Spoiler: vota casi la misma gente. No bajan extraterrestres ni hay fuerzas sobrenaturales que abducen mentes entre una urna y otra. Lo que cambia no son las personas sino el clima y el motivo principal del juego en cada elección.
En los medios de comunicación, en las redes y en el trabajo, los fundamentalistas de ambos bandos discuten todos los días y, en general, votan siempre a los mismos. Pero son minoría: 4 de cada 10 (2 y 2 de cada lado de la grieta). Las elecciones las definen los otros 6, que no pertenecen al núcleo duro de nadie y se inclinan para un lado u otro según su conveniencia concreta en cada elección.
Corrientes es caso de estudio: 2013, 2015, 2017, 2021 y 2023 muestran un patrón repetido. El gobierno provincial logra resultados muy sólidos en elecciones provinciales, capitaliza gestión y cercanía, y avanza en municipios; meses después, en elecciones nacionales, el rumbo nacional, el humor económico y la agenda país producen resultados diferentes. La misma gente, distinto clima.
Tres elecciones, tres reglas de juego
1) Municipales: la cuadra manda
Razones cercanas: calles, alumbrado, recolección, salita, club, transporte, seguridad del barrio.
Conocimiento directo: “¿Lo vi trabajando? ¿Me atendió? ¿Me resolvió algo?”. Importa la cara y la biografía del candidato.
Experiencias previas: premiar o castigar es más simple, porque el vínculo es cara a cara.
Traducción práctica: aquí gana quien muestra servicio, presencia y respuestas concretas. Todos conocen a los candidatos,
2) Provinciales: gestión vs. cambio
Se complejiza la decisión: aparecen empleo, salarios estatales, salud, educación, obras estratégicas, equilibrio fiscal.
La elección tiende a ser un plebiscito al gobierno de turno: continuidad o cambio.
Pesa más la gestión que la bronca (aunque la bronca exista). La gente compara: “¿Cómo estábamos y cómo estamos? ¿Quién puede garantizar estabilidad y avance?”. El candidato representa lo que quiere la gente.
3) Nacionales: rumbo, no personas
Casi nadie conoce a los candidatos nacionales. No tienen representatividad ni legitimidad local.
Se elige dirección: modelo económico, orden político, relación Nación-provincias, expectativas de futuro.
La economía inmediata y la narrativa de “lo que puede pasar el lunes” inciden fuerte en el voto. Casi nadie vota por los candidatos
Claves del comportamiento (sencillas y disruptivas)
Misma gente, distinto clima: la identidad no cambia de un mes a otro; el marco mental sí.
Los 6 decisores: no son traidores ni volátiles; son pragmáticos. Votan por conveniencia razonable según el nivel de la elección.
Cercanía vs. abstracción: cuanto más local, más pesa lo tangible; cuanto más nacional, más pesa el rumbo.
Premios y castigos son segmentados: alguien puede premiar a su intendente y castigar a su gobernador o al presidente (y viceversa) sin contradicción.
Encuestas “contaminadas” por el clima: medir nacionales en pleno fervor provincial distorsiona. El contexto emocional condiciona la respuesta.
Miedo a la ruptura: cuando una campaña promete un “lunes negro”, mucha gente evita el salto al vacío. Protege lo poco o mucho que tiene.
El voto es libre e infiel: nadie “tiene” el voto de nadie. La gente compara y cambia si le conviene.
La BUP potencia la libertad: la Boleta Única Papel facilita elegir “a la carta”; menos arrastre, más decisión individual.
Bronca sin propuesta no alcanza: señalar culpables sin decir cómo se resuelven los problemas espanta al elector moderado.
Corrientes rompe la polarización: cuando el votante distingue niveles, desarma la grieta y arma su propia boleta racional.
El dato incómodo para la rosca
En la conversación pública, ambos lados se especializan en explicar por qué no hay que votar al otro. Listan prontuarios ajenos como si ellos pertenecieran a las hermanitas descalzas.
Pero evitan lo esencial: ¿cómo van a contribuir a resolver los problemas concretos de la gente? Sin “cómo”, no hay confianza.
En las legislativas nacionales del 26 de octubre, durante septiembre y principios de octubre el clima seguía impregnado por la elección provincial. Si hubiéramos medido nacionales en esas semanas, el resultado habría salido contaminado por ese humor: nombres provinciales, gestión local a flor de piel, orgullo por obras y orden. Cerca del 26, en cambio, afloró la apatía, el hartazgo con la política que se pelea por TV y no conversa con la vida real, y el temor a que el lunes todo se desordene (dólar, precios, trabajo). En ese contexto, una parte importante del electorado vota para que no pase el apocalipsis. Es racional: prefiero enojarme hoy antes que perder mañana.
Corrientes, excepción que confirma la regla
Corrientes fue, otra vez, la provincia que rompió la polarización nacional. ¿Por qué?
Porque su electorado diferencia: en provincia premia gestión y orden, en nación opina sobre rumbo.
Porque hay una cultura cívica que distingue el rol de cada gobierno.
Porque la conversación local tiene raíces: municipios y provincia están cerca, Nación es disputa de modelos.
Los resultados contundentes en elecciones provinciales y la expansión territorial en municipios conviven con resultados distintos en las nacionales meses después. No es magia: es madurez pragmática.
Qué deberían aprender los políticos (si quieren dejar de sorprenderse)
Dejen de subestimar a la gente. No es tonta, no compra argumentos berretas. Compara y decide.
Expliquen el “cómo”. ¿Qué, cómo, cuándo, con qué recursos y con quiénes?
Hablen en plural: problemas colectivos → soluciones colectivas.
Respeten los tres niveles: municipal = servicio; provincial = gestión; nacional = rumbo. Campañas distintas para partidos distintos.
Lean el clima a tiempo: la agenda no es lo que los políticos discuten, es lo que la gente necesita.
Usen bien la BUP: dejen que el vecino elija sin culpas. Si confían en su oferta, no necesitan “arrastre”.
Conclusión
El voto no es de nadie. Nadie tiene la vaca atada. La gente es cada vez más libre, más infiel y más egoísta en el buen sentido: decide según su beneficio razonable y el nivel de gobierno que está en juego. Con Boleta Única Papel, esa libertad se nota todavía más.
Si la política sigue subestimando al votante, seguirá “sorprendiéndose” el domingo a la noche.
Si entiende que la misma gente vota cosas distintas porque juega partidos distintos, empezará a diseñar campañas más útiles. Y tal vez, por fin, nos cuenten cómo van a arreglar lo que importa. Porque votar bronca es fácil. Votar futuro exige propuestas.
(*) Consultor en opinión pública