Renée Ferrer o “la herida caliente de una distancia insomne”
Por Rodrigo Galarza
Especial para El Litoral
En ediciones anteriores de estos breves apuntes de la poesía paraguaya señalábamos la adversa realidad histórica-social que ha vivido el país hermano a consecuencia de dos terribles guerras (en el siglo XIX y mitad del XX), a las que debemos sumar la larga dictadura de Stroessner.
Durante el doloroso periodo de la dictadura, la literatura paraguaya fue llegando a los lectores latinoamericanos y del mundo a través de los poetas y narradores (Campos Cervera, Romero, Bareiro Saguier, Roa Bastos, etc.) que vivían en el exilio y que tuvieron la oportunidad de dar a conocer sus obras en el extranjero denunciando lo que estaba sucediendo en ese “Paraguay duro”, como dijera alguna vez el poeta Elvio Romero. ¿Pero qué pasó con aquellos escritores y artistas en general que se habían quedado en el país?; ¿cómo vivieron ese exilio interior? Seguramente cada uno de ellos lo vivió de diferente manera, aunque todos con el denominador común de ejercer la libertad en sus obras, de dejar sus vidas en ellas.
Nuestra asaltante de hoy, de larga trayectoria como poeta y narradora, se refiere así al proceso de exilio interior: “La primera parte de mi obra presenta, por los temas que toca, una búsqueda de esa universalidad que es como un anhelo imperioso de participación en el todo. Ser parte de la humanidad, ser un ciudadano del mundo, reflexionar sobre los problemas de ese mundo (…) Solo más tarde viene esa conciencia de pertenencia a este lugar y con ella la desesperanza del exilio interior, ese saber que todo nos resultará más difícil porque, estando adentro, sin embargo, estamos afuera de un sinnúmero de posibilidades”.
La voz poética de Renée Ferrer se alza lírica y sensual, el yo en relación con el paisaje interno y externo; pero también se alza grito, denuncia, dolor. El Paraguay de los estragos de la guerra y de los muertos por la dictadura en poemarios como Desde el cañadón de la memoria (1982) y Viaje a destiempo (1989) respectivamente.
Bien lo señala Rubén Bareiro Saguier: “La voz acendrada de Renée Ferrer que sabe trascender la anécdota, refringir plurívoca y apasionadamente la realidad histórica, es al mismo tiempo una respuesta a ese reto. Y esto porque la poesía, que por esencia manifiesta la palabra de la colectividad, es capaz, como el pueblo, de superar las más sombrías calamidades, llámense guerras, pestes o dictaduras”.
¡Salud, poesía y libaciones!
MUESTRARIO MÍNIMO
Caídos
Permanecen
en el vestíbulo de la muerte
con la ceniza del sueño
en las órbitas vacías.
Centinelas insomnes
de una sedienta latitud
de raíces oscuras.
Refugio de aves mansas
sus huesos solitarios
lamidos por la noche.
En un golfo de angustia
se hamacan los despojos
de una vigilia largamente presentida.
Las cruces del silencio
cautivas de un desierto taciturno
se alargan mansamente
en esa soledad desamparada.
De repente la nada
amordaza el pulso de la lumbre,
y un naufragio de rezos
modela
el rostro del coraje.
Enemigos
La furia se diluye
en un hilo que corta la sobria lejanía.
Desenredan sus cuernos
ramazón de contienda
empapando de euforia las callejas del viento.
La hiedra del silencio va trepando los cuerpos
mientras la luz se acuesta
sumida en los lamentos.
En desérticas sombras
duerme la tierra en calma,
mojada de abandono.
En la herida caliente de una distancia insomne
los ojos se dilatan,
y represa la arteria la savia alborotada
de un instante que fluye
desgajado del tiempo.
Un disparo desgarra la espesura
en el denso letargo del pulso desbocado,
y una mano fraterna, mutilada y vacía
se aferra al enemigo
en la antesala del olvido.
Ahora me olvidas
Y ahora me olvidas.
Fui anónimo guijarro
tramontando tu arena
pétalo
que se fue desprendiendo de tu cerco
un canto sin acordes resonando
en sordas caracolas.
Sí
ahora me olvidas.
Pero cuando entregue
esta envoltura descartable
y
mi identidad se duerma
desbrumaré mis ojos
te miraré con olvido
ahogaré tus palabras
en el silencio.
Cifra
Cómo el dolor me abre el deseo.
Tenderme a la vera de tu cuerpo
sospechando las ansias,
los temblores,
ornar con flores robadas
el puente de nuestro aliento
intercambiando besos,
trozos de tiempo.
El sol se nos metió en los dedos
haciendo borbotar
el caldo del encuentro.
Al instante le crece permanencia.
Tu latido dialoga con mi pena
que sin nosotros notarlo
se ha disuelto.
Todo sucumbe al punto, sin embargo,
y vuelvo a ser
una cifra cualquiera en un cuaderno.
Resurrección
Dejarlo todo sí
mientras bate el oleaje mi cintura.
Deshecha espuma
baba marrón
semen de los días
arrumbados como trastos de olvido
en un altillo viejo.
Albergue de enmascaradas tentaciones.
Dejarlo todo fuera
del espacio que soy y me contiene:
las horas que atosigué de espera
la vigilia alucinada en silogismos
la obstinada ilusión
el timón batallando contra un viento
portador de estandartes mortuorios.
A mi alma le crecen cicatrices
y un lento olor a tiempo desvivido.
Dejarlo todo sí
a orillas de este cuerpo
de esta ínsula ardiente
arsenal de ternura.
Ah las flores robadas para el duelo.
Quemarme en soledad
asolar el desván arrojando bien lejos
los instantes que duran para siempre25
retener en los labios los momentos
como astillas de hielo
sobre la lengua ávida.
Abandonar mi cáscara
de rostros funestos
sentarme a contemplar
convaleciente
la llama de una frágil bujía.
Desabordar mi corazón
y recobrarme
despojo y oración de algún ser sin memoria.
Porfía
Esta torpeza de jugarle a la vida
es mala pasada de no poder vencerme;
esta terca manera de quererte,
a punto de ingresar
o ya saliendo del último intento;
este modo obstinado
de reavivar la llama
donde encontrarme un día,
mendiga de tu cuerpo.
Partida
Verte
lejano
para siempre,
para siempre en el suspiro de los pastos
que la brisa arrodilla.
Verte partir
por el zumbido del abejorro
ante un sol dilapidado,
tu sombra llena de luciérnagas
flotando en la temblorosa incandescencia.
Mi cuerpo tendido sobre el aliento de la tierra,
ensombrecido por esa luz que se distancia
-mariposa de incontables lunas-,
mirándote decrecer
por el corredor de la ausencia.
Hay flores claudicantes en el aire,
risa antigua esparcida:
residuos de una cremación compasiva;
hojas congregándose en un concilio de sombra,
el polen instituyendo la germinación
de primaveras futuras:
las primaveras que no te verán,
porque
oh para siempre
te estás yendo.
Itinerario del deseo
Anoche tuve audiencia con mi cuerpo,
tu fantasma, mis señas personales:
indagué en el desánimo, en el cerco
de mis fiebres. Obsesos arenales
me circundan y crecen hacia adentro.
Me someten sus dunas, a las cuales
rehúyo, añoro, niego, miento, encuentro,
ofrendando el temblor de mis portales.
Sin que medie la luna te poseo
siguiendo de la sangre los puntales.
Dichoso itinerario del deseo
cuando abrevo mi sed en tus panales.
Cuando el alba se apresta a desvestirse
se despiden tus sombras, antes de irse.
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