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“Jardines de filología”, una obra que acorta distancias entre investigación y literatura

El material tiene el propósito de popularizar el proceso de investigación aplicado a la literatura, sin ir en desmedro del rigor de la tarea que se propicia. 

En cualquier momento y lugar la literatura está presente: obras clásicas, libros nuevos, textos recomendados, piezas exquisitas que no se olvidan. Como en todo arte, se disfruta de su belleza. Tal vez por ello, abandonar ese dominio del goce para sumergirse en los encuadres de la lógica no siempre resulta tentador. De esto habla el licenciado y doctor en Letras, investigador y docente del Profesorado de Educación Secundaria en Lengua y Literatura del Instituto Superior San José, Ernesto Rafael Costarelli en su libro “Jardines de filología”. La obra —actualmente en proceso de revisión— pretende dar amenidad y atractivo a una temática que a secas puede despertar renuencias, como es la investigación literaria.   

El material tiene el propósito de popularizar el proceso de investigación aplicado a la literatura, sin ir en desmedro del rigor de la tarea que se propicia. Intenta ser un “salvavidas” para los estudiantes de letras que piden socorro cuando tienen que redactar monografías literarias. Es una entretenida y puntillosa analogía entre jardinería y filología.  

—¿Se produce poca investigación literaria? 

—Sí, comparativamente con lo que se hace en lingüística, es poco. Sobre todo en las universidades. En el Conicet, donde lo que más financiación recibe es la lingüística. De hecho, hay algunos centros de estudio en literatura, en filología específicamente, pero son pocos comparados con los centros donde se estudia lingüística. 

—¿Por qué se investiga poco en este campo? 

—Pienso que la lingüística tiene más utilidad. El estudio del arte literario, de lo bello, está un poco relegado. 

—En su obra “Jardines de filología” propone una metodología y para ello presenta una analogía entre el trabajo de jardinería y la investigación. ¿En qué consiste? 

—En este texto se adopta una forma literaria, pletórica de analogías, para un asunto no literario: la investigación en el campo de la literatura. 

El plan general de la obra es lo que se llama literatura de servicio, literatura ancilar. Pensado en los jardines en los que los filósofos griegos transmitían sus conocimientos con amenidad se me ocurrió trasladar esa idea al ámbito de la investigación literaria, conservando esa connotación, pero también haciendo una analogía entre los pasos de la investigación en literatura y la tarea de jardinería.  

La filología es como el método madre en estudios literarios y me pareció que la labor filológica y la jardinería tienen muchos puntos en común.

—¿A quién está dirigido este material? 

—Está pensado para estudiantes que tienen que resolver el problema de hacer una monografía literaria original, para docentes, para graduados e investigadores.  

En su obra menciona la dificultad que se presenta al tener que pasar del dominio del goce de la obra literaria al dominio de la investigación. 

—¿Es eso lo que obstaculiza la investigación en este campo? 

—Así es. El que ama la literatura no necesariamente produce investigación literaria porque es hacer un salto del dominio de lo estético al dominio de la lógica. En principio es eso lo que quería rescatar. En la vieja enciclopedia francesa, la filología aparece subsumida a la lógica, parece un viejo puente romano y eso es lo que trato de reconstruir. 

—¿Cómo encuadrarse en la lógica si en un texto literario el significado final siempre lo construye el lector a partir de sus interpretaciones? 

—Se puede. De hecho hay un capítulo sobre los problemas de significación en el libro. Es decir, la investigación literaria progresa, se desarrolla en función de problemas de significación que se van gestando en distintos momentos de la recepción de la obra.  

—Y en este proceso, ¿quién es el protagonista: el autor o la obra? 

—Es la obra. En mi libro recuerdo palabras de Ezra Pound, un poeta norteamericano, que decía que a los físicos nos les interesa si se casó o no Newton, o qué vínculos personales tuvo, sino que les importa el problema de la gravitación. A los estudiosos de la literatura no debería interesarles nada sobre el autor, sino más bien la obra.  

Es una tendencia. En el siglo XIX se produce mucha investigación basada en el biografismo. El psicoanálisis de alguna manera contribuyó a que el centro del análisis sea el poeta y la creación de su mundo, pero me parece que lo que se puede aportar en ese campo es poco. Y la persona que se forma en literatura no tiene la formación suficiente para ponerse en el lugar del psicoanalista, o del historiador.  

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