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Entre el espanto y la esperanza

Por El Litoral

Miércoles, 11 de octubre de 2023 a las 01:00

El espanto se apodera de la escena nacional, en un contexto internacional de terror: los flagelos de las guerras afuera, se mezclan con la corrupción y el despropósito que hacen más urticante una galopante crisis económica fronteras adentro de la Argentina. 
Aun a´si, no hay duda que habrá un futuro mejor, si se recupera la esperanza con los pies en la tierra. 
La dirigencia política ha estado demasiado tiempo ocupada en sus intereses, sin dar respuestas a los problemas acuciantes de la gente. Mientras tanto, los escándalos se suceden y pese a la obscena sucesión que culmina con el yate Bandido navegando en el Mediterráneo, parece que se han incorporado a nuestra realidad cotidiana. Nos acostumbramos. Acontecen. Como el cambo climático: están ahí. ¿Cuál es el escándalo de hoy?
Sorprende acaso descubrir empleados fantasmas de una Legislatura que multiplica los dineros con nóminas truchas para financiar la política y los bolsillos de unos pocos poderosos.
Acaso un intendente dedicado por años a la actividad política puede compensar en un divorcio con 20 millones de dólares a su ex esposa y navegar por el Mediterráneo en lujoso yate rentado mientras la miseria asola su territorio.
Además, la realidad cotidiana nos abruma a todos: los precios no cesan de subir más y más rápido, así los salarios alcanzan menos cada día y las soluciones no aparecen en el horizonte, invitándonos a invocar subterfugios disruptivos en lo inmediato para escapar del sufrimiento.
Pero, la experiencia demuestra que frenar un proceso inflacionario en aceleración una vez que se ha desatado sólo es posible a un costo macroeconómico considerable. Ocultar esta verdad no debería ser la preocupación central de quienes diseñan los mensajes de campaña, aun cuando algunos notorios gurúes lo recomienden abiertamente sin ponerse colorados, ya que ello solo lleva a multiplicar el costo que la gente deberá pagar inexorablemente en el futuro.
Superar la actual encrucijada llevará mucho tiempo y obligará a elevar la complejidad de la gestión pública a un nivel pocas veces visto para superar el problema en la menor cantidad de tiempo posible. Ante esta perspectiva, de nada sirven los planteos simplistas que reducen a lo meramente monetario el núcleo de la resolución del problema; no será con medicinas milagrosas que sanará el cuerpo social devastado por una alta y persistente inflación.
Ni una moneda digital (cbdc) ni la dolarización son la panacea universal. La moneda no gana o pierde valor por su mero signo sino por ser la representación de un contrato social vigente. Su desvalorización no se frena haciéndola desaparecer de una u otra manera. No es su forma lo que más importa.
La raíz de la cuestión es la confianza que consolida el contrato social que representa y la clave para restituirla es la comunicación sincera, objetiva y franca, sin dobleces, entre el político y sus votantes.
Dedicar tiempo a discutir quimeras nos impide debatir seriamente en torno de las buenas prácticas que puedan otorgar coherencia a las propuestas de las distintas fuerzas políticas en pugna. Así, los votantes quedan huérfanos de liderazgo, sumidos en un mundo de ensoñación que pronto se convertirá en pesadilla. Lo cierto es que nada puede reemplazar una política económica que haga de la sensatez su eje. Solo se trata de administrar de manera criteriosa los recursos públicos con eficiencia, honradez y racionalidad, algo que en la Argentina del siglo XXI ha brillado por su ausencia.
No hace falta reinventar la teoría económica, ni refundar la Nación resucitando valores decimonónicos vociferando insultos para encontrar un camino que conduzca a un mejor porvenir. Simplemente, hay que recurrir al sentido común.

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