Corría el año 1837 y en Corrientes ocurre un hecho que la historia registra como algo no tan habitual, ¿pero qué ocurría? sí, ocurría. Los protagonistas centrales de esta situación fueron el Gobernador Rafael Atienza y el notable naturalista y médico Amado Bonpland, quien había venido al Río de la Plata en 1817, invitado por Rivadavia y Belgrano cuando visitaban Francia como embajadores argentinos, promocionando las virtudes de nuestra Revolución de Mayo de 1810 y la Independencia declarada en Tucumán en 1816. Este notable francés que se radico en Corrientes en el año 1821, se llegó hasta el Taragüí atraído por su olfato, y el aroma de nuestras plantaciones de Yerba Mate. Planta que el sabio descubre, primero, cuando visita la Isla Martín García estando en la ciudad de Buenos Aires. Y ahí ve una planta que le llama la atención y pregunta a su guía, ¿qué es? Y este le responde “Caá”, y Bonpland replica agregando, ¿si, pero no es de acá?
Se entusiasma y prepara lo que iba a ser un largo viaje. Se interna en una embarcación con un ayudante y remontan el río Paraná pasando por Esquina, Goya, Bella Vista, Riachuelo y llega a la ciudad de Corrientes. Descansa, y su olfato (intuición maravillosa del naturalista que ya había viajado con su amigo, el alemán Alexander Humbold, hacía 20 años atrás cruzando el océano desde Francia hasta el Caribe de nuestra América. Luego de 2 años volvieron a París con 60.000 plantas y hiervas de toda especie.
De Corrientes siguen por el río Paraná hasta Itá Ibaté, y de ahí continúan en carreta. Se interna en Misiones y hace una parada en Santa Ana (Misiones). Ahí entre selva y matorrales descubre una plantación vieja de “Yerbales” y Bonpland se entusiasma y hace resurgir la ruinosa población transformado los métodos de explotación del mate.
Es que esto ya funcionaba, pero hace mucho. Trescientos años atrás, cuando llegan los Jesuitas a esta zona del Guayrá, advierten que ese “yuyo” que los indios lo consumían en un pequeño recipiente, era como que los revitalizaba y los mantenía saludables, ágiles y trabajadores. De ahí que los Jesuitas descubren la “magia del implante”, ¿por qué? Porque las plantaciones naturales del “Caá” estaban en medio de la selva a más de 300 kilómetros y ellos encontraron la manera de traer “plantines”, y los plantaban en las Reducciones que organizaron en modernos pueblos.
Cuando el Rey III de España decide por pedido del Papa expulsar a los Jesuitas de América en 1767, prácticamente las ciudades guaraní cayeron en la decadencia y con ello desapareció la yerba. Amado Bonpland se instaló en San Borja, Brasil, frente a Santo Tomé, Corrientes, y en este pequeño pueblo se dedicó al cultivo.
Por entonces, año 1833 Rafael Atienza resulta electo a la primera magistratura de la provincia para suceder a Pedro Ferré. El cargo asumió el 25 de diciembre de 1833 y al poco tiempo lo sindicaban como “Rosista”. No era para menos, tuvo actitudes como "el uso obligatorio del cintillo punzó" que le hizo perder la simpatía con el correntino. Es que el “travieso” tirano porteño Juan Manuel de Rosas, le tendió una trampa y lo engañó. La primera prueba de amor que le dio Atienza al tirano, fue cuando en un manifiesto público adhiere a la política de Rosas.
Reelección de Atienza - culminaba el mandato y Atienza, en contra de lo que prescribía la Constitución Provincial, comenzó a trabajar por su reelección. Dentro del Congreso Provincial Pedro Ferré se opuso tenazmente a que ello ocurriera y la mayoría de la asamblea lo apoyó y fue reelecto al ser derogado el artículo constitucional que lo prohibía (Art. 10 Sec. 6ta.). Nunca hubo reelección en Corrientes.
