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Argentina campeón: un ejemplo para confiar en un futuro mejor entre todos

Por El Litoral

Miércoles, 21 de diciembre de 2022 a las 01:11

Por Ricardo G. Leconte
Y Ricardo Caito Leconte
Especial para el El Litoral

El domingo 18 de diciembre concluyó el campeonato mundial de fútbol con el triunfo después de 36 años de nuestro equipo argentino. Y lo hizo con una conducción técnica responsable y lúcida, con un capitán Lionel Messi consagrado como el mejor del torneo y de la historia (ya sin discusión), con jugadores con capacidad y temple. Junto a la alegría que nos entusiasma a 47 millones de argentinos, hay algunas reflexiones positivas que nos pueden ayudar a encarar con mayor lucidez el cambio para el futuro, en beneficio de todos.
Hubo una época en que la Argentina se aisló del mundo, incluso no participando en campeonatos mundiales de fútbol. Y cuando salimos de ese aislamiento, nos encontramos con que ya no estábamos entre los mejores, como había sido antes.
En los campeonatos mundiales de fútbol participan casi todos los países. Compiten entre sí conforme a reglas de juego reconocidas por todos. En esa competencia ganan los mejores al final, pero la competición les hace superarse a todos. 
El domingo recuperamos el sentido de nación, de la que somos todos parte, superando la crisis de enfrentamientos, intolerancia a las ideas ajenas, grietas, desconocimiento a las instituciones de la República, hasta defensa y apología del delito, la corrupción y el odio. Bidart Campos enseña que nación es “una comunidad espontánea formada por personas que tienen algo en común: base étnica, cultural, religiosa, lingüística, histórica, etc. Es comunidad porque no se origina voluntaria ni reflexivamente, sino que se forma espontáneamente; por eso se nace  dentro de una nación sin elección previa”. Y en este mundial de fútbol todos los argentinos fuimos nación. Y nos alegramos y honramos de serlo.    
La alegría de todos nos reconforta y nos reencuentra con lo mejor de nosotros mismos. Debemos tratar que, luego de la euforia legítima de estos días, aprovechemos la lección.
Cuando —como en el fútbol—, hacemos las cosas con seriedad, con una conducción responsable como la de Scaloni y colaboradores, aceptamos salir al mundo y competir, respetando las reglas del juego, aflora el talento argentino que en otros tiempos nos hizo grandes en el mundo. Y nos damos cuenta cuanto podemos crecer cuando hacemos las cosas bien.
Frente a tanta euforia seguimos sufriendo la cruda realidad de un populismo que nos ha llevado a la decadencia, la pobreza y el fracaso, con un proceso que se está agotando y exige un cambio que ya reclama la mayoría del pueblo argentino. Nos agobia la ineptitud de los gobernantes nacionales, su autoritarismo, la intolerancia a las ideas ajenas, el relato mentiroso que desconoce la verdad, el aislamiento del mundo que crece y mejora la calidad de vida de sus pueblos y la adhesión y simpatía por gobiernos autoritarios en decadencia como Venezuela, Cuba,  Nicaragua, Rusia y hasta Irán.
Debemos volver al respeto a la Constitución nacional, la defensa de la libertad, la independencia del Poder Judicial, la separación de poderes, la seguridad jurídica y personal de todos, el federalismo, el respeto a las ideas ajenas, la reducción del Estado y de la presión tributaria y la defensa de la honestidad en la función pública y en la privada, el apoyo al trabajo y la inversión no a la dádiva que denigra y vemos que no sirve. 
Reflexionemos sobre todo esto tras el triunfo en el fútbol. Vimos a personas de todos los sectores y actividades que han ponderado con moderación el éxito deportivo. Pero otras nos muestran la gravedad de nuestra crisis. La vicepresidente de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, se asoció al triunfo diciendo: “Gracias infinitas capitán, a Ud., al equipo y al cuerpo técnico por la enorme alegría que le han regalado al pueblo argentino”. Y agregó con énfasis: “Y un saludo especial por su maradoniano ‘andá para allá, bobo”, con el que se ganó definitivamente el corazón de los y las argentinas”, escribió en sus redes sociales. Si ese es el destacable mérito de la proeza deportiva para la vicepresidente, entendemos por qué estamos como estamos y cómo necesitamos cambiar para bien de todos.
Quiera Dios que aprendamos la lección que nos dio nuestro fútbol con Messi genial a la cabeza.
Vale la pena.

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