Jueves 28de Marzo de 2024CORRIENTES25°Pronóstico Extendido

Dolar Compra:$836,0

Dolar Venta:$876,0

Jueves 28de Marzo de 2024CORRIENTES25°Pronóstico Extendido

Dolar Compra:$836,0

Dolar Venta:$876,0

/Ellitoral.com.ar/ Opinión

El liderazgo de un tiempista

Por Emilio Zola

Especial

Para El Litoral

En el arte de la política se puede llegar lejos por una multiplicidad de factores y todo militante avezado encuentra en algún momento la oportunidad de hacerlo. El problema viene después, en la trinchera de la gestión, donde tantos padecen la licuación de aquellos atributos que los condujeron al poder y otros, sin dudas los menos, logran solidificar el contrato social suscripto con el electorado al punto de convertirse en líderes naturales de su tiempo.

En el acto de homenaje al Libertador José de San Martín pudieron verse las dos caras de esta misma moneda. En un extremo, el presidente Alberto Fernández, debilitado por el escándalo de las vacunas VIP después de haber sido vitoreado por un pueblo en estupefacción pandémica hace solamente 9 meses. En el otro vértice, el gobernador Gustavo Valdés, cuyo proceso de construcción política fue más gradual y alcanzó un punto de maduración ideal con el transcurso de tres años de mandato.

La rapidez con que uno se encumbró hasta merecer un 80 por ciento de imagen positiva a cuatro meses de haber asumido, versus la calma con que el otro atravesó las distintas pruebas de fuego impuestas por el desafío de la continuidad partidaria en un ciclo tan extenso como el que aquilata Encuentro por Corrientes. Los resultados de ambas experiencias quedaron expuestos en el palco sanmartiniano: un Presidente con su popularidad hecha añicos y un Gobernador posicionado en la cima del ranking de mandatarios.

La encuesta difundida hace pocos días por la Consultora CB fue publicada por Clarín con el título: “Sorpresa, lidera un radical”. El rotativo de tirada nacional destacó así el 68,1 por ciento de imagen positiva que marcó el gobernador Gustavo Valdés, ubicado a partir de febrero en la cúspide de los sondeos que mes a mes analizan el rendimiento de los jefes provinciales de cara a las elecciones de este año. Sin embargo, no hay asombro en las huestes del mandatario provincial, sino serenidad ante la certificación de un proceder perseverante.

Un estrecho colaborador de Valdés se tomó el trabajo de comparar la performance de los gobernadores más taquilleros hasta comprobar que el correntino no sólo es el mejor rankeado en el segundo mes del año sino el más constante, ya que siempre se mantuvo en los primeros puestos durante 2020 y escaló hasta la pole position en los albores del 2021. Al finalizar los cálculos, comprobó que su intuición no estaba errada: en el promedio de mayo a febrero, el jefe del Ejecutivo correntino aventaja a sus 23 colegas gracias a la regularidad de sus porcentajes.

No es casual. Si su llegada al poder se produjo con la expectativa de un referente de las nuevas generaciones, en los 10 meses más inclementes de la peste quiróptera el oriundo de Ituzaingó galvanizó su vínculo de confianza con la correntinidad a través de un cúmulo de decisiones estratégicas que llevaron tranquilidad a pesar de los traumas económicos, anímicos y sociales aparejados por la diseminación del Sars-Cov-2.

Desde el momento en que Valdés decidió anticiparse con inversiones que transformaron el viejo Hogar Escuela en un hospital de campaña preparado para afrontar una emergencia que al principio tantos subestimaron, su gestión cosechó demostraciones de respaldo que se convirtieron en literales expresiones de gratitud cuando tuvo la osadía de obturar el puente General Belgrano, justo en el momento en que la vecina provincia del Chaco se teñía de rojo por los contagios descontrolados.

Restringir al mínimo indispensable el flujo vehicular con Resistencia y Barranqueras fue una determinación de alto riesgo político, pero la estrategia resultó en el plano sanitario: mientras en la otra orilla del Paraná sumaban óbitos inimaginados, Corrientes ganaba tiempo. El cierre del vínculo terrestre no evitó que el coronavirus se esparciera por sus núcleos de mayor densidad poblacional, pero ralentizó la curva de propagación para que la provincia pudiera pertrecharse.

Capacitación, tecnología, insumos y medidas sacadas de la galera como el acuerdo con la universidad que permitió ensamblar más de 100 respiradores en territorio correntino formaron parte del entramado defensivo para resistir el embate bacteriológico que a la larga pasó factura, pero con un saldo sensiblemente menos sombrío que en otros puntos del país, incluido un período de seminormalidad que a mediados del año pasado posibilitó al comercio y al cuentapropismo retomar actividades para no caer en el precipicio de la ruina económica.

El programa de ivermectina, la trazabilidad de los casos detectados, el monitoreo de los pacientes en aislamiento y el reforzamiento de partidas destinadas a los demás centros asistenciales públicos para que las urgencias, los traumatizados y los pacientes con cuadros crónicos siguieran siendo atendidos con la misma dinámica de siempre completaron un abanico logístico que cubrió todos los frentes en una guerra desigual, con recursos limitados por un Estado nacional en crisis constante y un enemigo invisible capaz de invadir hasta el más ascético de los hogares a caballo de la estulticia negacionista que tantos escépticos practicaron en los primeros tiempos de la peste global.

A todo esto, la administración correntina cuidó su fuente primigenia de legitimidad con un cronograma de pagos inalterado y una política económica que, sin apartarse del dogma de la austeridad, extendió una mano salvadora a los sectores más golpeados por el estancamiento cuarentenario. Los adicionales salariales aumentaron y fueron unificados para disminuir aglomeraciones, el diálogo con la oposición y con los sectores gremiales fue una constante, y así llegó el acuerdo sellado ayer con los docentes, sobre la base de un incremento del 46 por ciento al básico. Una gema que ni los propios sindicalistas esperaban.

En el terreno político Valdés se las ingenió para conjugar institucionalidad y gestualidad. Sin decir agua va ni hablar de candidaturas, en las últimas horas profundizó el surco reeleccionista con tres movimientos ajedrecísticos: caminó la capital junto con el presidenciable Horacio Rodríguez Larreta, recibió al jujeño Gerardo Morales, potencial candidato de la UCR en 2023, y coronó la semana con la visita presidencial a Yapeyú, en un parque desidioso que la infantería de su equipo de trabajo transformó en un vergel en 48 horas. 

El discurso pronunciado a los pies del templete yapeyuense por un Alberto empantanado en el “vacunagate” (incluido su grotesco intento de parangonarse con el Padre de la Patria) dejó en claro cuán rápido pueden desmoronarse aquellos liderazgos meteóricos cuyos prestigios crecen artificialmente, anabolizados por el encanto efímero del sofisma. 

El contraste con la realidad del gobernador anfitrión no podía ser más nítido. El punto de sazonamiento fue la clave para Gustavo, un tiempista que cocinó sus aspiraciones a fuego lento hasta conquistar el tope de las preferencias cuando faltan pocos meses para la compulsa electoral que definirá su destino y el de la provincia.

Cosechar frutos antes de tiempo puede rendir en el corto plazo, pero indigesta. Labrar el terreno con la paciencia jobiana que Valdés demostró desde el primer día de su mandato ha sido el método más inteligente, a la altura del pensamiento plasmado por Milán Kundera hace tiempo y allá lejos, cuando escribió: “El grado de lentitud es directamente proporcional a la intensidad de la memoria; el grado de velocidad es directamente proporcional a la intensidad del olvido”.

¿Te gustó la nota?

Ocurrió un error