Seremos como dioses. Donaremos a los hombres milagros estupendos, deliciosas bellezas, divinas mentiras, les regalaremos la convicción de un futuro tan extraordinario, que todas las promesas de los sacerdotes serán pálidas frente a la realidad del prodigio apócrifo. Y entonces, ellos serán felices... ¿Comprenden, imbéciles?”
Roberto Arlt. (Los 7 locos).
Pareciera que estamos reviviendo los 90, un poco más rústico o grosero, especialmente auspiciado por quienes tienen la obligación y también la posibilidad de comunicar y ser oídos por millones de argentinos. Las épocas han cambiado un poco, algoritmo de por medio, IA, streaming, tik tok y cuanta variedad de posibilidades de decir y escuchar surcan el aire.
Sin embargo, frivolidad significa lo mismo y la pérdida del valor de la palabra nos muestra esa recurrente crisis ética que de tanto en tanto asoma y así ya no vemos al otro, nos domina la singularidad y avanzamos en ese afán individualista a perder las nociones más elementales de la vida en sociedad.
Pueblo, democracia, solidaridad, libertad son nociones puestas al servicio de la dominación. Así es que de pronto aparecen los protectores del sistema. Sembrar el pánico para después aparecer como los salvadores de la Patria es algo tan viejo como las tiranías. Ya lo vivimos desde otros ángulos con el terrorismo de estado. Ahora hacen terrorismo financiero, miedo a la suba del dólar, el rebrote inflacionario, angustia ante la posibilidad de quedar sin disfrutar de vacaciones. Diría Spinoza, los déspotas explotan nuestras “pasiones tristes”. Incluso aquellas de los que no tienen ni un dólar ni posibilidades de vacaciones. Reducidos a la impotencia, nos parece hasta necesario que los poderosos vengan al rescate, muchos incluso, reclaman su intervención.
Esa grave corrupción financiera pareciera que no nos conmueve, no produce reacción moral. Ponen plata, se la llevan con jugosos dividendos en la timba financiera, que ahora llaman carry trade, quedamos con deuda y de premio “por el favor” les regalamos los recursos naturales. Las voces que se oponen han perdido influencia. Hay una especie de derrumbe del pensamiento crítico. ¿Ineptitud? Agotamiento? En algunos casos hasta sospecha de complicidad.
La sociedad que se impone por el momento, no creo sea permanente, llamada de libre competencia es todo lo contrario a lo que ofrecemos desde el Movimiento Nacional como una colectividad ética o comunidad organizada. ¿Cuáles fueron los fenómenos que sucedieron para que el “otro” pase a ser un extraño, el compañero de trabajo un competidor y la guerra de “todos contra todos” el ejercicio de la libertad? Es una pregunta que debemos contestar, analizar los contextos históricos y buscar soluciones. Es un trabajo colectivo de aquellos que pensamos similar, por ello excede este espacio.
La cuestión es que el sistema desintegrador se impuso electoralmente y, aparentemente, no les costó tanto. Lo que aparece como un loco gritando a las pantallas, agitando con vulgaridad, seguramente está absolutamente pautado, son simulacros que nos hacen reír, divertir y creer que ahí está el placer. Puro brutalismo mediático. Que la auto eficiencia económica nos hará libres y felices. Que eso es libertad.
En algún momento esto se termina, la impotencia y la crisis existencial se van a evidenciar, las carencias económicas se van a sumar a las afectivas, la parálisis pasará y hay que estar preparado para salir con nuevas formas de solidaridad, de participación, reinventar la conexión humana.
Una luz alumbró en el norte
“Durante demasiado tiempo la libertad ha sido un privilegio reservado a quienes podían pagarla. La dignidad es libertad”.
Así vociferaba su discurso de cierre Zohran Mamdani poco antes de ser electo como alcalde de Nueva York, su victoria representa mucho más que un triunfo electoral: es un rayo de esperanza. Su ascenso político, sin precedentes y libre de las grandes inversiones de los lobbies, ha demostrado que aún es posible hacer política desde la convicción y la acción colectiva. Lo más destacable del fenómeno Mamdani no es solo su victoria histórica, con más del 50% de los votos, sino el cómo la ha conseguido. La campaña política no solamente ha sido brillante, sino que ha movilizado a uno de los sectores más desengañados con la política: la generación Z. Su presencia en espacios jóvenes en las redes sociales no solo le ha humanizado, sino que no ha caído en el marketing vacío y su comunicación digital ha sido genuina, transparente y participativa desde el primer minuto. El llamar a tres millones de timbres significa que la política puede volver a ser una práctica de comunidad, de encuentro y de acción.
En la Argentina con el musulmán de los 90 nos fue muy mal, así que busquemos por otro lado. Milei, copiando a Trump desde el ridículo, dice que hay un Ruso Comunista en la provincia de Buenos Aires. Y algo hay, ni ruso ni comunista, es un compañero peronista haciendo musculatura, tal vez no el único. Hoy representa una esperanza.