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Lo freak vs. lo clásico

Sabado, 18 de octubre de 2025 a las 21:22

Virginia Gallardo, la dama influencer, actriz, panelista, vedette y candidata a diputada nacional por La Libertad Avanza sintetiza en Corrientes el desafío que le aguarda tanto su partido como al electorado. La muchacha procedente de la farándula representa lo nuevo, lo raro y lo distinto, como contracara de la política tradicional encarnada por competidores profesionales que vuelven por sus fueros en una pulseada entre lo clásico y lo freak.
La ex reina de la naranja goza de un alto nivel de conocimiento público, galvanizado a lo largo de varios lustros en la televisión y en los escenarios porteños. Se presume que su personalidad afable cae bien en una porción del electorado, especialmente en jóvenes que estarían dispuestos a votarla con tal de llevar al Congreso a una representante diferente a todo lo conocido.
Como en el menemismo de los 90, “la” Gallardo es una exponente implantada en el almácigo de la política por razones de magnetismo. Se cree que refresca la oferta electoral, que puede captar votos más allá de sus discutibles aptitudes para la responsabilidad de hacer leyes y que -como en su momento lo fueron Scioli, Reutemann o Palito Ortega- expandirá sus potencialidades a medida que comience a nadar en las procelosas aguas del Congreso.
¿Es tan así? Este análisis hace foco en la figura de la mujer que alguna vez ganó fama como novia del fallecido magnate Ricardo Fort (un adelantado que conquistó el cariño de miles a partir del desprejuicio con que mostraba sus autos de lujo y sus aventuras en Miami) para advertir lo que Karl Marx vaticinó en el siglo antepasado: la historia se presenta primero como tragedia y luego se repite como farsa.
Marx aludía a la caída de la Segunda República francesa y al intento de recuperación imperial pergeñado por Luis Bonaparte para reinstaurar la hegemonía que alguna vez ejerció su ilustre tío, el auténtico Napoleón Bonaparte, señor de las guerras e impulsor de reformas políticas y jurídicas que perduran cual matrices imperecederas en los códigos del derecho actual.
Lo que fue un final trágico en Waterloo, con el posterior confinamiento vitalicio del depuesto emperador en la isla de Santa Elena, se repetiría como farsa décadas más tarde, cuando Luis Bonaparte fue echado del poder con deshonor, pues había respaldado a la burguesía y fomentado el crecimiento de grandes empresas industriales sin observar las condiciones de trabajo a las que eran sometidos los obreros (quienes inicialmente lo habían apoyado para su llegada al poder). Surgía la izquierda, las ideas de Marx ganaban terreno mientras el segundo Napoleón desilusionaba a sus antiguas bases.
El desenlace farsesco finalmente hizo eclosión. Sin la gloria de su ilustre tío, cuyo nombre había utilizado para escalar posiciones hasta resultar electo con apoyo de un incipiente movimiento proletario, Luis Napoleón Bonaparte se transformó en enemigo público y fue rápidamente defenestrado en un epílogo prosaico que le dio la razón al fundador del socialismo.
Va otro ejemplo: si el éxito reeleccionista que logró Carlos Menem con la tracción de los outsiders en la campaña de 1995 encontró su trágica defunción en el levantamiento social de 2001, cuando estalló por los aires la convertibilidad (el tipo de cambio encadenado por la paridad peso-dólar) y se llevó consigo al presidente Fernando de la Rúa tras ordenar una brutal represión con decenas de muertos, ¿estamos cerca de repetir aquella historia, pero en su versión grotesca?
Así como Menem ganó con sus patillas y sus formas caudillistas, a caballo de promesas taquilleras que nunca se concretaron como el salariazo y la revolución productiva, Javier Milei es el “león” que llegó para saciar el apetito de un cambio de raíz. La sociedad lo votó porque lo anterior fue tan desastroso que prefirió un salto a lo desconocido. Arribaron así las Fuerzas del Cielo, los antisistema llamados a erradicar los privilegios de la casta con una motosierra que prometía ajustar a los acomodados para favorecer a los que ponen el lomo. Ocurrió todo lo contrario.
Salvo por la morigeración inflacionaria, lograda gracias a un tarifazo despiadado y a la depresión del consumo, lo demás fue una constante supresión de derechos sociales de los que no se salvó ningún sector. Veamos: jubilados, universidades, discapacidad, educación, salud, obras públicas, rutas, producción agropecuaria, industria manufacturera, pymes, trabajo registrado, salario real y numerosas subcategorías que se desprenden de los rubros troncales en el vasto andamiaje socioeconómico del país.
Ahora que, como Luis Bonaparte, Milei desairó a sus votantes sin haber proporcionado los beneficios que -según se cansó de vociferar- devendrían de su estricto plan de déficit cero, la pregunta es si su extravagancia, sus shows de rock y el respaldo estadounidense expresado en una inédita intervención del Tesoro norteamericano le serán suficientes para sostener la expectativa de futuro. En especial porque el rescate dispuesto por el presidente Donald Trump tiene fecha de vencimiento, prorrogable según cómo le vaya a La Libertad Avanza en las parlamentarias del domingo que viene.
El veredicto de las urnas es, como se sabe, clave para la marcha de un gobierno que, además de hacer agua en el flanco económico, ha perdido su inmaculación a fuerza de sospechas de corrupción y vínculos de su ex candidato estrella (el “profe” Espert) con el narcotráfico. Un contexto de alto riesgo que obligó al presidente Milei a contrarrestar tantos puntos débiles con su principal figura que no es otra que él mismo, devenido en frontman de las recorridas proselitistas.
El intento de mantener la centralidad frente a la desazón de los votantes incluye como escoltas a las figuras ajenas a la política, un recurso de cuño menemista que el mileismo aplica para limar la desventaja que, según las encuestas, enfrenta en relación con los oficialismos provinciales.
Virginia Gallardo lo intentará en una disputa que la tendrá como aspirante al segundo lugar en la provincia, con un nada desdeñable capital propio de 2.4 millones de seguidores en Instagram que no necesariamente se traducirán en votos, pero fungirán como plataforma de sustentación para que su performance sea, cuando menos, decorosa, en puja con Rulo Hadad (el aspirante del PJ) y varios cuerpos por detrás de los favoritos de Vamos Corrientes, Diógenes González y Práxedes López.
En la comparativa con la otra candidata mediática, la también vedette y actriz Karen Reichardt (segunda en la lista bonaerense atrás del ascendido “Colorado” Santilli), “Vir” no cometió pecados capitales. Lo suyo fue un error en la cifra de pobres y un sincericidio acerca de sus nulas cualidades para la faena legislativa, pequeñeces al lado de los desatinos xenófobos de la ex “Brigada Cola”, autora de la tristemente célebre consigna según la cual todo aquel que no vote por las ideas de la libertad padece “una enfermedad mental”.
¿Es suficiente con Karen, Virginia, la hermana Karina, el superministro Caputo y el ajustador serial Sturzenegger? ¿Es suficiente con la inyección de dólares dispuesta por el amigo Scott Bessent para llegar a las elecciones con la cotización controlada artificialmente? Se sabrá dentro de siete días, pero mientras tanto s

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