Las urnas volvieron a hablar en Corrientes y lo hicieron con la contundencia de un resultado que despeja cualquier duda sobre el peso del oficialismo en la provincia.
Juan Pablo Valdés, intendente de Ituzaingó y hermano del gobernador saliente Gustavo Valdés, se impuso en las elecciones a gobernador, asegurando la continuidad de un ciclo político que ya lleva más de dos décadas. Será, cuando asuma, el gobernador más joven desde el retorno de la democracia.
La victoria, lograda en primera vuelta con una diferencia amplia respecto de sus rivales, no solo consagra al nuevo mandatario, sino que ratifica a Gustavo Valdés como el principal articulador de la política local.
El contraste fue evidente: detrás de Valdés se ubicó el actual intendente de Paso de los Libres, Martín “Tincho” Ascúa, representando al peronismo, que pagó el costo de las divisiones internas y de la intervención de dirigentes nacionales que poco aportaron a su campaña. Incluso conspiraron en su contra.
Tercero, lejos, quedó el exgobernador Ricardo Colombi, figura central del radicalismo provincial durante los últimos veinte años, que intentó un regreso sin éxito. En el último lugar quedó Lisandro
Almirón, el candidato libertario bendecido por Javier Milei, cuya propuesta no logró arraigo en un distrito que suele desconfiar de los proyectos de ruptura sin estructura territorial.
El gran ganador
Gustavo ValdésLa figura de Juan Pablo Valdés creció al calor de su gestión en Ituzaingó, donde supo capitalizar obras de infraestructura y una administración ordenada. Sin embargo, su llegada a la gobernación no puede comprenderse sin el rol decisivo de su hermano. Gustavo Valdés no solo ordenó la interna radical en favor de su sucesor, sino que también desplegó la maquinaria electoral que le permitió alcanzar la victoria.
Con este triunfo, el gobernador saliente consolida su liderazgo dentro del radicalismo y se asegura un lugar en la mesa nacional de la UCR, en momentos en que el partido busca reposicionarse frente a la crisis de la coalición opositora y el avance desigual del oficialismo libertario. Su estrategia fue clara: evitar una dispersión de votos en la interna, blindar la marca Vamos Corrientes y presentarse como garante de estabilidad frente a la volatilidad política que atraviesa el país.
El peronismo, la diáspora
y la traición
Martín Ascúa representó al peronismo en estas elecciones y terminó en el segundo lugar, lejos de sus aspiraciones iniciales. Intendente de Paso de los Libres, había logrado tejer alianzas locales y construir una imagen de gestor pragmático. Sin embargo, su campaña quedó atrapada en las tensiones internas del PJ correntino y en la influencia de figuras externas que restaron más de lo que sumaron. Particularmente, la llegada de José Ottavis, exdirigente bonaerense con prontuario de escándalos mediáticos, resultó un golpe para la credibilidad de Ascúa. La jugada buscaba darle volumen político y conexión con sectores del kirchnerismo duro, pero en Corrientes fue percibida como una intromisión foránea y descolocada.
El peronismo, una vez más, pagó el precio de su fractura crónica en la provincia, incapaz de sostener un proyecto competitivo frente al orden radical. Y Tincho, en particular, perdió hasta en su pueblo por seguir esa partitura.
Perdió, pero tal vez gane a futuro, si se considera dueño de un voto conseguido en la adversidad más absoluta. Ricardo Colombi, un derrotado de peso.
La derrota de Ricardo Colombi, en tanto, marca un hito en la política correntina.
Tres veces gobernador, otrora referente indiscutido del radicalismo provincial y uno de los grandes armadores de ECO, intentó volver a escena confiado en que su experiencia y su base de leales aún tenían poder de fuego. El electorado, sin embargo, le dio la espalda.
Su apuesta fue leída como un intento de restauración en un tiempo donde las demandas sociales se orientan hacia la renovación, aun dentro de los oficialismos.
El peso de su nombre no alcanzó para compensar la falta de un discurso renovado. En la interna radical, el resultado reconfigura el tablero: Gustavo Valdés emerge fortalecido como el jefe indiscutido, mientras que Colombi deberá redefinir su rol en una fuerza política que ayudó a construir pero que ya no lo reconoce. Fue uno de los grandes perdedores de la jornada, pero también uno de los más dignos: apenas después de las 21 y sin datos oficiales, salió a reconocer la derrota y felicitar al ganador, lo que habla en definitiva de su fe en la democracia, aún cuando tenía motivos para retrasar ese saludo, producto del vergonzoso escrutinio provisorio.
La gran caída del remedo
libertario.
En el último escalón quedó Lisandro Almirón, el candidato impulsado por Karina y Javier Milei.
La derrota del libertario fue más que un traspié: expuso los límites de la estrategia presidencial de expandir su fuerza a través de dirigentes de bajo arraigo territorial y alta exposición mediática, por momentos violenta. Corrientes, ante esta encrucijada local, se mostró impermeable a la narrativa libertaria de la “motosierra” y el ajuste.
Lejos de entusiasmar, la propuesta de Almirón chocó con una tradición política que valora la presencia del Estado, especialmente en un territorio con marcadas asimetrías socioeconómicas.
Ni las visitas esporádicas de los cuestionados Martín Menem y Karina Milei, ni la apuesta a la comunicación rastrera y mentirosa en redes sociales alcanzaron para suplir la falta de política, mensaje atractivo y candidatos competitivos en todos los niveles en disputa. Para el oficialismo nacional, la lectura es amarga: donde esperaba plantar una bandera, terminó recibiendo una advertencia. La experiencia libertaria mostró que sin bases locales sólidas y sin alianzas, sus chances de disputar provincias del interior siguen siendo escasas.Continuidad y desafíos.
El triunfo de Juan Pablo Valdés, no obstante, abre interrogantes sobre el futuro inmediato de Gustavo Valdés. Si bien se retirará en diciembre de la gobernación, su peso político se proyecta hacia el escenario nacional, donde la UCR busca recomponer su papel frente al kirchnerismo residual y el emergente espacio libertario.
No son pocos los que lo imaginan dentro del espacio armado por gobernadores, Provincias Unidas, apoyado en una gestión ordenada y en la demostración de poder que significó ordenar una sucesión sin fisuras en su provincia.
El resultado correntino trasciende las fronteras provinciales. Envía un mensaje al sistema político argentino: los oficialismos que logran sostener unidad, mostrar gestión y evitar fracturas internas tienen grandes chances de imponerse, incluso en un clima de malestar social y desconfianza hacia la política. Así, el radicalismo celebra en Corrientes una victoria que fortalece su identidad y lo diferencia de los tropiezos en otros distritos. El peronismo vuelve a sufrir el costo de la división y de la dependencia de figuras nacionales sin arraigo local.
Y el mileísmo descubre que la viralidad no siempre se traduce en votos, al menos en provincias donde la política sigue siendo un ejercicio de cercanía territorial más que de impacto digital.