Lamentáblemente las respectivas autoridades que en las diversas circunstancias se han hecho cargo de la misma, casi siempre han estado erradas en sus decisiones, por el snobismo de algunos funcionarios de escritorio que pretendieron instaurar entre nosotros recetas foráneas que no tuvieron razón de ser, cambiando, aunque más no sea, la nomenclatura, por el hecho de innovar, sin ningún resultado positivo.
Todo lo que se haga de ahora en más debe apuntar a la formación del niño porque, entre otras cosas, tal vez hoy haga más falta que nunca, fortalecer el amor a la patria, porque está visto que casi sin darnos cuenta estamos perdiendo el orgullo de ser argentinos y, mal que nos pese, nuestra identidad como nación. En esta asignatura el maestro debería tener un protagonismo trascendente, aunque debo agregar que, esto no es privativo de la escuela exclusivamente, sino que, imbuidos de una política adecuada todas las instituciones, tanto públicas como privadas deberían participar de esta cruzada.
Hay una sentencia que, inexorablemente, se ha cumplido en la historia de las naciones. Expresa: “Los pueblos que se olvidan de sus contradicciones, dejan de honrar a sus próceres y no respetan sus símbolos, están condenados a envilecerse y desaparecer”.
Considero que para que la escuela primaria cumpla con su misión fundamental que es “formar al futuro ciudadano” no es necesario continuos cambios de programas. Lo que debe hacerse es:
- Formar al maestro de manera que sepa, en forma incontrastable, los objetivos que deberá alcanzar con el grupo de alumnos a su cargo.
- Retribuirlo convenientemente, asignándole un sueldo que le permita vivir dígnamente y sin apremios económicos, jerarquizando, al mismo tiempo la función docente.
- La incorporación de nuevos maestros deberá pasar por un examen de excelencia en el que se establezcan, fehacientemente, su vocación docente y aptitudes especiales para cumplir con la delicada tarea específica. En cuanto a los que ya se hallan en actividad, es menester que reciban sistemáticamente instrucciones adecuadas en reuniones a realizarse fuera del horario escolar, que abarque todo el arco del complejo hacer educativo.
- Monitoreo permanente de los objetivos trazados, por parte de supervisores escolares, visitando permanentemente los establecimientos a su cargo.
- Celebrar con los maestros un contrato en el que se establezcan normas claras sobre: a) objetivos a cumplir en el transcurso de su carrera; b) dedicación exclusiva; c) residencia en el medio o en la escuela, especialmente en el caso del maestro rural; d) residencia en la misma escuela, indefectiblemente, en el caso del director.
Dicho contrato debe terminar, además, con los estudiantes universitarios que optan por trabajar de maestro para dar fin a sus carreras y que, a la postre, no se dedican con eficacia a su tarea específica en el aula y hace uso, permanente, de licencias que el Estado les otorga para exámenes y cursos especiales, todo lo cual perjudica la atención del grado que llevan.
Debe entenderse que el maestro no accede al cargo para que este oficie de trampolín para terminar otras carreras. La atención de un grado de la escuela primaria es demasiada responsabilidad para que sea alterado por intereses ajenos a él. No se alcanza a comprender por qué razón se llegó a manejar tan mal este tema.
Es muy loable que un estudiante universitario trabaje para costear su carrera pero que no sea a costa y en desmedro de la tarea, insisto, de formar al futuro ciudadano.
La misión del maestro no es sólo ir a dar clase atendiendo, únicamente al intelecto. Es fundamental pergeñar los propósitos formativos que darán jerarquía a su función, porque de allí, de la escuela primaria, saldrán el hombre y la mujer que, más adelante, honrrarán a su comunidad y a su país, creando los medios que lograrán la grandeza nacional. La educación consciente y responsable es la única que nos salvara del caos.
Debemos tomar conciencia que todos los problemas que aquejan a nuestro país (desde la corrupción a las más diversas formas de delincuencia) tienen su origen, en primer lugar, en la falta de una educación adecuada. De allí que sea tan importante la formación del niño y la juventud. Todo lo que se consiga, en este sentido, redundará, sin lugar a dudas, en beneficio de nuestra sociedad. Hay que encontrar, cuanto antes, los medios para alcanzar esos objetivos. Debemos tener en cuenta, además que cuando el niño se halla haciendo la escuela primaria se le graban a buril en su mente y espíritu, aquellos principios y experiencias que hacen al hombre de bien.
En resumidas cuentas, es el maestro de la escuela primaria el verdadero artífice de la formación del niño, por eso debe estar preparado para salir airoso de las distintas circunstancias que se presentan en el complejo hacer educativo.
Por ejemplo: sus conocimientos de la naturaleza infantil le permitirá tener presente las distintas etapas de su evolución, para conocer y prever sus cambios de conducta y acompañarlo en su crecimiento, corrigiendo, morigerando, orientando, según se estime necesario, para no violentar ciertas situaciones innecesariamente.
Ello hará que el maestro, avisado no confunda casos de hipoacúsicos, visión defectuosa, dislexia, etc, con retardo mental.
Consecuentemente, sí se desea hacer cambios es en el maestro que debe ponerse la mira y en la jerarquización de la docencia. Todo lo otro que se realice sin atender esto, no tendrá razón de ser.
Finalmente, la función del maestro se jerarquizará, se podrá recuperar al maestro varón, lo que contribuirá, por muchas razones, a cumplir con los objetivos varones.
* El autor fue Supervisor Secc. de la Escuelas Nacionales del Chaco.