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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

La misteriosa muerte del Papa Juan Pablo I

Vaticano. Albino Luciani, poco antes de ser electo Papa. Duró poco más de un mes en el cargo hasta que falleció.

Por Francisco Villagrán

villagranmail@gmail.com

Especial para El Litoral

Ese día fatídico, a primera hora de la mañana, la Secretaría de Estado del Vaticano dio a conocer un comunicado explicando las circunstancias en que se había descubierto el cadáver del Papa. Según las fuentes vaticanas, a las 5.30 de la madrugada, el secretario personal del Papa, el irlandés John Magee, no habiéndolo encontrado en la capilla como era su costumbre, fue a su habitación y lo encontró muerto en la cama, con la luz encendida, con los anteojos puestos y con un papel en la mano, como si aún estuviera leyendo. El médico, doctor Buzonetti, acudió inmediatamente y constató su muerte, acaecida probablemente a las 23 del día anterior, a causa de un infarto de miocardio, según el médico. Sin embargo, las dudas no tardaron en surgir, ya que un periodista italiano averiguó que fue la hermana Vincenza, una religiosa que solía atender al Papa, quien lo había encontrado sin vida, al no responder a sus llamados, con unos papeles en sus manos, que luego desaparecieron sin dejar rastro.

Rápidamente, la hermana Vincenza avisó al secretario John Magee, que puso al tanto de todo al cardenal Villot, quien hizo llamar a Buzonetti para que certificara  el fallecimiento del Santo Padre. Después, llegaron los embalsamadores, quienes afirmaron que la muerte se habría producido alrededor de las 4 de la madrugada de ese día. Su muerte fue tan inesperada que el doctor Da Ros, médico personal de Juan Pablo I, que lo había revisado el día anterior y lo había encontrado de muy buena salud, se sorprendió, no lo podía creer.

En tanto, los miembros del Sacro Colegio, en especial el cardenal Villot, rechazaron de plano la realización de una autopsia al cadáver y descartaron la apertura de una investigación para establecer la causa de la muerte. Todo esto resultaba bastante sospechoso a los investigadores y si a eso le suman las declaraciones de la hermana Vincenza esa misma mañana, en el sentido de que la noche anterior el Papa había tenido una fuerte discusión con Villot y otros purpurados, al tratar sobre los cambios que tenía pensado hacer en la propia curia y en el Banco Vaticano. Ante la acumulación de circunstancias extrañas, surgen múltiples interrogantes. ¿Por qué no se quiso autorizar la autopsia? ¿Por qué se realizó el embalsamamiento con tanta celeridad? ¿Qué motivos había para no desear que se haga una investigación oficial? Según el secretario de Estado, todo se debió a un lamentable accidente, el Papa tomó por error una sobredosis de su medicina. Si se hubiera realizado la autopsia, obviamente habría saltado esa sobredosis, nadie hubiera creído que Su Santidad habría tomado por error una dosis mayor a la de su medicamento, algo a lo que estaba acostumbrado a hacer diariamente. Algunos podrían alegar suicidio, otros, asesinato, de modo que se acordó que no se haga autopsia alguna para evitar problemas.

Caso complejo

El medicamento que mencionó Villot era Effortil, un fármaco destinado a tratar la presión arterial baja que padecía Juan Pablo I. Lo que no queda claro es cómo se equivocó el Papa la dosis, si estaba acostumbrado a tomarla habitualmente. Según Villot, fueron la gran presión, las preocupaciones y el estrés lo que llevaron al Papa a cometer el error en la dosis. Una explicación, sin dudas, que a muchos no les cerró por lo endeble. El escritor británico David Yallop, publicó en la década del 80 un libro titulado “En el nombre de Dios” (Editorial Planeta) donde denunciaba con fundamentos la existencia de un complot para eliminar al Papa Luciani y afirma que el Vaticano ocultó ex profeso las circunstancias de la muerte del Sumo Pontífice. Allí dio a conocer una telaraña intrincada donde participaban desde la CIA, la mafia italo-americana, Licio Gelli, jefe de la P-2, los ex presidentes de EE. UU., Richard Nixon y George Bush, algunos narcotraficantes, drogas y dinero sucio. En fin, había de todo, desde presiones diplomáticas hasta corrupción. El libro se convirtió en best seller mundial, ante lo cual el Vaticano, bastante molesto, invitó al autor a que venga a investigar in situ la causa de la muerte del Papa, el autor accedió a la invitación, pero después de unos días de trabajo intenso, no sumó nada a lo que decía en su libro, sólo agregó que el Papa se dejó morir, al verse superado por tantos problemas y no sentirse capacitado para tal función. Pero también tiró que el Santo Padre tenía la intención de realizar profundos cambios en el Banco Ambrosiano, administrado por la curia. El trabajo no convenció mucho al Vaticano y muchos estuvieron a favor de lo dicho, así como otros no, lo cierto es que la duda se siguió manteniendo con los años, hasta ahora.

En 1991, el propio hermano del Pontífice y su sobrina se decidieron a hablar con la prensa para contar lo que sabían, pero no agregaron nada al caso, lo único que sumaron al tema fue que no habían hablado antes siguiendo las indicaciones del Vaticano, ya que la muerte se había debido a un “designio inescrutable de la Providencia”. Desde su nombramiento, Juan Pablo I dio muestras de ser un Papa renovador y se dispuso a realizar una serie de reformas importantes en el seno de la propia Iglesia. Poseía, además, un pensamiento liberal que molestaba enormemente a los sectores más conservadores de la curia. Era un partidario del acercamiento a otras religiones y se mostraba abierto frente a temas como el control de la natalidad o el divorcio. También pretendía regresar al colegialismo, de modo que el poder estuviera más repartido entre los obispos, tenía una mente abierta y progresista. Pretendía una Iglesia cercana a los pobres y a los marginados, le disgustaban las pompas, las riquezas, títulos y culto a la personalidad que conlleva el Papado. Y como suele suceder en este tipo de casos, muy delicados por donde se lo mire, quizás nunca se sepa la verdad.

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