El primer caso de soborno - Se produjo el primer caso de soborno político en la historia correntina. El diputado de San Roque Justo Díaz de Vivar compró el voto en favor de Atienza a un colega de San Miguel, Blas Barría, por una onza de oro, bajo la arcada del Cabildo. Y así asume el 25 de Diciembre de 1836 el 6to. Gobierno de Corrientes Rafael León Atienza (Reelecto). Acentúa aún más su alianza política con Rosas.
Muere el gobernador Atienza - El 2 de diciembre de 1837, repentinamente mientras inspeccionaba y organizaba tropas en Curuzú Cuatiá, enfermó gravemente y fue traído en carruaje Amado Bonpland desde su establecimiento. El francés se hace cargo en Curuzú Cuatiá del enfermo, lo revisa y ordena una sangría, toma un cuchillo bien filoso y produce una incisión en el codo de casi diez centímetro. Durante siete días lucha denodadamente por salvarle la vida.
Tres eran los médicos que atendían al Gobernador: Juan Gregorio Acuña, Antonio Salinas y Tiburcio Gómez Fonseca, recayendo sospechas sobre el primero de esa terrible actitud. Es que Amado Bonpland consideró el caso, un acto de intoxicación por arsénico. Se sorprendió enormemente el francés al constatar la medicina que se le suministraba a Atienza. Así el 2 de diciembre a las nueve de la mañana muere el Gobernador de Corrientes.
El general José María Paz enterado tiempo después de este acontecimiento, realiza este comentario: “El doctor Juan Gregorio Acuña era el médico principal del ejército, y bajo mi jefatura en el campamento de Villanueva, momentos previos a la batalla de Caá Guazú (28-11-1841), tuve malestares y me puse bajo su curación. Al saberlo don Pedro Ferré, me escribió reservadamente, y aun me manda a decir con un oficial de su confianza, que no tomase los remedios que me propinase Acuña, sino los que él me remitía, a cuyo efecto me fue entregada de su parte una dosis proporcionada de medicamentos adoptados. Véase la idea que tenía el mismo Ferré de la moralidad de Acuña”.
Trampa de Rosas a Atienza - Lo dice Pedro Ferré en sus memorias: “Atienza habiendo muerto su padre, don Nicolás de Atienza, sostenía un pleito en Buenos Aires sobre intereses testamentarios, contra don Ángel Sánchez Picado por lo que recurrió a Juan Manuel de Rosas para que lo apoyara en estas gestiones, así es como Rosas aprovechó esta situación para extorsionarlo con cuestiones políticas. El Gobernador Atienza conoció este engaño poco antes de morir. Cuando el gobernador Atienza se lo recordaba a Rosas del juicio, el tirano hipócritamente le decía, que él como gobernador no se podía inmiscuir con facilidad en cuestiones que le son propias al Poder Judicial. Si el Poder tiránico de Rosas no tenía límites porque no regía una Constitución, ni leyes y la Justicia era él.
Poco antes de morir, Atienza conoció el engaño y me leyó una carta de Rosas, en la que haciendo uso de su acostumbrada hipocresía, se disculpaba de la finalización del pleito diciéndole que no podía conseguirla porque el gobierno no debía intervenir en los tribunales de justicia. ¿Quién ignora que Rosas era absoluto y despótico en todos los ramos?
Atienza se exaltó cuando conoció la maldad, pero ya era tarde:
¿Quién lo envenenó? - Yo se los cuento. No me caben dudas, que de los tres médicos que lo atendían al Gobernador Atienza, José Gregorio Acuña, Antonio Salinas y Tiburcio Gómez Fonseca. Ha sido mi compoblano Acuña, médico que egreso de la Universidad de Buenos Aires. Participó en todos los Ejércitos que Corrientes armó para libertar y organizar a la Nación. Seguramente su pasión no superó la traición de Atienza. Fue quien más arriesgó su vida como médico en los ejércitos que lucharon contra Rosas, hasta la batalla de Arroyo Grande en 1842. Después de esta derrota huyó como todos hacia tierras correntinas, pero en San Roque, al ser descubierto por el enemigo, lo detuvieron y fue fusilado junto a su colega Ventura Salinas, el 23 de enero de 1843, con tan solo 36 años.