“La adhesión canina de Milei es para Trump un tesoro regional, caso testigo de un modo de gobernar que lo emula y que necesita que sea exitoso”
Marcelo Falak, periodista
Existen dos teorías sobre el transcurso de la historia. Una, la lineal, dominante en la ilustración occidental, considera que el progreso es continuo y hacia adelante. La otra, la circular, no niega el cambio, sino que interpreta el tiempo como una rueda que gira, haciendo que ciertos patrones o experiencias se repitan, permitiendo la evolución o el perfeccionamiento de los ciclos.
Creo que la lectura de la historia argentina, especialmente la de los últimos cincuenta años, se inscribe en el modo circular, pero con una variante. Los ciclos se repiten pero no se perfeccionan.
Vivimos en un déja vu casi permanente, esa especie de paramnesia que nos sugiere que algo malo va a ocurrir, algo que ya vivimos y que periódicamente nos tiene al borde de nuestros asientos y con el corazón en la boca.
Las recurrentes crisis económicas, cambiarias y financieras constituyen el patrón histórico de la Argentina, que determina la extrema sensibilidad de los actores, especialmente los mercados financieros, que en defensa de sus intereses especulativos, accionan el botón de emergencia ante cualquier turbulencia.
Estamos acostumbrados a vivir nuestra vida de ciudadanos comunes, pendientes de datos que quizás en otros países ni se conocen o no se sienten con la intensidad que el nuestro. El valor del dólar, la cotización de las acciones, las reservas del Banco Central, los números del riesgo país.
Los gobiernos también. Ni Milei, con su revolución libertaria, ha podido escapar a esa lógica, y a pesar de ser un negador consecuente, ha tenido que sucumbir nuevamente a la realidad de una corrida cambiaria con la fuerza potencial de acabar con su gobierno.
“El gobierno de Milei no escapó a la lógica argentina de sostener la economía con endeudamiento constante. La amenaza de una catástrofe cambiaria, nos depositó en el regazo de Trump”.
Y, es notable. Siempre terminamos cayendo en el mismo proceso disvalioso. Crisis, endeudamiento para salir de ella, divisas prestadas que se van por el caño para sostener el tipo de cambio, y vuelta a la crisis.
No olvidemos, por hablar de este siglo nomás, el megacanje de De la Rúa, que terminó con el estallido de 2001, o el préstamo sideral de Mauricio Macri con el FMI, que no impidió la crisis de 2018 y la pérdida de los comicios de 2019.
Obviamente, también este gobierno tiene su déja vu: tener como Ministro de Economía a quien cumpliera la misma función en la presidencia de los cambiemitas, Luis Caputo, con un comportamiento parecido y una estrategia casi calcada.
En abril de este año, el gobierno libertario salió a frenar un momento crítico con un préstamo del FMI por USD 20.000 millones, de los cuales se desembolsaron 12 mil millones. Hoy, a menos de seis meses, se repite, agravada, la corrida cambiaria que obliga al Toto Caputo a poner en marcha el operativo “mayday, mayday,mayday”, una señal de socorro utilizada en la aviación y en la navegación, cuando existe peligro inminente de una catástrofe.
El dólar imparable que perforó el techo de la banda, un riesgo país que se dispara a velocidad supersónica, una caída vertical de las cotizaciones de los bonos argentinos, obligaron al BCRA a tirar por el caño de los desechos, una multimillonaria cantidad de dólares, que no logró contener los ánimos de los inversores y especuladores. Había que actuar y ya. Sin nuevas ideas más que sostener el atraso cambiario con nuevo endeudamiento, se recurrió a las amistades que da la ideología y los teléfonos sonaron en Washington. Con sendos posteos en su red X, el Secretario del Tesoro norteamericano Scot Bressent, anunciaba apoyo absoluto. Los mercados, automáticamente, se calmaron.
“Dependientes, ahora, de la voluntad imperial de Trump, que nos concedió un préstamo excepcional, un poco por simpatía política y otro por cálculo geopolítico, tendremos que cumplir sus condiciones que todavía no se conocen con exactitud”
Emocionados hasta las lágrimas por el soporte amigo, el gobierno argentino entregó el poder al establishment trumpista, permitiendo que el propio Bressent se comportara como nuestro nuevo ministro.
Muy suelto de cuerpo, el norteamericano anunció que luego de las elecciones, se ocuparía de ordenar la deuda argentina, ante un Caputo con ojos lagrimosos. Más intervención de una potencia extranjera en nuestros asuntos, no se consigue.
Finalmente, se consiguió un swap de 20.000 millones de dólares por parte del tesoro norteamericano, cuyas condiciones no se conocen con exactitud, pero que apuntan a abrir el gobierno a las exigencias del norte.
Trump nos tiene dónde nos quiere tener. Su estrategia geopolítica es obvia. Sin aliados en Latinoamérica -Chile, Brasil, Colombia y México son el ejemplo- Argentina tiene que ser la cabeza de puente de su cambiante política. Y nosotros nos entregamos, un poco por necesidad y bastante por afinidad.
Por si ello fuera poco, Caputo instrumentó el “plan platita” al estilo “Massita”, eliminando las retenciones al campo por 7.000 millones de dólares, que en menos de tres días, como si contaran con información privilegiada, fueron copados por las grandes cerealeras exportadoras.
“Los 7.000 millones de dólares en exención de retenciones al campo, fueron ocupadas en tres días por grandes cerealeras exportadoras (Bunge, LDC, Confco y Cargill). Los productores, afuera. ¿Es casualidad que este gobierno siempre beneficie a los peces gordos?
“¿Qué clase de plan económico pega semejantes barquinazos y precisa de rescates por decenas de miles de millones de dólares cada cinco meses?” se preguntó el periodista Marcelo Falak. Respondo yo: un plan económico fracasado.
Ahora el preguntón soy yo: ¿Alcanzará el flotador norteamericano para salvar al gobierno de Milei del naufragio electoral? El consultor político Jaime Durán Barba sostiene que el capital financiero no atrae votos. Yo me permito decir que, si bien los salvatajes financieros no ganan elecciones, tienen el potencial para neutralizar un probable resultado electoral catastrófico para el gobierno.
Tal vez para el libertarismo, la cuestión sea el 26 de octubre. Para el país, la principal lo será luego del 26 de octubre. ¿Se habrán despejado definitivamente los nubarrones o simplemente es una tormenta que va corriéndose hacia el sur para tomar impulso y descargar toda su fuerza sobre una Argentina casi inerme?
Lo cierto es que, al parecer, estamos condenados a padecer gobiernos “a la gorra”, pero ahora bajo el ala del águila calva. Ello no nos saldrá gratis.