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De susto en susto

Por Adalberto Balduino

Especial para El Litoral

Me asustan las sandeces. Me asustan los despropósitos. Me asustan las palabras vacías de los gobernantes. Me asustan los argumentos políticos sin entidad alguna. Me asusta todo lo que no tiene sentido común. Es decir, los que se salen del camino por donde se debe transitar. Del camino real. Del permitido. Del camino correcto. Porque todo es cuestión de emparejarnos sin dejar de lado nuestras propias convicciones, si leales y honestas nos marcan la senda. Un ejemplo de mundo agitado: Pandemia, corruptela, uso y abuso de la delincuencia en todos sus tonos. Robo. Desmanes. Femicidio. Autoritarismo. Violaciones. Impunidad. Inmunidad de los poderosos del poder. La brutalidad consentida. Guerras de todas las índoles. Vacunas faltantes, Vip e ideológicas. Le decía a un colega del Chaco, que tratamos de desandar el ideal del tempo radial, que son muchas cosas las que nos afectan cuando tratamos de atemperarlas como si tuviéramos la capacidad de detenerlas, pero por lo menos condenarlas. Son tantas las condenas y pocas las sentencias. Vía Facebook tratamos “ver” y “oír” porque no es lo mismo, tal vez algo que se le asemeja, no es lo mismo pero algo es algo: “Mirá, es un placer entrecruzar opiniones, saludos, memoria, porque hace a la cuestión. Sé que la tecnología es un milagro, que se hacen muchas cosas con ella hasta la más triste: la distancia, porque ella nos une a esos puntos lejanos llamados familiares, amigos, distantes por no poder tocarlos, abrazarlos Esa distancia que aleja, y no nos permite el encuentro físico de mirar a los ojos, entrechocar las manos, el de la palmada que hace fuerzas por ser abrazo. Si bien nos comunicamos, llevando a cabo sendos programas, en el estudio siempre estamos atentos, cuidando aunque instintivamente esa distancia que nos compromete. Los límites han quedado establecidos, por eso que a la espontaneidad le cuesta aflorar en toda su bondad locuaz. Me permito estas licencias, porque guardo muchas palabras que me liberan, y cuando encuentro un amigo como vos, sabiendo tu inclinación por lo artístico, por lo que verdaderamente tiene vigencia en la vida, me desparramo en voces íntimas que tan acostumbradas a la vigilia se han vuelto tímidas, temerosas. Un abrazo grandote, orilla de gente que está enfrente con los mismos sueños, con las mismas ganas. Hago radio lo mismo, vedada, remotamente, limitada, disminuida, pero con ganas, buscando siempre cómo sorprender, pero más que nada cómo horadar esa frontera de piel y huesos. En la búsqueda las cosas se encuentran, descubriendo lo mejor: el sentimiento, el sentido común, el afecto, la sensibilidad susceptible felizmente, porque no puede estar ausente esa capacidad maravillosa de asombro.”

Me asusto hasta de las cosas vanas que desde lo político crecen en énfasis, se hacen visibles, y se tornan poderosamente negativas: “Vayan y contágiense” que, suena a revancha y sentencia porque no provino de nosotros, sino de quien supuestamente timonea el país. Con el agravante que no es la única pronunciada por la misma persona, que enriquece a la inversa nuestra fama internacional de incorregibles. Es para “asustarse”, porque se repite y se la defiende con aires de mentiritas como quien juega al truco. Los argentinos vamos de un lado para el otro, vapuleados porque somos incapaces de reconocer en principio la verdad que solamente un encuentro nacional produciría, emprender todos juntos a recuperar algo de lo que fuimos. Porque nuestra realidad nos demuestra todos los días, que no querer ver quiénes verdaderamente somos, es desconocer el presente donde cimentar algo del futuro pretendido. Eso asusta, porque no sabernos quienes somos habla del tiempo perdido y del lugar que hubiésemos estado, si hubiéramos depuesto el fanatismo que genera el autoritarismo y el individualismo que prima. 

