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/Ellitoral.com.ar/ Especiales

Anímese Yverá, títeres en los esteros

Los títeres y marionetas son personajes, en principio, inanimados pero que cobran vida en las manos del actor titiritero. El titiritero mueve un objeto al que le pone voz y gestos de sí mismo y a su vez, en un intercambio mágico, ese objeto cobra vida propia, entonces el manipulador conmueve al público y se conmueve.
Federico Basko Ugalde es titiritero, integrante de los grupos Kossa Nostra y Sakados del Tacho de Posadas (Misiones).

Por Carlos Lezcano y Natalia Schejter

Especial para El Litoral

Este gesto doble de emocionar y emocionarse, de dar vida y dejarse llevar, también implica muchas veces el doble rol de manipular y encargarse de construir los muñecos a los que dará vida, porque la del titiritero es una disciplina que condensa muchos oficios: el del actuar, el de coser, armar, moldear, tallar, pintar, realizar escenografías. Además, como buenos tejedores algunos titiriteros tienden redes, dejan la estela de sus títeres en las rutas más anchas y en las más tranquilas de todas las latitudes y aparecen en plazas, en grandes teatros, o en pequeños parajes.

En esta entrevista que le realizamos en la Radio de la Unne, el Basko nos contó que eligió vivir en Misiones hace aproximadamente un cuarto de siglo. Allí se enamoró del oficio del titiritero gracias al que recorrieron muchísimos lugares, entre ellos los Esteros del Iberá, donde se volvió a enamorar doble: de su compañera y de los esteros. Hoy tienen su casa en San Miguel, desde donde producen “Anímese Yverá, el festival de títeres en los Esteros”.

—¿Cómo comenzó tu historia con el teatro de títeres? 

—Comencé con los títeres hace veintipico de años, cuando me vine a estudiar acá a Posadas y conocí al grupo Kossa Nostra, que en aquel entonces, esto era por el año 97-98, estaban iniciando un proyecto de teatro comunitario. Estaban convocando a vecinos para montar una obra de teatro realizada por vecinos sobre la historia de la inmigración a Misiones, sobre la historia de Misiones y cómo llegamos todos los que vivimos acá. 

Se creó un grupo de teatro comunitario en ese entonces, que todavía existe y se llama “La murga de la estación”; comenzamos donde era la estación de trenes, en unos vagones abandonados que tomamos y transformamos en un teatro. Armamos un teatro en las vías del tren, con el galpón de fondo y las gradas pusimos en los andenes. Se hizo una experiencia muy linda, donde muchos descubrimos nuestros talentos, que nos gustaba y que podíamos hacer ciertas cosas. A mí me encantó el taller, me metí de lleno en el aprender a manejar herramientas y hacer escenografías, esas cosas, y después, bueno, hacer muñecos también y en un momento terminé conformando el grupo Kossa Nostra y trabajé profesionalmente con los títeres desde entonces.

Y con Kossa Nostra nos tocó varias veces recorrer los Esteros del Iberá, recorrer gran parte del país y Latinoamérica; y fuimos mucho a los Esteros del Iberá y a mí me fascinó, me parece un lugar increíble. Corrientes en general me encanta mucho, me parece un lugar único, la cultura, la mezcla de culturas que tiene, la historia y la naturaleza tan única también. Es un lugar que me gusta mucho.

Pasaron cosas que marcaron tu vida.

—Con los títeres conocí a mi compañera Paula que trabaja en la zona de San Miguel y alrededores, es ingeniera agrónoma, y una vez nos contrató para llevar títeres a una comunidad de por ahí. Así nos conocimos y volvimos a encontrarnos, formamos pareja, nos compramos una casita ahí en San Miguel y hace rato se nos había ocurrido “por qué no hacemos un festival de títeres…”. En Posadas con el grupo Kossa Nostra organizamos un festival de títeres, Festival Internacional de Títeres, que se llama Kruvikas, que tuvo un impás por la pandemia, pero ahora acaba de realizarse la última edición. Y  se nos ocurrió con Paula que sería una buenísima idea hacer algo parecido ahí en San Miguel y alrededores, hacer un festival de títeres y convocar a elencos que vengan a reunirnos y hacer funciones por las escuelas, por las plazas, los clubes, todos los lugares que pudiéramos.

—¿Qué pasó con la pandemia?

