Qué rápida sentencia que usamos los humanos escatimando virtudes primarias. Preciosos regalos de la vida puestos para empoderar nuestra capacidad.
Distinguir o exaltar un cúmulo de aciertos que lejos de menospreciar, premian. Sucede que no siempre el aspecto exitoso, es el pasaje. Por el contrario, no se requiere belleza para subsanar lo esencial: la inteligencia.
Uno, desde la posición correcta como obrando desde un teodolito relevando superficies, desde nuestro propio campo de visión, discernimos la verdad-mentira, cuyo halago por certera no suma dudas.
Me ha tocado alguna vez luchar en la carrera de Gerencia Publicitaria, cuando en Corrientes se manejaban importantes firmas nacionales, y las agencias eran agencias con numerosos profesionales y especialistas en ventas, momento íntimo del tráfago por la pelea personal que las promociones de cargos van exigiendo en su ascendente carrera de niveles.
Hora de hacer valer los lauros más allá del acicalamiento de la imagen, sino exponiendo que más allá del carisma que existe y algunos se lo tienen más que otros, es el talento lo importante.
La dedicación de brillante desempeño, en la búsqueda permanente de la excelencia, en que el talento debe hacerse ver con frecuencia y los resultados alcanzados producto de ello, jamás ceder.
No valen “los porotos” sino partidas ganadas. Es cuando los pingos se alinean junto a la cinta de largada. Y, carreras, son carreras diría algún ducho. Pero el talentoso lleva la de ganar casi siempre, salvo de un arreglo previo si es lo que hubiera.
Creo en el talento de las personas. En el apego a su trabajo. En las ganas de superarse aprendiendo mucho más, perfeccionándose.
Pero más que nada los principios refrescados por Joan Manuel Serrat en oportunidad de recibir el Premio Princesa de Asturias en las Artes, enseñan y visibilizan virtudes que siempre conllevan a lo mejor en un país normal.
Son ejemplos de vida, inflexibles e inamovibles, cosechadas de la rutina diaria aprendidas en carne propia, abrevadas por el buen sentimiento. La bondad a la larga, germina que iluminen de lauros nuestras vidas.
Por eso me emociono cuando el hombre toma el verdadero camino, porque por allí pasa el camino. No importa su aspecto, lo importante es su alma.
Dijo en una parte de su alocución Joan Manuel Serrat: “Prefiero los caminos a las fronteras”. Es decir el verdadero camino real para llegar. Poniendo a la razón como “la fuerza y el instinto a la urbanidad” O sea la suma de compartir, afianzando, con el respeto hacia los otros.
El compartir criterios sin llegarse a las manos, que las buenas costumbres permiten entablar acuerdos que en la ira, nada es posible.
Acentúa ser un “animal social y racional que necesita del hombre más allá de la tribu”. Fuera de la masa, allí donde en la calma de la soledad es capaz de hablar frente a frente disipando diferencias, buscando el yo de cada uno, sus preciados bienes como el respeto sagrado.
Reafirmó lo esencial para una sociedad turbulenta donde las peleas promovidas por la desigualdad tiene patrias absolutas: ”Creo en la tolerancia. Creo en el respeto al derecho ajeno, como única manera de resolver los asuntos justamente.”
Las luchas por la diferencias siempre estarán presentes porque el derecho de opinar cada cual lo tiene y en este ajuste, urgido y obligado, que siempre detona en economía y la corrupción, específicamente Argentina, que por mucho tiempo ha sido costumbre, ha disparado a la “sierra” a su máxima velocidad implacable.
Hay buena voluntad, férrea diría por una vuelta a la normalidad que la ética nos estableció antes de habernos transformado en barras bravas.
O, sea, el desorden arrancando a pedazos, a puras dentelladas, que para compilarlo se nos va la vida, porque al sacrificio de ida y vuelta no se lo aguanta nadie ni mucho menos para quien batalló en mucha de esas contiendas.
Ese tratamiento dispar contra la realidad para la evaluación humana porque se nos ve “deslucidos”, tal vez callados, disminuidos, no puede ser el equivocado producto de clasificar, sellando para siempre una irrealidad que pinta equivocadamente a las personas.
Por suerte, el poeta descubrió que “En las pequeñas cosas”, la breve poesía de Serrat, confirma que no está en las grandes-elocuencia de las cosas, la auténtica riqueza sino en las mínimas, las que se escapan por pequeñas.
Por eso me emociono cuando el hombre toma el verdadero camino de comprensión, porque por allí pasa el camino. No importa su aspecto lo importante es su alma.
Uno se cree que nos mató el tiempo y la ausencia. / Pero su tren / Vendió boleto de ida y vuelta. / Son aquellas pequeñas cosas. / Que nos dejó un tiempo de rosas / En un rincón, en un papel / o en un cajón. / Como un ladrón / Te acechan detrás de la puerta / Te tienen a su merced / Como hijas muertas. / Que el viento arrastra allá o aquí. / Que te sonríen tristes y nos hacen que / Lloremos cuando nadie nos ve. /
LA GENTE ES LO IMPORTANTE. POR ESO SU BIENESTAR, LO ES MUCHO MÁS. COMO EN LAS PEQUEÑEZ DONDE RESIDIERON VALORES. COSAS QUE FUERON.