El proceso de selección del 10° secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que asumirá el 1° de enero de 2027, coincide con los 80 años de un organismo que nuclea a 193 estados y cuyos aportes a la estabilidad internacional son clave. La ONU debe velar por evitar futuros conflictos a gran escala, mantener de la paz, fomentar el desarrollo social y económico, promover la vigencia de los derechos humanos, observar el cumplimiento del derecho internacional y coordinar acciones de asistencia humanitaria.
El canciller Pablo Quirno oficializó la candidatura al cargo del embajador argentino Rafael Grossi, de 64 años, de quien destacó que “es reconocido internacionalmente por la extraordinaria tarea que viene desempeñando como director general de la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA) desde hace ya seis años”. Conformada por 180 países, esta organización en la que Grossi ejerce una conducción proactiva, con discreción e infatigable trabajo, promueve los usos pacíficos de la energía nuclear. En diálogo directo con jefes de gobierno y cancilleres de diferentes naciones, es el ejemplo del líder que surge ante la crisis, aceptando el desafío, y que cambia con facilidad el traje que viste por un chaleco antibalas y casco protector para ir al terreno.
Grossi ganó espacio en la prensa y en los círculos de poder mundial cuando la ONU le encomendó lidiar con Vladimir Putin y acordar con los iraníes la reanudación de las inspecciones nucleares, una delicada labor que lleva adelante con determinación, creatividad y paciencia de orfebre. Valiosas fueron también sus gestiones para que la zona de la central nuclear ucraniana de Zaporiyia permaneciera libre de disparos.
The New York Times destacó que el diplomático argentino “surgió como un mediador inesperado en un mundo en guerra, recibiendo el reconocimiento de los gobiernos involucrados. En una era de nuevos temores nucleares, Grossi se encuentra de repente en el centro de los enfrentamientos geopolíticos más críticos del mundo”. La publicación agrega que por su rol de referente global y mediador en conflictos, es admirado y respetado por Washington y Moscú como un interlocutor fiable. En su columna de opinión en Le Figaro, Guy Sorman escribió que “sin duda, el próximo secretario general será un diplomático argentino, Rafael Grossi”.
En pocos días, la candidatura de Grossi a la Secretaría General sumó los apoyos de la primera ministra de Italia, Georgia Meloni y del presidente de Paraguay, Santiago Peña. Una aquilatada carrera diplomática de 40 años en el Servicio Exterior de la Nación, centrada en aspectos de la no proliferación, acredita la trayectoria de Grossi, ejemplo de que el Estado argentino puede formar eximios cuadros basados en idoneidad y mérito. Hoy es el diplomático argentino más prestigioso y reconocido internacionalmente. Recibió el Premio Carlos M. Muñiz a la Excelencia Diplomática 2025, que otorga el Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI), y el doctorado honoris causa de la Universidad de Buenos Aires.
Frente al lobby de ONG internacionales que promueven que sea una mujer quien asuma el cargo, un debate que se repite, convendría tener presente que a la hora de focalizarse en las tenues líneas que separan la paz de la guerra, el género no hace la diferencia. Sorprendió por ello el apoyo de cuatro excancilleres argentinos (Rafael Bielsa, Jorge Taiana, Santriago Cafiero y Susana Malcorra) a la candidatura de “una mujer latinoamericana”. La expresidenta de Chile sería una digna opción para representar a nuestra región. Pero, frente la postulación del experimentado diplomático Grossi, retacear apoyo a la candidatura argentina revela mezquindad o una visión tribal y pequeña de la política exterior. La Argentina gozaría de una mejor posición estratégica al contar con la presencia de connacionales experimentados en relevantes instancias internacionales y regionales. Apoyar la presencia argentina en esos foros, acrecentaría el prestigio de nuestra nación ante un contexto geopolítico cambiante.
El experimentado abordaje de la realidad de Grossi le permite descifrar situaciones de enorme complejidad sin dilaciones y con mirada práctica. Probablemente, su capital más valioso sea su alta capacidad diplomática para construir confianza entre actores distantes y enfrentados. Un candidato probado y de gran valía para tiempos de crisis.