¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

PUBLICIDAD

Recordando a Manina

Por El Litoral

Sabado, 05 de diciembre de 2020 a las 01:03

Querida Manina, amiga del alma, hoy el Señor te llevó a su presencia. Sólo la confianza en la recompensa divina puede calmar tanta angustia y desolación. Me dejas recuerdos imborrables de todas las etapas de una vida bien vivida, donde diste testimonio de fe, bondad y alegría con todos sus frutos.
Se agolpan en mi mente momentos felices de nuestra juventud: los partidos de tenis en el Corrientes Tenis Club, junto con tu inseparable compañera Raquela Lotero; las salidas y reuniones de “la tribu” que así denominamos al grupo de amigos incondicionales, los paseos por la costanera, las meriendas y copetines en lo de Curruca, los asaltos bailables y entre tantas amigas, vos destacando por tu desbordante y contagiosa alegría, bailando, cantando, tocando algún instrumento, amenizando y poniendo color y risa sana a cualquier encuentro. Su innata inquietud la llevó a seguir el curso para ser aviadora y obtuvo el brevet de piloto.
Luego vinieron los casamientos, de a poco fuimos formando nuestros hogares. Nunca nos separamos pero las reuniones se espaciaron, sin embargo cada una sabía lo que le acontecía a las demás y no faltaba la palabra justa, la compañía serena, el consejo prudente. En estos últimos años volvimos a frecuentarnos con más asiduidad. Eran reuniones tranquilas, de charlas distendidas, y vivencias relatadas con total sinceridad. Tu casa era de puertas abiertas, quien llegaba a ella, fueran tíos, hermanas, primos, sobrinos, amigos o conocidos eran bienvenidos e invitados a tu mesa; tenías el don de multiplicar con generosidad aquello de lo que disponías, siempre dispuesta a dar. Nadie que llamara a tu puerta quedaba con las manos vacías; prodigaste alegría, trato afable y cordial. Quienes te frecuentábamos disfrutábamos de tu compañía. Tenías una proverbial y natural inclinación al servicio; sin proponértelo, supiste que quien no vive para servir no sirve para vivir y por eso consagraste años de tu vida a la cooperadora del Hospital Escuela de Corrientes. Y también desplegaste una perseverante tarea en el Patronato del Enfermo de Lepra que presidía su madre Curruca.
Últimamente el Señor te eligió para que repartieras el pan vivo. Que gozo tuviste con ese ministerio. 
Es que el Señor te quería cada vez más cerca y las difíciles pruebas que tuviste que pasar estos últimos años fueron preparando tu espíritu para este paso que hoy has dado, el último, el del encuentro con Aquel al que tanto buscabas.
Que el Señor premie tu fidelidad con sus bienaventuranzas. Hasta el reencuentro definitivo.
No te olvidaremos.

Por Margarita Leconte de Luque

Últimas noticias

PUBLICIDAD