Fase 3 con el barniz de los grises en Capital

Por Juan Manuel Laprovitta

Subdirector diario El Litoral

A lo largo del último mes la ciudad de Corrientes mantuvo su expectativa en torno a los anuncios que el Estado formuló al accionar una válvula que lleva la etiqueta de las fases y que cambia de número de acuerdo con las condiciones en las que el sistema de salud y sus recursos pueden soportar las cifras del coronavirus. 

Desde el 18 de mayo último la ciudad permanece en fase 3, con limitaciones que fueron relajándose y decantaron a la actualidad en una restricción para circular por la vía pública de 0 a 7, el asueto en la administración pública y el cierre obligatorio de los comercios a las 21.

Marchas mediante, diversos sectores lograron que reabran sus respectivas actividades. Ocurrió con los gimnasios, con el casino, con tutores y tutoras para el retorno a las clases presenciales y el transporte escolar.

Y sin manifestarse en las calles, otras tantas actividades lograron regresar a la normalidad ajustada a los protocolos, como los cines, las salas de teatro, los centros culturales, las iglesias y los talleres de arte y danza, entre otros.

De ese modo las autoridades permiten, desde el último fin de semana, que alguien pase por una sala de apuestas o un bar hasta las doce de la noche, pero de modo singular, el empleado de un gimnasio que sale de trabajar a las 23 no puede comprar mercaderías al volver a su casa. 

La última vuelta de la espiral de medidas en que se convirtió este mes para Corrientes estuvo dada por un anuncio formulado a las 18.15 del domingo, con el ocaso del Día del Padre, cuando el Municipio comunicó que están suspendidas las reuniones sociales hasta el 27 de junio, entre otros asuntos. Antes, nada dijo de las reuniones familiares.

Sean familiares, amigos o entenados, quienes quieran juntarse alrededor de una mesa de bar o restaurante podrán hacerlo. Pero no en un quincho. Lo sabe hasta el más distraído: eso es una entelequia.

Palabras más, palabras menos, la Constitución Nacional dice que lo que no está prohibido, está permitido. Pero si a lo que está prohibido solo se le aplica una guardia en los parques, más barato que todo será que vuelvan los placeros.

Lo que no se comunica, especialmente en cuestiones de Estado, termina por confundir.

Pero si lo que se comunica aún confunde, lo que falla es la lógica de la medida adoptada y el llamado es a sincronizar relojes para que el temperamento de una decisión no termine barnizado por los grises de las dudas o las injusticias.