—El año pasado estábamos preparándonos la primera edición cuando nos agarró la pandemia, siempre esperanzados, que era algo pasajero, de 15 días, después fue un mes, dos meses ya va pasar y así se nos pasó el año y pico. Entonces, al fin del año 2020 lo hicimos, pero en versión, en línea, a través de la página que creamos para eso, la página es anímeseyvera.com.ar, porque es el nombre que le pusimos al festival: “Anímese Yverá, festival de títeres en los esteros”. Y este año, a partir de agosto se empezó a poder ingresar a los pueblos. De a poquito empezamos a hacer funciones nosotros, después llevamos un grupo, llevamos otro grupo, y terminó saliendo el festival con un formato de circuito que nos gustó y creemos que vamos a sostener así, porque nos parece más factible hacerlo que juntarnos todos  y hacer un festival de muchas funciones en poco tiempo. Así lo extendemos en varios meses; empezamos en agosto y estamos ahora en diciembre que van a venir los últimos espectáculos de Córdoba. Estamos felices con el resultado, porque estamos encontrando de a poco muchos cómplices en los diferentes pueblos que pretendemos que el festival abarque: San Miguel, Loreto, Caá Catí, también en Chavarría y en Concepción.

—En los pueblos que nombraste montan el espectáculo en el marco de alguna feria, en plazas, al aire libre… ¿Cómo funciona esto? ¿Cómo es la recepción en los pueblos?

—La recepción está siendo buenísima y cada vez que repetimos se junta más gente y se ve que gusta, porque se corre la voz y cuando volvemos viene más gente; eso está buenísimo. Lo estamos haciendo al aire libre porque era lo único que se podía hacer cuando empezamos con las funciones. Tenemos un escenario inflable que en realidad es un arco inflable de esos que se usan en las maratones para poner llegada o salida. Nos mandamos a hacer uno de eso y le ponemos los carteles de títeres y abajo de eso armamos el retablo. Es muy lindo porque montamos un teatro en las plazas, en los lugares públicos, que ya son un lugar de encuentro de los pueblos; entonces, proponer ahí el teatro nos parece algo atinado, sobre todo en lugares donde no hay salas de teatro y no hay costumbres quizás de ir al teatro, menos al teatro de títeres.

Es una manera de ir a encontrarse con el público y no solo convocando a que vengan a la sala, que es algo que se va a lograr de a poco, no de cero ir al lugar, a San Miguel por ejemplo, y proponer títeres y presentar sala; me aparece más fácil de convocar a la gente a ir a los lugares abiertos.

—¿Vos hacés los títeres?

—Sí, nosotros tenemos nuestro propio grupo que se llama “Títeres sakados del tacho”.

—¿Cómo es el proceso de hacer un títere?

—Al grupo le puse así porque estamos trabajando con muñecos realizados con envases de plástico y cosas que uno normalmente tira en la casa, cañitos de PVC, tapitas de gaseosa, bolsas de alimentos para mascotas, etc. A veces encuentro algo en algún tacho, me gusta y digo “mirá, este tiene la cara de no sé qué”, entonces con eso hago un muñeco y después le busco qué puede hacer ese muñeco. Y a veces no, a veces pasa que tengo una historia que contar, un chiste o algo que se me ocurre, entonces hago un muñeco para esa historia.

—¿Y cuándo está listo? ¿Cuándo le das vida? ¿Cómo es ese momento?

—A medida que uno va haciendo lo pone frente al espejo y mira qué tiene, cómo se mueve, qué hace; es diferente a si estoy moldeando goma espuma o plastilina para poder hacer papel maché, que uno empieza de cero y hace el títere que quiere, aquí uno trabaja armándolo con cosas que ya existen. A veces uno piensa que va a hacer una cosa y de repente sale algo que nada que ver o descubre que combinando esos dos tachitos “mirá qué divertido que queda”; entonces uno va a para ese lado, lo va moviendo y después uno ve la cara que pone, le inventa una voz que se parezca a esa cara y así van saliendo los personajes, de a poco; es jugando.

—¿Cuál es el muñeco más viejo que tenés y cómo se llama?

—El muñeco más viejo se llama “El mono Jamaico”, que lo hice por los 90. Fue el primer títere que hice. Es un títere de goma espuma que lo hice para ser manejado entre tres personas, porque es un muñeco que tocaba el tambor y cantaba: yo manejaba la boca y le hacía hablar y otro compañero le metía la mano y tocaba una tumbadora, y otro le metía la mano en los pies y entonces el mono bailaba arriba de un zurdo. Entonces, tocaba tres tambores y cantaba, y hacía chistes. Con ese títere descubrí mi vocación de titiritero, y ahora no está trabajando, pero está ahí.

—Con Kossa Nostra tienen muñecos así, por ejemplo uno de Charly García que manejan de a dos. ¿Cómo es manejar una marioneta a cuatro manos o a seis manos? 

