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Revoltijo

Por Adalberto Balduino

Especial para El Litoral

Un amasijo del todo vale. Una mesa revuelta de saldos. Un desorden por oferta. Un montón de palabras emitidas no para discutir, sino para enmendar lo que se quiso decir, por eso a velocidad de metralla se suceden un millón de versiones contradictorias unas con otras, que van y vienen parapetadas en la confusión general. Total si lo dijeron, han quedado enmendadas con mayor desconcierto. 

También puede traducirse como lo afirma Silvio Rodríguez en “La Maza”: “Un revoltijo de carne con madera”. O, quizá “Un eternizador de dioses del ocaso / Júbilo hervido con trapo y lentejuela.” / Hay de todas las medidas. Una para cada situación comprometida. No importa que se contradigan. Siempre se tiene a mano una, aunque dispar, salva hasta que surja otra. Si no se entiende, es lo correcto. Por ejemplo, luego de faltarle el respecto a la figura presidencial, Fernanda Vallejos minimizó la irreverencia justificándolo con: “Son una anécdota”. Encima de altanería y soberbia, no se tiene ni la más mínima delicadeza de reconocerlo como una grave falta, algo digno del más puro populismo, el irrespeto permanente del que hacen gala, la demagogia con toda su fuerza autoritaria.

Como una entrega por fascículos, los “revoltijos” se repiten, como si estuvieren milimétricamente calculados; sin embargo son producto de la improvisación sin límite que es un ejercicio natural de esta gestión. La jura de nuevos legisladores, puso en la palestra una nueva ganada costumbre, tratar de no cumplir el protocolo de sucesión y dejarlo así sin explicación alguna, como se lo inauguró en el 2015, o reemplazando el clásico: “¡Sí, juro..!” por la innovación total del desparpajo alternativo puesto en práctica: “Por Perón, por Eva. Lealtad absoluta a Cristina, viva la Santa Federación, gracias Diego.” ¿Basta agregar algo más..? No solo por la idiotez que la militancia apaña, sino por la falta total de respeto a todas las cosas instituidas, empezando por la Constitución. Un país sin orden, es desordenado. Mil mensajes cruzados, una mala práctica que lejos de aclarar, complica, consterna y preocupa, rompiendo amén de la duda la idea real de país. Convengamos, la plaza más que una fiesta democrática, permite poner en caja las diferencias partidarias, y por la obsesión de “reventar la plaza”, de dirimir fuerzas entre ellos, ya que el poder es de capital importancia cuando se enfrentan buscando espacios, territorios de luchas fratricidas destinadas a “construir”. Porque por allí comienza a erigirse la fuerza totalitaria del poder que ellos acunan hace tiempo, olvidándose que la fiesta de la fecha era para todos. No se gobierna absolutamente con la camiseta de local, sino con todos, porque representan al país donde las discusiones pierden localía, para transformarse en una verdadera selección con una sola idea: ser uno mismo. Ese todo que poco importa, porque se impone el yo y no el nosotros, es decir fortaleciendo el plural del español de cuna: “Todos”, en él caben todos. Los pitos y matracas para una celebración que pretende reventar, tiene su costo. Según datos que escaparon, 135 millones en medios de transporte gratuitos de ida y vuelta, otros 40 millones y pico para sonorizar, musicalizar, etc., para vestir de fiesta la plaza. Se supone erogación del estado para lucirse con Lula y el querido y sabio “Pepe” Mujica. 

Todo es imaginación, porque los números siempre conllevan a malos entendidos, o mejor: a mentiras de la prensa. Lo que preocupa en cada demostración de fuerzas, ya sea la Presidencia o la Vicepresidencia, es que cada uno tiene su impronta con asistentes o delegaciones que no se cruzan, porque la fidelidad y obsecuencia es su mayor virtud. Es como puntualiza el dicho popular: cada uno hace bailar su trompo, y en ello se juegan la vida. Se celebra esta democracia y los derechos Humanos, pero ambos tienen sus costos, el primero y más importante que cada cual piense como quiere que también se concatena con lo segundo, porque el respeto exige de ambos el mismo trato. El problema es generalizado últimamente, todos nos arrogamos derechos pero cada vez menos obligaciones, que es justamente la contraprestación solidaria del respeto hacia los otros y todo lo estatuido para asegurar el orden de un país debidamente establecido. Cada vez que leo y releo esa obrita maravillosa de María Elena Walsh, “El Reino del Revés”, no puedo dejar de admirarla y darle toda la razón del mundo, porque nos da en la matadura, y coincido que procedemos de ese reino acostumbrado a cambiarlo todo por la improvisación y la ignorancia, cuyas estrofas saludablemente nos refleja: “Me dijeron que en el Reino del Revés / nada el pájaro y vuela el pez, / que los gatos no hacen miau y dicen yes / porque estudian mucho inglés. / Vamos a ver cómo es / el Reino del Revés / vamos a ver cómo es el reino del revés. / Me dijeron que en el Reino del Revés / nadie baila con los pies, / que un ladrón es vigilante y otro es juez / y que dos y dos son tres.”/ Muy especialmente esta última estrofa de nuestra cita. Es para pensar. Pensar y cavilar. Darnos cuenta que el mundo gira por su cuenta, y que nosotros también “yiramos” pero para cualquier parte, a contramano. “Yiramos” como lo marca sonoramente la fonética del lunfardo gira, como lo indica irónicamente el tango “Yira, yira”, de Discépolo. Tenemos una virtud, somos minuciosos en la celebración de los acontecimientos, aunque después les demos la importancia de lo político más allá de la significación misma. Así, como cuando vamos a misa, estamos preparados para recibir el sacramento porque ya hicimos catarsis en la confesión que precede, también hubiese sido interesante encomendarnos un día antes, el 9 de diciembre, e ir límpidos y con claridad de conciencia, porque se celebraba el “Día Internacional contra la Corrupción”, como así lo instituyera las Naciones Unidas. 

Un buen recuerdo, también. Claro, esto es como las palabras bíblicas: “Quien tira la primera piedra.” Pero para estar exceptos de divagaciones que siempre nos conducen a abismos rebuscados, recordarlo es alimentar la democracia como los derechos humanos. La ética como el sentido común juega un papel primordial. Desenredemos las locuras que fuimos acumulando hasta hacer un revoltijo, donde el todo ilimitado fue sumando un país en su propia encrucijada. Volvamos a los principios. A los valores. Seamos decentes. La patria se lo merece. Mucho más porque el país somos nosotros. Todos, sin que nadie quede afuera.

 

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