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La república despanzurrada

Por El Litoral

Jueves, 21 de enero de 2010 a las 21:00
Por Waldino Walter Varela

El primer interrogante que se me plantea al titular esta nota es: ¿estaré empleando bien el verbo transitivo familiar “despanzurrada”? Veamos. Según el Diccionario Enciclopédico Espasa, “despanzurrar” significa “romper a uno la panza, despachurrar, reventar”. A su vez, “despachurrar” es sinónimo de estrujar, aplastar, deshacer, reventar, apabullar, embrollar y otros verbos por el estilo. Y me respondo, entonces, paréceme no estar equivocado.
Cuando miro el panorama que luce actualmente la República Argentina me siento desolado. Porque esta no es, ni en apariencia, la república de que se hablara por mis padres en la humildad de mi hogar pueblerino, ni la que aprendí por enseñanza de mis esforzados maestros en la escuela primaria, ni de la que hablaban con orgullo mis profesores de la secundaria y menos, por cierto, de la que me informé con mayor profundidad en la Universidad.
Eran tiempos en los que no se empleaba distorsionadamente el otro término con el que, en la era del “progresismo” -vocablo tan meneado por cuanto ideólogo moderno padecemos hoy-, se borró la república sustituyéndola por la “democracia”. Tan es así que los politiqueros que, desgraciadamente, rigen los destinos del país, no conocen siquiera que el artículo primero de la Constitución Nacional establece: “La Nación Argentina adopta para su gobierno la forma representativa, republicana, federal”. Y esta forma de gobierno “representativa, republicana y federal” es la que han despanzurrado los gobernantes de hoy día. ¿De dónde, sino, emergió este “unicato” kirchnerista que nos desgobierna? ¿No está a la vista, acaso, que el Néstor y la Cristina se consideran los monarcas del empobrecido pueblo argentino? Ellos, dicen, son frutos de la democracia. Claro que, para desgracia nuestra, son los frutos venenosos de la democracia subversiva de la que provienen. Ellos son producto de la que, en décadas pasadas, se predicaba que eran la “juventud maravillosa” de la que se esperaba el resurgir de la “nueva Argentina” en la que terminaría la odiosa corrupción, la violencia, el fin del capitalismo explotador y la liberación definitiva del imperialismo que impedía el progreso arrollador de Argentina.
Debo repetir lo que llevo dicho desde hace años. No es que reniegue de la democracia como método para la intervención del pueblo en la elección de sus representantes y, consecuentemente, para que estos gobiernen en su nombre y cumplan con los altos fines de la política que no son otros que los que permiten la realización del bien común. Y vamos concluyendo: ¿dónde ha quedado la división de poderes? Pregunta para que la responda el verborrágico Fernández. ¿Y las funciones y facultades del Congreso Nacional? Que respondan los legisladores K. ¿Y la justicia? Que lo digan los jueces temerosos y pusilánimes. ¿Y la seguridad y la salud pública y la educación y el orden público y la moral y las buenas costumbres y la libertad de prensa y la igualdad de los ciudadanos y la memoria de los que dieron la vida por la patria y la fe en Dios fuente de toda razón y justicia? ¿En qué tacho de tripas fueron a parar los derechos y garantías consagrados en la Primera Parte de la Constitución Nacional?
Como vemos, las cuestiones desde estos puntos de vista, resulta elocuente que la República Argentina ha sido eviscerada. Le han quitado las vísceras, la han despanzurrado en suma. Sí, me parece además oír a partir de la lectura de esta nota, si mereciera su publicación, los aullidos y ladridos de la jauría tildándome de nazifacista y de anticomunista a pesar de que no he alabado a Hitler, ni a Mussolini, ni a Stalin, ni a Lenin, ni a Castro, ni a Mao, ni a Chávez, paradigmas todos de la democracia progre. De los argentinos sanos depende que recuperemos la República.

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