Por José Ceschi
¡Buen día! En esta “cultura del paquete” en que vivimos sumergidos no resulta siempre fácil valorizar lo que no aparece. Alegremente decimos que “lo esencial es invisible a los ojos”, pero citando a El Principito seguimos dejándonos llevar por lo exterior. Como si los principios fueran por un carril y la vida práctica por otro.
“En realidad, la vida es algo que se nos mueve dentro, y depende de cómo se plantee uno su propia realidad, de cómo la reflexione, la asume y la madure, para vivir más y mejor, o poco y necesariamente. La historia está llena de personas que supieron transitar por paisajes íntimos a veces sublimes y a veces angustiosos, pero siempre extraordinarios, pese a haber tenido existencias aparentemente grises y rutinarias. Por ejemplo Kafka, burócrata de una aburrida compañía de seguros, o el escritor portugués Pessoa, modesto representante comercial. Pero adentro de sus cabezas ardía el mundo”.
Estoy aludiendo a la nota de Rosa Montero “El difícil viaje de crecer”, publicada en un semanario español. Dice luego:
“Entender nuestra propia vida, saber lo que somos, desentrañar lo que queremos: esas sí que son metas prácticamente imposibles de alcanzar. Dudo de que haya habido una sola persona en la historia capaz de comprenderse por completo a sí misma; mientras, en lo exterior, los seres humanos hemos sido capaces de colocar a un tipo en la luna. Las distancias más difíciles de cubrir son siempre las interiores...
Todos vivimos nuestras vidas en frente de los demás; todos crecemos con testigos. Se trata de una gesta solitaria que se realiza en público. Aunque sólo fuera por eso, deberíamos esforzarnos en vivir nuestras vidas con decoro. A menudo lo pienso, cuando percibo esa enorme presión de nuestro entorno para ser más ricos y más triunfantes. Qué estupidez basar el éxito solamente en lo público, en lo profesional, en lo tangible. Porque ¿qué mayor triunfo puede haber que el de vivir dignamente y saber crecer y envejecer y a la postre morir con gracia y con grandeza?”. Definitivamente, quien vive en función de los aplausos ajenos está poniendo su vida en manos ajenas. ¡Hasta mañana!
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