costumbres, por sus maneras de hacer las cosas. Uno se acerca al campo a pedir permiso, a trabajar, y muchas veces va con la idea de llegar y salir al campo  y por ahí el momento pide otra cosa, que te quedes conversando, tomando mate, y hay que detenerse! Y el trabajo de ese día se pasa para el otro día, no está perdido porque bueno, uno gana en ese otro aspecto que es el humano y es fundamental también. 
—También pensaba en esto, que a veces en el entorno donde se vive está tan naturalizado todo que se pierde de vista dónde se vive. Todo parece tan simple porque sucede sin alteraciones. Por eso pregunto si ellos revalorizaron el lugar donde viven. 
—Sí, sí. Lo han revalorizado y hay algunos testimonios que demuestran eso en el documental. Sólo que por ahí, bueno, la gente a veces es como medio reservada para hablar, para abrirse, para mostrar sus sentimientos; pero bueno, no tenemos dudas que la gente ha revalorizado a partir de esta puesta en valor que fue conjunta. 
—Vivimos una época de mucha agresión a nuestro planeta y ustedes y esos pobladores inclusive de los Tres Cerros, van a contramano de esas prácticas invasivas y destructivas generalizadas. ¿Cómo convive un científico como vos en este momento tan particular de la humanidad con estas cosas que ven? 
—Creo que hay que ser partidario, y nosotros lo somos, de intentar de buscar caminos en común, de buscar acuerdos, cada uno tiene un pensamiento distinto y tratar de imponerlo no es el camino; entonces, esos diez años de trabajo a nosotros nos han servido para que la gente se acerque a ver la manera de quizás producir y al mismo tiempo cuidar un poco más. 
Son años de charlas y conversaciones, y de ver el trabajo; me parece que el camino es ese, es un camino más difícil, más largo, pero me parece que hay que encontrar esos puntos de acuerdo, de tratar de entender que necesitamos producir pero a la vez necesitamos hacer de la mejor manera que se pueda para tratar de no dañar a la diversidad, la naturaleza y conservar otros lugares en particular. Nosotros fuimos la primera vez y nos encontramos con que la naturaleza de los cerros estaba en un estado de conservación muy bueno. La gente te dice, que la vaca no come piedra; entonces, como que la vaca no sube al cerro y por eso está conservado pero más allá de que eso pueda llegar a ser cierto, nosotros no vimos extracción de madera de árboles importantes, o explotación de la piedra, que podrían haber explotado, todas esas cosas no han ocurrido. 
Nos encontramos con los Tres Cerros, afortunadamente, en muy buen estado de conservación. 
—¿Qué son los Tres Cerros para vos? 
—Para mí fueron diez años de mi vida y un sueño perseguido durante ese tiempo, el de poner en valor ese lugar y la manera de cumplir ese sueño, y siempre lo digo, es compartirlo. Es un lugar que está en mi corazón, siempre quiero volver, y a pesar de que los he caminado cientos de veces, cada vez que vuelvo a los cerros pareciera ser la primera. Siento que hay un descubrimiento esperando detrás de cada roca. El tiempo lo cambia todo, cambia la naturaleza y cambia uno, y cuando se vuelve uno puede esperar algo nuevo, distinto, pero lo que no cambia es esa sensación de sentirse atrapado en la fascinación por ese lugar.  
—Creo que gran parte de tu vida está allí, digamos, tu vida profesional está allí. 
—Sí, yo tengo un corazón, siempre digo, en todo lo que es el río Uruguay en Corrientes. Martín Iriondo que era un geólogo de Santa Fe y que escribió un libro sobre los cambios ambientales en los últimos dos millones de años del río Uruguay, arranca su libro en la contratapa diciendo “el río olvidado”. Comparto con él esa expresión, porque desafortunadamente por cuestiones geográficas de que la Universidad está en Corrientes, en la Capital de la Provincia y que está sobre el río Paraná, toda la atención se la ha llevado siempre el río Paraná y de un tiempo a esta parte los Esteros del Iberá. Pero tenemos unas maravillas en Corrientes que están asociadas a la costa del río Uruguay, de paisajes y ambientes que son dignas de reconocimiento. Por suerte de a poquito se está dando más atención y valoración a esta región de la provincia. 

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