Pero somos parte del mundo al cual la política actual desconoce, porque la integración interna y externa es el lazo que los grandes países frecuentan por un montón de razones sociales y económicas para generar bienestar a sus pueblos.

La negación es necedad que tiene costos muy altos. En esta locura global que también asusta, existen los extremos a los cuales combatimos pero que se generan, por creer que el orden ya no existe, y que por ser libres podemos “ir por todo” sin ninguna pena. En España, pasó a primera plana el nombre de Tomás Gimeno, de Tenerife, que por estar en litigio con su ex, ni soportar al nuevo cónyuge, decidió secuestrar a sus hijas Olivia y Anna, y conminarlas a bolsas deportivas individuales, para depositarlas en el mar ancladas a mil metros de profundidad. Cuando esto se produce como si nada, naturalmente como hoy se los concibe a las cosas prohibidas, estamos perdidos, porque hemos perdido la conciencia del orden, de la razón, por otra desconocida en que todo es posible.

Por rara casualidad hay muchos Albertos. Los hay de todos. Hay uno en particular pero no quien se lo imaginan; éste no era político sino un Don Juan de la vida, con posibilidades económicas, con mil cosas emprendidas todas sin finales brillantes, solamente el amor pudo con él. Lo inmortalizó Joan Manuel Serrat en “Tío Alberto”, quien de carne y hueso era Alberto Puig Palau, catalán como él. Dado, abierto, generoso, solidario, loco por las carreras de automovilismo y motos. En un artículo mío, producido el 24 de noviembre del 2019, lo recreo porque fue un ser excepcional. “...hijo de un renombrado fabricante de tejidos de seda en Reus…” “…su padre lo envió a Lyon (Francia) y a los Estados Unidos, para que viera y comprobara los adelantos de la industria que luego se pudiera aplicar a la propia. Tío Alberto, amante de la velocidad, anduvo por esos lugares corriendo carreras de moto…” “En Hollywood se interesó con ligarse a la industria cinematográfica, y las relaciones lo llevaron por otros caminos que hicieron de él un  hombre de cierto carisma con abundancia de romances y nada de negocios.”

Dicen que sin bien, Tío Alberto era un mecenas, cariñoso, humilde, muy respetuoso, dispuesto siempre a ayudar como fuere. Joan Manuel Serrat en el tema que le dedicó, ofrenda su historia rica en afectos, que lo hacían un ser humano excepcional. “De todo lo que puede dar / Su casa está de par en par / quien quiere entrar, tiene un plato en la mesa…”/ “Gitano o payo pudo ser / o un aristócrata que ayer / perdió su cetro de oro y corona / camina sobre el bien y el mal / con la cadencia de un vals / mitad juicio y mitad mueca burlona.” /  Reafirma la juventud, si bien venida a menos, pero con las ansias intactas: “Tiene un niño la ternura / y de un poeta la locura / y aún cree en el amor.” / “Entre la ruina y la riqueza / entre mentiras y promesas / aún sabe sonreír / Tío Alberto. “ /

Lo que busco no son similitudes, sino el criterio que el amor lo es todo porque es capaz de construir tantas cosas que no asustan, al contrario entusiasman hasta extasiarnos de vida. La vida por la cual cuidamos y rezamos. El humanismo, como filosofía para erradicar miedos, solventar la mesura, repitiéndonos que primero está el ser, humano y creativo. No se puede vivir de susto en susto, y la palabra justa es la clave para entendernos y emprender con certezas obras, donde no existan los doble sentido y las chicanas, que las frases sean bien cuidadas, forjen lo que todavía no queremos comprender. Paz y armonía. Solventes, sin titubeos. Sin equivocarnos de mensajes ni sentido, porque eso sí asusta. Promovidos por ineptos e irresponsables.

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