La 46° Peregrinación Juvenil del NEA a Itatí se convirtió este año en una verdadera travesía. Bajo lluvia intensa, barro y truenos que iluminaban el cielo, miles de jóvenes caminaron con esfuerzo y determinación hacia la Basílica, demostrando que la fe puede superar cualquier obstáculo. Con el cese de las precipitaciones, se espera que durante la mañana de este domingo se realice la misa central con todos los peregrinos.
La lluvia no daba tregua
Esta vez los peregrinos salieron de las capillas en combis hasta el cruce de ruta 12 y la ruta 43 en el acceso a Santa Ana. Cada paso era un desafío, los caminos exigían cuidado, los paraguas se doblaban con el viento y la lluvia empapaba las prendas que los peregrinos improvisaban para protegerse.
A las 15 horas, Monseñor Larregain, Arzobispo de Corrientes, y Monseñor Canecin, Arzobispo de Goya, bendijeron oficialmente a los peregrinos para iniciar el recorrido que cada año convoca a miles de jóvenes del NEA y de provincias vecinas.
Lourdes Romero, de la Capilla Santo Francisco de Jacinta de Corrientes Capital, relató a El Litoral: “Estamos saliendo con lluvia y truenos, nos pusimos bolsas en el cuerpo, pilotos y bolsas reforzadas en los pies. Salimos a las 3 de la tarde, ya estamos caminando hacia la Casa de María con la ayuda de Dios. Recen por cada uno de los peregrinos, los servidores, los guardias de seguridad y de salud”.
Los primeros grupos como los peregrinos de Entre Ríos o de ciudades como Santo Tomé, que llegaron por la mañana, tomaron el atajo por ruta 89, desde Ramada Paso, pero a medida que pasaban las horas y el agua se acumulaba cada vez más, algunos optaron por continuar por ruta 12 y luego la ruta 20, alertados por el barro que hacía difícil avanzar.
Caminos desafiantes
Bruno Lovinson, de Defensa Civil de Corrientes, explicó a este medio alrededor de las 17: “Todavía está transitable, pero mucha gente ya está dando la vuelta por la 20”.
Una hora después, la intensidad de la lluvia obligó a los peregrinos a detener momentáneamente la marcha. El camino era resbaladizo y lleno de charcos, haciendo imposible continuar con seguridad hasta que la tormenta cediera un poco.
Pasadas las 20 horas, una peregrina contó que: “El camino estaba todo mojado, pero ya escampó. La parte del césped está todo embarrada, así que seguimos con cuidado”.
La travesía no solo puso a prueba la resistencia de los jóvenes, sino también su fe. Muchos peregrinos afirmaron que cuanto más difícil es el camino, más sentido tiene la promesa o el agradecimiento que llevan consigo. La tormenta, no disminuyen la devoción, sino que la refuerzan, transformando cada paso en un gesto de entrega.
La unión de los peregrinos
Durante la marcha, los grupos avanzaban juntos, compartiendo rezos, canciones y palabras de aliento. La camaradería se volvió tan importante como la fe misma, ya que desconocidos ayudaban a otros a atravesar los tramos más difíciles.
En los descansos improvisados, bajo árboles o toldos, los jóvenes compartían abrigo, alimento y energía. La solidaridad y el cuidado mutuo se convirtieron en parte esencial de la experiencia.
A su vez, la Policía de Corrientes desplegó un operativo especial con 300 efectivos, 50 vehículos y 20 motos para garantizar la seguridad de los peregrinos, que partieron desde el cruce de la Ruta Nacional 12 y la Provincial 43 y avanzaron hasta la Basílica de Itatí.
Cada tramo recorrido bajo la lluvia, cada charco sorteado y cada paso en el barro se convirtió en un recuerdo imborrable. La travesía mostró que la perseverancia y la fe pueden superar cualquier dificultad, transformando la caminata en un acto de entrega y devoción compartida.
(VT)