—Es más complicado que manejar un títere solo, porque hay que ponerse de acuerdo con la otra persona que está manipulando. En general, la manera en que se trabaja es que quien maneja la cabeza es quien dirige y los demás lo tienen que seguir. El que maneja las manos, por ejemplo, tiene que estar expectante de ver qué hace, para dónde mira, qué gesto hace para seguirle cuando uno medio que improvisa y hay cosas que ya están ensayadas y son como coreografías. Entonces muchas veces lo que hacemos es ponernos frente al espejo y ver para dónde se mueve y quien dirige dice “la mano dejale así, hacé tal cosa, en este momento da el paso para allá y después espera así, yo miro para aquel lado”.

Cuando uno hace títeres, lo que técnicamente hay que lograr es que el muñeco parezca que se mueve solo, que está parado solo, cuando menos se note que uno está, es mejor. A veces incluso, como en el caso de Charly García, que es un títere de mesa o de manipulación directa como se le llama también a esa técnica, en las que el títere y los titiriteros aparecemos a la vista tomando al muñeco con nuestras propias manos, lo que hay que tratar es de estar lo más neutro posible para no competirle el muñeco. Nosotros en general usamos ropa negra, nos ponemos gorras con visera, de manera que bajando un poco la mirada queda oculta la vista del titiritero para que la gente vea al títere y que el títere parezca que está él solo. Y al ratito la gente se olvida que uno está ahí, es cuando uno logra esa magia del títere.

—¿Los títeres envejecen? 

—Sí, envejecen los materiales de que están hechos y van tomando personalidad.  A veces cuando uno tiene un personaje que lo quiere continuar, hace otro títere y lo reemplaza.

—¿Se te perdió algún títere?

—Se me traspapeló alguna vez con Kossa Nostra, y después lo encontramos. La verdad es que no tuvimos esa mala suerte, pero sabemos de titiriteros que les han robado la valija. Por ejemplo, viniendo a nuestro festival, una vez un grupo de Ecuador tomó un taxi ahí en Retiro y una de las valijas no se la bajaron y cuando se dieron cuenta llegaron a Posadas sin los títeres, y es horrible que pase eso. En general, como los construye uno mismo, es cuestión de hacerlos de vuelta, pero se pierde un montón de horas y de tiempo, y el cariño que uno le va a tomar al objeto, al títere que lo acompaña a uno por tantas aventuras y por tantos lugares, que es una tristeza cuando eso pasa.

—¿Todos los titiriteros construyen sus propios títeres o algunos trabajan por encargo?

—Por lo general sí, los titiriteros hacemos un poquito de todo: a veces cosemos a máquina, soldamos, moldeamos los muñecos, los pintamos, después actuamos, los peinamos, le hacemos la ropa. Pero hay otros titiriteros que no les gusta la realización y entonces le encargan el muñeco a alguien que realiza y trabaja con muñecos hechos por otros titiriteros, o por gente que es realizadora. A mí me gusta hacer todo yo, pero sí, a veces se trabaja en colaboración con otras personas.

—Basko, ¿de dónde sos?

—Soy nacido en Buenos Aires y en el 94 me vine a Posadas para estudiar Licenciatura en Genética, estaba casi terminando la carrera cuando enganché con los Kossa Nostra, empezamos a viajar y bueno, tuve que tomar la decisión de qué iba hacer con mi vida y decidí ser titiritero.

—Pero, además, adoptaste esta región como tu patria ¿no?

—Sí, Misiones me gusta mucho y ahora que estuve descubriendo Corrientes, tengo una fascinación por Corrientes, por su cultura, me parece alucinante la religiosidad que tiene Corrientes, esa fascinación con el santoral, con las fiestas populares. Es algo que quiero seguir descubriendo, me parece que recién estoy viendo la puntita de un iceberg por conocer y que me gusta mucho y quiero que mi vida, mi trabajo pasen por ahí también.

—El nombre del festival “Anímese Yverá” es fabuloso. El anímese ¿es para el público?, ¿cómo surge el nombre?

—El nombre es un “autoafano” en realidad. Con Kossa Nostra en el año 2007, los contactó la gente de The Conservation Land Trust, de Douglas Tompkin, porque querían contratarnos para que hiciéramos una obra de títeres que sirviera para contarles a las comunidades en las que ellos estaban trabajando la importancia del cuidado del medio ambiente, de la ecología y eso. 

A nosotros nos encantó la propuesta, pero no conocíamos el Iberá, entonces le propusimos que primero nos llevaran a conocer para aprender y fuimos varias veces; conocimos en avión, anduvimos en bote, anduvimos en caballo, y en base a lo que nos contaron que querían que dijéramos armamos una obra que le pusimos el nombre “Anímese Yverá”, jugando un poco con las palabras, con el animarse y con que los títeres son muñecos animados.

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