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/Ellitoral.com.ar/ Interior

Stanovnik planteó no caer en la soberbia de “decidir sobre la vida de los demás”

El arzobispo invitó a sumarse a la misa que el 8  se hará en Luján con el lema: “Sí a las mujeres, sí a la vida”. Y aconsejó no cometer uno de los primeros pecados capitales, “porque abre la puerta a otros vicios que deshumanizan e impiden los vínculos fraternos entre las personas y el desarrollo integral de la comunidad”. 
gentileza/prensa basilica

Una multitud participó ayer de la misa central que el arzobispo Andrés Stanovnik ofició en la Basílica de Itatí. En su homilía reiteró la postura de la Iglesia de defender las dos vidas y en ese sentido invitó a sumarse a la cruzada nacional que se hará el domingo 8 en una ceremonia en Luján con la consigna “Sí a las mujeres, sí a la vida”.

Tal como informó El Litoral, a las 9 comenzaron las actividades que formaron parte de la antesala del oficio religioso que el monseñor lideró a las 11 y que fue concelebrado por el vicario general José Billordo, el rector de la Basílica de Itatí, Porfirio Ramírez y los sacerdotes de las distintas comunidades parroquiales. 

En el primer tramo de su homilía, Stanovnik recordó que “este año conmemoramos cuarenta años de la elevación de la casa de nuestra Madre a basílica menor por nuestro querido Papa San Juan Pablo II”.

Tras lo cual aseveró que precisamente a la Virgen de Itatí, “nos encomendamos, con ella nos sentimos seguros y en ella ponemos nuestra esperanza para ser ‘servidores de la esperanza’, como reza el lema que eligieron para esta jornada”.

Luego, rememoró que “el pasado 8 de diciembre estuvimos aquí para dar inicio oficial al Año Mariano Nacional, oportunidad extraordinaria que nos brinda la Iglesia para acercarnos más a Dios y aprender, mirando a María y confiados en su auxilio, a darle el lugar central que le corresponde a su Hijo Jesús en nuestra vida personal, familiar y comunitaria”. 

Y en ese sentido, indicó que “el primer domingo de Cuaresma, que corresponde a este día, nos estimula aún más a enderezar resueltamente aquello que está torcido y que no corresponde a nuestra condición de hombres y mujeres cristianos. Y no podemos poner en orden nuestra vida sin la ayuda de María”. 

Decisión

Tras lo cual se refirió a la primera lectura pronunciada ayer en la Basílica en la que se narró “la creación del hombre y el pecado de los primeros padres”. Sobre eso último, planteó: “¿E qué consistió ese pecado?. En transgredir el límite que Dios les había puesto: no extender la mano hacia el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal; con otras palabras, en la tentación de decidir sobre la propia vida sin tener en cuenta de quien la hemos recibido como don. Una vez convertidos en dueños absolutos de la propia vida, el paso siguiente es sentirse con derechos a decidir sobre la vida de los demás, entre ellos, de la vida de los que no pueden defenderse por sí mismos. A este pecado se lo llamó soberbia y está entre los primeros pecados llamados capitales, porque abre la puerta a otros vicios que deshumanizan e impiden los vínculos fraternos entre las personas y el desarrollo integral de la comunidad”.

Culpas

Después, en su mensaje, consideró que “el tiempo de Cuaresma, que hemos iniciado el miércoles pasado con la imposición de la ceniza, es una ocasión providencial para volver a Dios y para darnos cuenta de las graves consecuencias a la que nos lleva una vida de pecado”. Con respecto a eso, afirmó que “el pecado desquicia la vida entera de una persona y de la comunidad: sus vínculos con Dios, con los otros y con las cosas”.

“Así, el corazón humano vacío de Dios se convierte en esclavo del dinero, del poder y del placer, con los que pretende satisfacer su anhelo de felicidad. Cae en el mismo engaño que los primeros padres, encandilados por la maligna pero seductora propuesta del tentador: “No morirán, Dios sabe muy bien que cuando ustedes coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y serán como dioses, conocedores del bien y del mal”, añadió. 

Y seguidamente, aseveró que “las consecuencias no se hicieron esperar. La primera, fue acusar a otro de la desgracia que le sucede a uno. Así lo hizo Adán acusando a su mujer y ésta a la serpiente. Rotos los vínculos, ambos quedan expulsados del Paraíso, es decir, del lugar de la alianza, del diálogo, del encuentro y de la paz”.

En contraposición a eso, Stanovnik propuso que “durante este año nos dejemos guiar por ella y nos ayudemos entre todos a hacerlo realidad en la predicación, en la catequesis, en las novenas patronales, en las reuniones de los diversos consejos parroquiales y diocesanos, en la reflexión y oración de los grupos de jóvenes, en los movimientos e instituciones, en las misiones, en las visitas casa por casa y en toda la vida pastoral de nuestras comunidades”.

Y en la parte final de su mensaje, instó a dedicar “más tiempo a la oración y a las buenas obras”.

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