Por Adalberto Balduino
Especial para El Litoral
Narrar consecutivamente cómo los hechos sucedieron. Expresar, desplegando toda la certeza que permita “ver”. Y, en base a ello, concluir una opinión que refleje el parecer de otros que todo hecho demanda. Está la opinión pública que ejerce un rol preponderante, asumiendo el conocimiento de lo acontecido. En el deporte como en lo político siempre se juega la pasión, que muchas veces hace que la visión tenga sus dudas desde la mirada de cada uno.
Dante Panzeri, periodista deportivo, nacido en Las Varillas, Córdoba, se desempeñó en El Gráfico, diario La Opinión, revista Así, Goles, Satiricón, diario Crónica, tuvo su programa televisivo “Discusiones por deporte” por Canal 7, fue director de Deportes del diario La Prensa, participó en “Radioshow” de Radio del Plata, fue indudablemente un ejemplo de visionario que se tomaba “el atrevimiento” de contarlas tal cual, sin omitir su opinión personal por más fuerte y descarnada que fuera, en pos de la objetividad a toda prueba. Él lo afirmaba y sostenía cuando ratificaba poniéndolo como sentencia dura y cierta: “Hay terror a la verdad y la realidad”. Por ellas se interesan todos.
Pero la mayoría las prefiere, tímidamente como confidencial, como “chimento”. Uno se da cuenta que es la pavada que se sostiene por encima de las cosas esenciales, como si lo demás no tuviera importancia alguna, cuando en verdad la cosa es al revés. Serían como los programas radiales o televisivos, si no mantienen la “zanahoria” de lo efímero, la audiencia decrecería y eso es el suicidio mismo de medios, vacíos y sin objeto alguno. La escritura tiene polenta, porque el acto de leer configura un fenómeno consciente que abona el conocimiento mucho menos pasajero y con mucho más evidencias, que enriquecen la crónica, alimentan la atención, establecen un mayor nivel.
No es una constante, porque también la certeza se ve invadida con la improbabilidad de la duda, cuando exponemos certidumbre y no ficción, en contra de prensa amarilla o fake news, tan habitual y leída, como una atracción incontrolada que demanda inundarnos de ellas. Es decir, lo irreal por encima de lo que realmente ocurrió y ocurre. Coincidentemente con ello, el historiador y editor Enrique Krauze asevera su propio criterio: “El populismo avanza cuando tenemos miedo de pagar el precio de decir la verdad y ser impopulares”.
Porque lo popular y el populismo en particular, como forma de caer simpáticos, roban siempre palabras que pueden construir verdades, y no siempre las verdades gustan, porque el tener certezas porta sentencias que autocondenan, excluyen y aíslan. Los que cronican hasta en lo mínimo la dureza de su paisaje de barro, las miserias humanas, han sido los poetas y periodistas que aportaron al tango su grado dramático. El amor, la pasión, la historia, la condena del esfuerzo sin soles, la filosofía madurada con decepciones, frustraciones, todo lo que hace al diario vivir de una ciudad donde nada es gratuito. Celedonio Flores, o mejor como todos lo llamaban, el “Negro Cele”, fue poeta e hizo periodismo. Sus tangos son verdaderas lecciones de convivencia difícil y torcida.
Estar en la bohemia de entonces, recorrer sus calles frías y crueles, refugiarse en lugares comunes donde muchos iban a consolidar sus penas, sirvió de bocetos preliminares a los testimonios escritos. Nació en el barrio de Villa Crespo, desde muy joven su pluma hizo el milagro que Carlos Gardel le cantara el rosario de obras de su autoría. “Mano a mano”, “Mala entraña”, “Viejo coche”, “El bulín de la calle Ayacucho”, “Viejo smokin”, “Corrientes y Esmeralda”, “Muchacho”, y tantos otros, pero indudablemente “Margot” es la nave insignia de esa continuidad de creaciones que habla de los vaivenes de injusticia social. Hubo un predecesor, en principio Evaristo Carriego, que hasta Jorge Luis Borges alaba en su revisionismo, por su acertada mirada donde la realidad cobra la natural perspectiva de las cosas como son.
