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Fuego, guerra, virus y una virtud

Especial Para El Litoral

El virus, el fuego, la guerra, la inflación, la grieta… Todo eso se apaga, se mitiga o por lo menos se sobrelleva con otro espíritu al encontrar la mano bienhechora del bombero que parapeta con su cuerpo a los bosques amenazados, del médico y el enfermero que asisten al contagiado en una pandemia que no se ha ido, del veterinario que cura animales quemados, e incluso del influencer que junta millones para entregar equipos antiincendios.

¿Pero es suficiente la persistencia pacifista de los que sanan y rescatan, frente a la masacre programada de la operación militar más salvaje de los últimos tiempos? ¿Quién gana y quién pierde en este maremágnum de violencia?

Lo que sigue es una compilación de los episodios más sorprendentes y contradictorios que ocupan la atención pública tanto en la esfera comarcal como en el escenario global, en busca de respuestas imposibles, en persecución de utopías necesarias para seguir avanzando hacia el ideal de un mundo mejor que en tiempos como los actuales se pierde en un horizonte de sangre y pólvora. Sin más preámbulos, vamos a las cosas:

Éramos pocos y parió la abuela.El refrán popular es aplicable a la irrupción del ejército ruso en la débil Ucrania, con Vladimir Putin a la cabeza de una ofensiva que lo transforma en el enemigo público número uno, al menos desde la perspectiva de occidente.

Azotado durante dos años y fracción por el Sars-Cov-2, el mundo vuelve a padecer al monstruo grande que pisa fuerte. La invasión rusa representa un retroceso para la humanidad en su conjunto, que en esto de matarse mutuamente por razones geopolíticas acumula experiencias milenarias sin aprender de sus propios errores.

Eso de que la hecatombe sanitaria provocada por un consomé de quirópteros chinos tornaría a la especie humana más reflexiva y menos dañina con el entorno, no se cumplió. De hecho, cuando los microbios asesinos aún asolan, aparecieron verdugos de carne y hueso listos para acribillar a los más débiles en una disputa por recursos naturales, energía, territorios y, sobre todo, poder hegemónico.

¿Que Putin tiene sus razones? ¿Que fue provocado por la Otan desde el momento en que esa alianza militar intentó sumar a Ucrania al eje occidental? Es cierto. Tan cierto como el hecho de que los territorios separatistas ucranianos de Donetsk y Lugansk libran desde 2014 un cruento conflicto interno. Sin embargo, la virtual amenaza de instalar en el Dombás misiles norteamericanos apuntando a Moscú (solamente una hipótesis), no justifica la operación lanzada por el Kremlin en un contexto global que reclama menos balas y más diplomacia.

El déjà vu según el cual la Organización del Atlántico Norte avanzaría hasta la frontera rusa para repetir en viceversa aquella vieja historia de los misiles soviéticos apuntando a Washington desde Cuba no alcanza para explicar la sanguinaria maniobra bélica desplegada por un líder que busca algo más que defender los intereses de su nación: quiere certificar que es un duro, un caudillo con veleidades imperiales obsesionado con pasar a la historia devolviéndole a Rusia el esplendor perdido con la Perestroika. Y busca por ese motivo, a fuerza de cañonazos, reconquistar aquello que —desde su discernimiento conceptual— le corresponde por derecho innato al país más extenso del mundo.

Metralla de noticias (y de antinoticias).En un planeta cada vez más abreviado por la vertiginosidad de las comunicaciones, que permiten tomar nota al instante de crímenes atroces como si fueran parte de una remake de Pelotón, la proliferación informativa mantiene a millones de personas en ascuas, con la sensación de que en cualquier momento alguien puede apretar un botón que haga estallar todo por los aires.

Pero no todo es como se muestra. La conflagración que sufre Ucrania lleva al menos ocho años, desde el derrocamiento del presidente pro-ruso Viktor Yanukovich en la llamada revolución del Maidán (la plaza central de Kiev), momento a partir del cual el 30 por ciento de la población del país (ubicado en la margen oriental del territorio) es obligado a cumplir con exigencias legales como hablar solamente en ucraniano cuando su idioma ancestral es el ruso. 

