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Chiquillada

Por Adalberto Balduino

Especial para El Litoral

 

 

Pantalón cortito, 

bolsita de los recuerdos,

Pantalón cortito 

con un solo tirador.

José Carbajal “El Sabalero”

Chiquillada se compuso en 1962, registrándose-la en disco en 1969 por su autor, el uruguayo José Carbajal “El Sabalero”. Pero adquirió mayor dimensión cuando artistas de la talla latinoamericana de Leonardo Favio, Los Olimareños y Jorge Cafrune, lo incluyeron en sus repertorios. Todos hemos sido chicos, botijas para los uruguayos, y para entonces la imaginación estaba a pleno cuando el mundo comenzaba a desperezarse rumbo a un punto infinito que haría implosión tecnológica para el asombro.

La imaginación era nuestra arma de “guerra”, con ella podíamos superar todos los baches, inclusive convertirnos en guerreros, espadachines, o mejor aún torcer un picadito de fútbol que venía mal parido. Aunque sólo fuere imaginación, pero suponer hasta vivirlo como si fuera real, de última era suficiente para celebrarlo íntimamente. Claramente el autor lo vivifica para que los lamentos no fueran atroz, cuando esperanzado dice: “Con cinco medias hicimos la pelota / y aquella siesta perdimos por un gol. / Una perrita que andaba abandonada,/ pasó a ser la mascota del cuadro que ganó.” /

El cine nos puso más cerca de la aventura y de ese Oeste en que el Gran Cañón del Colorado era el escenario común, fue quien nos acercó a titanes del celuloide: John Wayne, Randolph Scott, Kirk Douglas, Gary Cooper. Eran cines de dimensiones monumentales en que el maní o el chocolate desplegaban sus aromas, como las suaves colonias que develaban las primeras chicas al pasar, que comenzábamos a admirar. Ya no era en la pantalla, sino sentadas a filas de nosotros pero sin perdernos el idioma gestual que desplegaban ante nuestras miradas azoradas.

Vinieron los bailes, los primeros pantalones “largos” con que procuramos hacernos conocer. Yo, pertenecía al grupo de los vergonzosos de siempre que preferían más vale acercarse a los músicos, especialmente a los bateristas, como Armando Olmos, batero de Joe Ríspoli, que animaba el Baile de Mamarrachos del Club San Martín, ver su técnica de cerca y poder conversar con él. Por el Club de la calle Salta y Moreno transcurrieron grandes artistas que ya los conocíamos de LR3 Radio Belgrano o LR1 Radio El Mundo de Buenos Aires: Héctor Lomuto y su Jazz con Dana Kelly, y Eddie Pequenino en trombón y canto; Tito Alberti con la voz de Jorge Neto; Ray Nolan con Marito Consentino en clarinete y la voz de Marty Cosens; Los Bambucos; Los Guayacanes; La Habana Jazz de Lupe Cortéz; Raúl Sánchez Reynoso y su Santa Paula Serenaiders con Elba de Castro en canto, Jazz Los Comandantes, entre tantos otros.

Por esa época de la lejana Chiquillada, nos “mostrábamos” en “la vuelta del perro” que Corrientes hacía un verdadero culto especialmente a la salida de los cines: la esplendorosa calle Junín. Un guiño, una mirada, una alegría con el resto de la barra de amigos, que estacionados en las veredas, aprobábamos y ponderábamos al tropel de bellas mujeres que caminaban por la banda central, desplegando toda su hermosura.

Los corsos como los bailes en la calle, en Carnaval, tenían sus admiradores. Irrepetibles, donde la naturaleza descubría toda la belleza de la mujer correntina, que incursionaba en las dos comparsas líderes: Ará Berá y Copacabana. Los músicos se aglutinaban en sus Escuelas de Samba, luciendo sus mejores interpretaciones, sin embargo, siempre es bendecido por el recuerdo el majestuoso desfile de ida y vuelta por la avenida costanera Gral. Martín, con el río Paraná de solemne testigo mientras la luna presurosa se iba porque ya se aprontaba el sol descorriendo el nuevo día.

Muchas cosas quedaron para bien, el advenimiento del majestuoso puente Gral. Manuel Belgrano que, de pronto acercó las dos orillas. Lo lamentable, que desaparecieran la Balsa como El Vaporcito, que constituían una pintura maravillosa del imponente río Paraná, en que iban y venían repletos.

Tantas estampas que fuimos testigos conformaron ese viaje entre Chiquillada y adultos. En un santiamén crecimos, fuimos grandes; evocarlos es un derecho que nos pertenece porque habla en principio de nuestra idiosincrasia. Esa Corrientes que nos vio jugar, donde cada detalle de su vida: calles, veredas, plazas nos dicen y recuerdan la gran aventura de crecer. El folklorista Julio Cáceres, en su rico decir, hablando de Malvinas, y proyectándolo a cada hecho que nos marcara para siempre expresa que no debemos bajar los brazos. Debemos luchar pero ya en paz con nosotros mismos y los demás, en principio tratando de saber quiénes somos y hacia dónde vamos. Saber a ciencia cierta apelando al equilibrio de formalizar esa lucha construyendo, reafirmando esas actitudes que forjaron nuestro padres y nos supieron transmitir. El amor por la tierra que amamos desde niños. El orgullo por el origen cuando crecíamos en chiquilladas. El amor a todo aquello que denota argentinidad, la cultura de los usos y costumbres. A la recurrencia de los auténticos valores olvidados, al respeto, a la seguridad, al orden, al trabajo denodado, a la perseverancia con que se gestan, se fortalecen y ennoblecen los grandes países.

Por eso me llega, conmueve y transforma pensar esa niñez que tan bien el autor uruguayo, José Carbajal “El sabalero”, marcó en “Chiquillada”. La grandeza de la imaginación con la fuerza de la solidaridad: porque es el tiempo contenido el buen abono para hacer grandes personas, buen país.

“Con cinco medias hicimos la pelota / y aquella siesta perdimos por un gol, / Una perrita que andaba abandonada / pasó a ser la mascota del cuadro que ganó. / Pantalón cortito, bolsita de los recuerdos, / pantalón cortito con un solo tirador. / Dice el abuelo que en los días de brisa, / los ángeles chiquitos se vienen desde el sol / y bailotean prendidos a las cometas, / flores del primer cielo, caña y papel color. / Pantalón cortito, bolsita de los recuerdos, / pantalón cortito con un solo tirador. / Media galleta rompiendo los bolsillos, / palito mojarrero, saltitos de gorrión. / Los muchachitos de toda la manzana / cuando el solo pica en pila, se van pál cañadón. / Pantalón cortito, bolsita de los recuerdos, / pantalón cortito con un solo tirador. /” Y, sigue la historia de cuando éramos chicos, soñábamos con un tiempo mejor, seguro que la vida nos pondría en el lugar exacto. De eso se trata, de hacer realidad los sueños de ayer, luchar y perseverar, ser un pedazo de niño, bueno y cálido. Del niño que fuimos y recordamos emocionados, que nos juramos llevarlo sin defraudarlo.

 

 

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El dato

En las “Chiquilladas” brillan dos mundos en pugna: entre la realidad y lo imposible. Ser niños es pensar sin límites en ser grandes para comprobarlo.