Martes 23de Abril de 2024CORRIENTES24°Pronóstico Extendido

Dolar Compra:$852,0

Dolar Venta:$892,0

Martes 23de Abril de 2024CORRIENTES24°Pronóstico Extendido

Dolar Compra:$852,0

Dolar Venta:$892,0

/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Desconexión política y malhumor social

Los que militan en los partidos aspiran a representar de la mejor manera posible a sus votantes, pero muchas veces en ese derrotero se distraen demasiado y no logran interpretar lo que todos les transmiten a diario.  

Por Alberto Medina Méndez

amedinamendez@gmail.com

@amedinamendez 

 

Este deplorable fenómeno se verifica con mayor frecuencia en épocas difíciles, esas en las que la angustia cívica atraviesa cruelmente a la civilización haciendo que el malestar se instale por largas temporadas.

Existen múltiples ejemplos en la cotidianidad que dan cuenta de este lamentable proceso por el cual quienes tienen la oportunidad y potestad de ocuparse de lo imprescindible se enfocan trivialmente en asuntos superficiales que no tienen ningún impacto positivo en la vida civil.

Es que la agenda política del presente está obsesionada con el ejercicio del poder. Algunas veces se consagra en conseguirlo a cualquier precio, en otras ocasiones sólo es vital retenerlo y hasta están aquellos que intentan acrecentarlo para ampliar su órbita de control haciendo gala de una postura cuasi enfermiza.

En cualquier caso, el tema de fondo es esa desproporcionada energía puesta al servicio de la construcción política y el escaso esmero invertido en solucionar aquello para lo que fueron originalmente elegidos.

Claro que los protagonistas negarán descaradamente que esta descripción se ajuste a la verdad. Reconocerlo sería asumir que les preocupa mucho más el poder que la gente y eso sería lapidario para su ya alicaída imagen pública.

A estas alturas no tiene mucho sentido discutir al respecto. Después de todo, lo que importa son las percepciones y si bien pueden ser opinables lo que resulta trascendente es que la sociedad se da cuenta de lo que acaece, porque lo vive en primera persona en cada instancia de su recorrido.

El relato tradicional de la política dirá que sin poder real es imposible proveer soluciones y gracias a esa justificación explicarán esa excesiva concentración en lo estrictamente electoral.

La conquista de votos se transforma así en el centro de atención y todo parece girar exclusivamente en torno a ello. Esa dinámica es la que impera y nada hace pensar que esa impronta pueda cambiar en el corto plazo.

Nadie espera que los políticos no continúen empecinados en jugar su juego, pero deberían evaluar que un excelente camino para obtener el acompañamiento en las urnas consiste en convertirse en un intérprete astuto de las demandas populares esas que emergen desde el humor social.

El desprestigio de la política se ha incrementado a lo largo de las últimas décadas. La crispación social se agudiza progresivamente mientras los que deben hacer algo al respecto siguen tirando de la cuerda sin sentido.

En ese contexto, en esta eventualidad tan compleja como la actual, repleta de intrincados dilemas e inconvenientes sofisticados que conviven, todo se presenta de un peor modo y eso se traduce en desesperanza y desazón.

Hoy se está transitando una situación muy particular. Crisis económica profunda y elevada inflación, pobreza estructural y desempleo, pero además complementariamente, una pandemia interminable, interrupciones en el servicio eléctrico y de agua potable, temperaturas sofocantes e incendios rurales a mansalva. Mantener el equilibrio emocional con esa escenografía no parece una tarea muy sencilla.

Frente a esta innegable realidad y mientras todos intentan lidiar con esas vicisitudes, una casta de políticos absolutamente desconectados se dedica a sus insoportables internismos, intercambiando declaraciones en los medios de comunicación como si sus diferencias fueran más relevantes que los problemas terrenales de los habitantes.

Festejan con bailes cuando ganan elecciones, distribuyen sonrisas por doquier en televisión en momentos realmente apremiantes para todos, discusiones superfluas e intrascendentes son parte de una lista de desvaríos que podría extenderse casi hasta el infinito.

Los políticos precisan recapacitar, replanteando su rol y comprendiendo acabadamente el mundo en el que desarrollan su accionar y las responsabilidades que han asumido cuando se ofrecieron voluntariamente como los más indicados para conducir los destinos de sus comunidades.

No están allí por azar, sino porque ellos así lo han querido y porque miles de ciudadanos creyeron que eran los mejores para estas circunstancias. Va siendo hora de que se hagan cargo de eso, dejen de mirar al costado, de buscar responsables externos y se pongan manos a la obra, con la seriedad que la coyuntura lo amerita.

Mucha gente la está pasando verdaderamente mal, sufre por la imposibilidad de salir adelante, de resolver cuestiones esenciales, combate contra la burocracia, la impericia, la negligencia y también debe soportar la actitud desubicada de sus dirigentes que ni siquiera tienen el mínimo de empatía con el prójimo como para disimular sus mezquinos proyectos.

No se trata ya de enfadarse con lo acontecido. No se puede volver el tiempo atrás, pero si se debe tomar nota de lo que ha pasado y aun sigue ocurriendo, para dar el primer paso y empezar a cambiar de cuajo las patéticas prácticas habituales entendiendo lo que sucede y mostrando al menos un poco más de respeto ante las evidentes sensaciones mundanas.

¿Te gustó la nota?

Ocurrió un error

Comentarios