Por Rodrigo Galarza
Especial para El Litoral
En enero de 1945 tropas del ejército soviético liberaron el campo de concentración de Auschwitz (Polonia), y el mundo descubrió horrorizado lo que significaba realmente la llamada “solución final” al “problema judío” del Tercer Reich. Ante tales imágenes infernales, el filósofo alemán Theodor Adorno, uno de los máximos representantes de la Escuela de Fráncfort, se preguntó si era posible escribir poesía después de Auschwitz. Sin duda esta pregunta que, en primera instancia parecía banal, sugería un replanteo sobre la función (si la tuviera…) del arte como soporte de la historia y no como acto decorativo.
Tras el horror el mundo siguió girando con sus mismas imperfecciones y los poetas y escritores se aferraron más que nunca a “comunicar” lo incomunicable rubricando una vez más que el arte, en suma, se alimenta y sustenta de la imposibilidad del lenguaje.
Siguiendo la estela de Adorno el poeta mexicano José Emilio Pacheco señala en un poema: “quizá no es tiempo ahora./ Nuestra época/ nos dejó hablando solos”. Bien valen estos versos llenos de verdad punzante para encontrarnos con nuestra asaltante de hoy, a quien la poesía le ayudó a soportar trances muy duros de su vida según su propio testimonio.
Baste decir que un “grupo de tareas”, corrijo: “perros de la noche” de la última dictadura de nuestro país le quitó a su hijo para siempre y partir de ahí Glauce Baldovin fue la madre de un secuestrado y no “desaparecido” (eufemismo que ella nunca aceptó).
Su poesía se llenó de desgarro, pero también de búsqueda de salvación, de transitar los espacios íntimos del duelo abierto: “Murmuran zumban bromean hablan/ hablan y cantan cantan y hablan./ Voz que estremece nuestra piel esparce fragancias enciende fogatas./ ¡Haroldo Sebastián Oscar Ángeles Pablo Susana!/ Sigan ululando sigan rugiendo/ sigan con el murmullo del estruendo./ La voz de la sangre./ ¡La voz que estremece la tierra!”. Y más poesía, y más escritura corporal en hojas sueltas que regaba a sus amigos y diálogo demencial con las voces de sus poetas más queridos: “Palabras de poetas tan amados vinieron en mi ayuda/ inyectaron en mi voz nueva savia/ desataron nudos/ abrieron caminos para que yo cantara”.
El tránsito hacia arriba y hacia abajo cuando el ras no determina horizontes: Qué palabra, ¿qué expresión para significar terror, tortura, agonía?/ Aquello que triza enloquece y finalmente mata/ ¿en qué brebajes/ en qué diccionario podré hallarlo?// Trato de expresar tu muerte./ Este hueco en que me ha convertido tu muerte:/ mitad escorpión, mitad mujer como nuez endurecida./ Pero son un puñado de polvo mis palabras”.
En ese tránsito de absoluto desierto no solo alimentado por el secuestro de su hijo sino también por la pérdida de un segundo hijo, más la creciente adicción al alcohol, la poeta cordobesa se entrega a la esperanza colectiva: su sujeto de dolor abierto hacia el otro, hacia la luz que puede guiar un pueblo: “Creo en la esperanza de los pueblos./ En la gran naranja jugosa del mañana,/ mas no en la esperanza individual/ cruel/ prostituida/ emponzoñada/ sabedora de todos los disfraces:/ tórtola mensajera del amor/ gallo de veleta que gira según las brisas arbotantes.
A veinticinco años se muerte nos llega viva, ferozmente su voz; nos invita a celebrar su palabra como un testimonio valiente que la transciende tal como ella lo sintió: “Mi destino no está escrito en las líneas de la mano,/ está en el Universo./ Lo rigen el tiempo y el espacio:/ la gigantesca espiral de la Historia:/ ese milagro”.
¡Salud, poesía y libaciones!
Muestrario mínimo
La mano
La miro. Es mi mano.
Distinta a la imagen que
[culturalmente poseo:
larga, dedos puntiagudos
y en las articulaciones
[exactitud matemática
de acuerdo al ritmo de Mahler,
[Yupanqui, Xenakis.
Mi mano cuadrada. Plana.
No están en ella ni el monte de
[Júpiter ni el de Venus
[ni el de la Luna.
Sí el mapa de siete generaciones [que me preceden:
guerreros, labradores, albañiles, truhanes, hilanderas, modistas
apretando el terrón el puñal
[la sangre
el pañuelo empapado de sudor
la humilde violeta
el dedal el huso la baraja.
Mírala, bruja de todo alquimería,
quiromántica.
Mi destino no está escrito en las
[líneas de la mano,
está en el Universo.
Lo rigen el tiempo y el espacio:
la gigantesca espiral de la Historia:
ese milagro.
Al morir
Con certeza mi hermana gemela [me dejó su vida
prendida al ombligo
para que yo viviera por ella y por mí.
Este yugo que me unce
el peso de milenarias piedras
[sobre los hombros
y su voz que es sólo un rumor
desvela a la paloma a la pantera
a la locura que se viste de rojo y [violeta
se restriega las manos mientras [patina haciendo
[ochos sobre el piso
las paredes
el techo de la casa.
Yo miro aturdida
confundiendo mi cama con un
tren que vuela enloquecido
[en busca del sol.
La poesía sale de su oscuro rincón
me enfrenta
me mira desde sus ojos
[sin párpados
y me exige testimonio
[sobre el hambre
la persecución
el crimen.
Me conmina.
Me sentencia.
Y antes de esfumarse otra vez
deja en mis manos un afilado puñal de punta perfecta.
XII
Su secuestro
la ignominia fría oscura criminal
fue el último despojo al que
[me sometieron.
Y quedó mi estructura horadada
transformada en otras estructuras
pantera víbora halcón
despellejada
descorazonada.
Seguí viva rugiendo
girando en espirales hacia el
[centro de la tierra
el fuego.
Expeliéndose como lanza mortal [hacia los cielos.
IX
El silencio es la violencia.
Pero más violencia es mezclar
[las palabras
confundirlas
trastocarlas
para que el silencio
[se vuelva error
y creamos que la paloma se
[transformará en dragón
y que aquel que se alimentó con
[nuestra sangre
[es el cordero.
La esperanza
Creo en la esperanza
[de los pueblos.
En la gran naranja jugosa
[del mañana,
mas no en la esperanza individual
cruel prostituida emponzoñada
sabedora de todos los disfraces: tórtola mensajera del amor
gallo de veleta que gira según
[las brisas arbotantes
un no me olvides brotando
[en la nuca una mano
[en espigas y mares
La esperanza es tan solo una
[araña sabia en las más [oscuras cárcavas
mejor fortificadas
y en el veneno elaborado
controlada con tal maestría
que sin matar perpetra
[la gran agonía:
inventa el milagro de la muerte
[y la resurrección
[cada vez con más dolor
con menos fuerzas
en un delirio que avanza en línea recta y se transforma en espiral
sin dirección.
Enloquecida.
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