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¿Una Ruta de la Seda para nuestro crecimiento?

Por Jorge Malena*

Publicado en Clarín

La Iniciativa de la Franja y La Ruta —IFR— (también conocida como “la nueva Ruta de la Seda”) es la propuesta de un megadesarrollo internacional del gobierno chino, lanzada en el año 2013. La misma, en principio, incluyó proyectos de infraestructura, a la que luego se sumaron otras facetas, como la comercial, la financiera, la tecnológica, el diálogo civilizatorio, etc.

La invitación para incorporarse a los países de América Latina se formalizó en el Foro China-Celac, en enero de 2018. Al momento, 19 países del subcontinente han adherido a la Iniciativa, restando actores de poder relativo como Brasil, México, Argentina y Colombia.

Para el gobierno argentino, la adhesión a la IFR puede resultar conveniente porque la conectividad contribuye de manera directa con el desarrollo de la producción agrícola, ganadera, mineral e industrial y crea mayores oportunidades para la inversión, la transferencia tecnológica, el comercio y el progreso social.

No obstante, cabe considerar las implicancias estratégicas de la adhesión: en la puja que tiene lugar entre Washington y Beijing, ambas potencias no solo compiten por cuestiones comerciales, tecnológicas y geopolíticas, sino también por aliados.

Nuestra relación con ambas potencias reviste una peculiaridad: en el lazo con EE.UU., el énfasis está en lo financiero, porque la mayor parte del endeudamiento externo está en manos de Washington; mientras que en la relación con China el acento está puesto en el comercio, por ser la República Popular uno de los principales destinos de exportación (cabe agregar que el acuerdo renovado de “swap” con China, totaliza poco más del 40 % de las reservas brutas del Bcra).

En este contexto, una política exterior de no alineamiento y mantenimiento de lazos fluidos con ambas potencias, resulta prudente, realista y autónoma.

Volviendo a la adhesión a la IFR, la agenda de la Casa Rosada incluye desarrollar corredores bioceánicos; rehabilitar la red ferroviaria; construir corredores viales; modernizar las instalaciones portuarias; producir más energía hidroeléctrica, eólica, solar y nuclear; tender oleoductos, gasoductos y acueductos; erigir plantas potabilizadoras y construir viviendas, todo lo cual coincide con los objetivos de la IFR enunciados por China.

Desde el año 2009, China ha venido desarrollando aceleradamente la cooperación financiera con Argentina en materia de construcción de infraestructura, por lo cual ser parte de la IFR brindaría mayor impulso a los 16 emprendimientos existentes y sumaría otros.

Sin embargo, para que la IFR resulte beneficiosa, será esencial que las contrapartes acuerden proyectos favorables para ambos países, que no consistan exclusivamente en el otorgamiento de créditos destinados a la adquisición de insumos procedentes de China.

Los proyectos deberían basarse en el desarrollo de inversiones y transferencia tecnológica, la asociación con compañías locales, el empleo de mano de obra e insumos argentinos, la realización de evaluaciones del impacto ambiental, etc.

De ese modo, se consolidaría la “asociación estratégica integral” existente entre los dos Estados (que están próximos a conmemorar los 50 años del establecimiento de sus relaciones diplomáticas) y se transitaría una senda hacia el crecimiento.

* Jorge Malena es director de la Especialización en Estudios sobre China de la UCA y director del Comité de Asuntos Asiáticos del Cari.

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