Así como estamos en la era de la instantaneidad noticiosa también convivimos con un diluvio de datos incompletos, fotos manipuladas y memes engañosos. 

Ocurre aquí, con las imágenes (viejas) del gobernador Valdés y el intendente Tassano en un carnaval prepandemia, utilizadas para descalificar a las autoridades en la pulseada por corso sí o corso no. Y sucede allá, en el límite de Europa y Asia, con un video del aplastamiento deliberado de un automóvil particular por parte de un tanque de guerra supuestamente ruso.

La filmación fue obtenida por habitantes de la región de Obolón, distrito de Kiev donde se llevan a cabo combates cuerpo a cuerpo, y echa luz sobre un costado desconocido del hecho, en cierto modo exculpatorio para el tanquista, que había sido acusado de embestir al auto “por diversión”.

Los reportes más inmediatos aseguraban que el blindado era ruso, pero las primeras impresiones (que por lo general desembocan en crónicas parciales y sin cotejo) siempre pueden engañar. El video primigenio, que se viralizó en pocas horas, muestra solamente el momento del arrollamiento a la vez que omite el origen de la maniobra protagonizada por el blindado, que (había sido) circulaba en medio de una balacera. 

Material fílmico registrado desde otro ángulo, también compartido en las redes por moradores de los edificios linderos, demuestra que el vehículo militar pertenecía en realidad al ejército ucraniano y que su derrape fue ocasionado por las ráfagas de un comando de exploración y sabotaje ruso que, en ese mismo instante, abría fuego contra el convoy hasta sacar del camino a un camión antiaéreo cuyo último tripulante fue literalmente fusilado.

Volviendo a ejemplos locales de fake news, vale citar el caso del bombero José Luis Mombaj, cuyo fallecimiento en un accidente vial, ocurrido mientras se dirigía a un incendio el 11 de enero pasado, fue utilizado por odiadores (y multiplicado por incautos) para instalar la idea de que había sido una muerte reciente, ocurrida en medio de la hoguera.

Conmover a los crédulos hasta torcer opiniones, deformar la realidad hasta generar un pensamiento tóxico que resulte funcional a determinadas estratagemas, es el objetivo de tales antinoticias, para las cuales existe un antídoto único: antes de creer, dudar.

La argentinidad como virtud.Mientras el mundo no termina de salir de un pozo para arrojarse a otro precipicio con derivaciones impredecibles, en este país castigado por una crisis económica interminable, dividido por diferencias políticas en apariencia irreconciliables, el cataclismo incendiario que devoró el 11 por ciento de Corrientes tuvo como consecuencia una pulsión solidaria masiva, generalizada y conmovedora, en la que todos los sectores (sin excepciones) pusieron manos a la obra para combatir las llamas.

Tal como hicieron los héroes voluntarios que atacaron los focos cara a cara, llegado el momento, el más recalcitrante anti-K se pondrá codo a codo con el más acérrimo anti-M para unirse en una acción conjunta que ratificará el sentido de pertenencia característico de la comunidad rioplatense al punto de enaltecerla frente al conflicto ruso-ucraniano. ¿Por qué? Simple: porque los que habitan este suelo liberado por San Martín, Belgrano y Güemes no tienen dudas de su argentinidad, por sobre cualquier ascendencia racial.

Al contrario de lo que sucede en Europa del Este, Palestina, Yemen, los Balcanes o en la misma España con el Euskadi, los argentinos mantienen a flor de piel una predisposición natural para ponerse del mismo lado cuando se trata de defender a sus connacionales tanto de un fenómeno devastador como el fuego, como de la piratería que se birló Malvinas. 

Queda claro pues, que los argentinos ganan en este entuerto por la paz que se respira en sus calles, mientras Europa se va a dormir con el sobresalto de una escalada bélica que repite el viejo paradigma de la guerra fría para destinar millones de dólares, euros y rublos al leviatán de la industria armamentista.

Frente al yermo panorama internacional, y a pesar de todo, mejor Argentina.

 

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