Si bien nació en la ciudad de La Plata, eso no fue motivo para que el poeta Carlos Raúl Muñoz y Pérez, por todos conocido como Carlos de la Púa, o como él prefería, el “Malevo” Muñoz, se hiciera popular a través de sus columnas en medios periodísticos o libros como “El sapo violeta”, hasta su máxima creación, “La crencha engrasada”, escrito en lunfardo. Fue gran amigo de Carlos Gardel y de Raúl González Tuñón y de otros notorios como Nicolás Olivari, Enrique González Tuñón —hermano de Raúl—, Aníbal Troilo. Roberto Arlt, Enrique Cadícamo, etc. Lo decía con acierto: “Vivió sacándole punta al coraje. / Prepotente y cabrero, / le gustaba clasificar los puntos del reaje, / y a los que no sabían guapear / les ponía cero”. En “La crencha engrasada”, Carlos de la Púa dice en “El cuentero”: “Su vida es la historia fiel de la avería. / Tiene cien trabajos y todos distintos. / Por sus facultades sin grupo podría / decirse que atrapa giles por instinto”. Como decidor no hubo otro, bien templado el tono, sus glosas como sus tangos fueron sentencias que no se discuten, no obstante haber nacido en Italia.
Hablamos de Julián Centeya como reza su seudónimo, ya que su nombre verdadero era Amleto Enrique Vergiati. A Centeya se lo llamaba el “Hombre gris de Buenos Aires”; decía “Yo canto en lunfa mi tristeza de hombre / ando la vida con mi musa rante / ella es así de maleva y yo atorrante / camina a mi costado y tiene un nombre / nació conmigo en Boedo y Chiclana / y se hizo mansa a juego de palmera / nunca una bronca, siempre cadenera / vivo con ella muy a lo banana”. Fue autor de tangos, “Claudinet”, “La vi llegar”, “Lluvia de abril”, “Lison”, “Más allá de mi rencor”, “Julián Centeya”, “Felicita” y “Este cuore”. Ellos cronicaron y criticaron, por supuesto, a lengua suelta cuando lo debieron hacer, “no comían vidrio”. La situación social les afectaba y mucho, pero no callaban ni se conformaban. Retomando la cita de Krauze, parangonando lo popular con el populismo, ya que la distancia es muy breve y el límite muy débil, agrega que olvidar la democracia es mortal porque su naturaleza obvia toda ficción, trabaja con la certeza. Ante el por qué de la pregunta, responde: “Porque exige renuncias, responsabilidad o madurez y racionalidad, y solo prospera al conciliar renuncias y frustraciones mutuas”.
Mucho más fuerte es lo vertido por la filósofa Hannah Arendt: “Cómo se puede respetar la Constitución cuando se jura o se promete por razones que la niegan radicalmente”. En estos giros controvertidos entre la verdad y la mentira, las anécdotas son muchas y ejemplares; fueron los autores tangueros quienes dieron en la tecla de la triste veracidad o la risa fácil que en clara “cargada” denuncia y se burla.
Es fuerte y contundente Celedonio Flores cuando remarca en “Margot”: “Yo recuerdo, no tenías casi nada que ponerte, / hoy usas ajuar de seda con rositas rococó, / me revienta tu presencia… pagaría por no / verte… / si hasta el nombre te han cambiado como has / cambiado de suerte: / Ahora vas con los otarios a pasarla de bacana / a un lujoso reservado del Petit o del Julien, y tu vieja, ¡pobre vieja! lava toda la semana / pa’ poder parar la olla, con pobreza / franciscana, / en el triste conventillo alumbrado a kerosén”. En cuanto a Dante Panzeri y su verdad a toda costa, cuenta la historia muchas anécdotas con desenlaces no felices por parte de los inculpados, situación escabrosa pero sincera.
No por ello callaba, sino, por el contrario, reafirmaba sus convicciones bien argumentadas. Esto da la pauta de que la verdad duele y se resiste a la prueba inobjetable de ser cierta y ética. No todo lo veraz y desvelador cae en el ocio, por el contrario, contrae serio trabajo, apelando a lo supremo, porque coincidir en la verdad es natural y pone a prueba toda la capacidad de la convicción.
El periodismo siempre cuenta lo mejor posible lo que los políticos y los gobiernos han prometido y jurado. Claro, en el balance final quedan promesas truncas y nuevos ricos con “chapa” inmerecida por ser lo que nunca han sido.