José Luis Zampa
Los aficionados al mundo motor muchas veces enfrentan la necesidad de consultar bibliografía procedente de otros países, para lo cual siempre resulte útil el traductor disponible en línea. ¿Pero qué pasa cuando el sitio digital abordado, o la revista adquirida, están en español pero fueron editados en naciones con modismos idiomáticos regionales? Difícilmente el recurso de “guglear” nos resuelva la urgencia, dado que numerosas palabras utilizadas en tales textos son el resultado de un argot específico.
Es el caso de las publicaciones españolas, para las cuales un lector argentino debe necesariamente predisponerse a términos desacostumbrados o directamente inexistentes en el vocabulario de los talleres mecánico y peñas automotrices del Cono Sur. Vemos entonces algunos ejemplos que vale la pena tener en cuenta antes de adentrarse en un libro, revista o sitio web originario de la península ibérica.
Calandra: es la rejilla frontal que protege al radiador de insectos y otros elementos volátiles que puedan impactar con el vehículo mientras se halla en plena marcha, especialmente a altas velocidades en rutas y autopistas. En la Argentina este adminículo que da identidad a los distintos modelos de automóviles y camionetas pues porta el logo de la marca, es conocido como parrillla, aunque nada tenga que ver con las parrillas de suspensión. Actualmente la calandra o parrilla de los automóviles ha visto reducido sus tamaños a dimensiones compatibles con la aerodinámica del diseño, aunque existen ejemplos de parrillas imponentes, con detalles ornamentales y cromados, las cuales pueden verse en modelos premium o en camionetas.
Batalla: es también un término utilizado en el universo automotriz español y nada tiene que ver con las guerras. Se denomina de esa forma a la distancia que existe entre el eje delantero y el eje trasero. En Argentina y otros países de Sudamérica tal expresión no se utiliza y en las fichas técnicas de los modelos a la venta el dato en cuestión se reconoce directamente como “distancia entre ejes”.
Culata: tanto en España como en México se define con esta palabra una pieza del motor que en la Argentina y otros países del Cono Sur se conoce como tapa de cilindros. Este elemento es esencial para el funcionamiento del motor porque, además de portar las válvulas de admisión y escape, conforma junto con el bloque y los cilindros el espacio por el cual se desplazan los pistones a medida que se libera la energía de la combustión.
Muelle: se denomina así a los elásticos y espirales helicoidales que forman parte de la suspensión de un automóvil. En Argentina esas piezas no se conocen como muelles, aunque en el vecino país de Brasil, el portugués asigna el término “molla” para referirse a dicho elemento de suspensión, en clara referencia al modismo español. También se alude a muelle cuando se trata de los resortes de válvulas.
Voladizo: es una palabra prácticamente no utilizada en la Argentina, pero en España la prensa especializada se refiere con ella a la distancia que existe entre el extremo de la trompa de un auto hasta el punto donde comienza la rueda delantera. Y en el sector trasero, el voladizo es la distancia entre el extremo final de la carrocería y el punto donde termina la rueda posterior.
Manteco: esta palabra es difícil de encontrar en la lectura de textos especializados, ya que constituye un arcaísmo del lunfardo tuerca de la península española. Se define así a una maniobra específica de un conductor que pierde aparatosamente el control de su auto y termina embistiendo a otro vehículo, a un guarda rail o incluso a un poste de alumbrado, entre otros obstáculos.
Calarse: lejos del bricolaje, las expresiones calarse o calar un automóvil se utilizan en la jerga española para explicar el momento en que un motor pierde fuerza, un auto cabecea e incluso se detiene por completo sin intención del conductor. En la Argentina no se aplica tal palabra y cuando un auto se detiene imprevistamente directamente se dice que “se paró”.
Ralentí: más conocida en los países hispanohablantes de América, esta españolísima expresión define el momento en que el motor de un vehículo se encuentra en marcha sin acelerar. Es decir, en bajas revoluciones pero con el ritmo indispensable para que no se pare. En la Argentina a los motores que se encuentran al ralentí se les dice que están “regulando”.
Rin: en México, especialmente en los estados del norte, limítrofes con Estados Unidos, se aplica ese anglicismo para designar a las llantas de un automóvil. Ocurre allí una singularidad que adopta la palabra “llanta”, pero para referirse a los neumáticos.
Troca: es otra palabra surgida de la adopción de términos en inglés pero aplicados al español mexicano. Procede de la palabra “truck”, que quiere decir camioneta o camión, y se utiliza para referirse a las camionetas.
Los mil nombres del Escarabajo
El auto más popular de todos los tiempos debió iba a ser bautizado con una frase demagógica que rezaba algo así como “La fuerza de la felicidad del pueblo” o cosa por el estilo. Pero por suerte la caída del régimen nazi dio lugar a la inventiva popular, que poco tiempo después de finalizada la Segunda Guerra Mundial aplicó el sentido común para denominar a un modelo que hasta ese momento solamente era conocido como “Tipo 1”.
Sencillamente, dadas sus formas redondas, los consumidores comenzaron a llamarlo “Käfer”, que traducido del alemán quiere decir Escarabajo. Y de ese modo en los países de raíz latina (en la mayoría de ellos al menos), el querido Volkswagen diseñado por el genial Ferdinand Porsche pasó a llamarse Escarabajo.
Sin embargo, dado que se fabricó en numerosos países hasta superar la cifra récord de más de 21 millones de unidades producidas entre 1938 y 2003, este icónico autito recibió motes de toda índole como Pichirilo en Colombia y Ecuador, Peta en Bolivia, Bolillo en Puerto Rico y Sapito en Perú. También fue Maggiolino en Italia y, por supuesto, Fusca en Brasil. Pero es en México, el país donde se mantuvo en producción hasta 2003, donde el “Tipo 1” mereció un apelativo que contiene una remembranza histórica, pues encuentra su origen en la resistencia francesa a la ocupación nazi. En Francia, durante la guerra, los soldados del Tercer Reich eran llamados “boches”, que se traduce como relativo al asno o tonto. Cuando el modelo alemán se presentó en el distrito federal allá por 1946, alguien conjugó la primera sílaba de Volkswagen y el término “boches”, para conformar el sobrenombre que el auto llevaría para siempre: “Vocho”.
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