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/Ellitoral.com.ar/ Especiales

Combates aeronavales, epopeyas con el escudo de la Prefectura y corazón correntino

Correntino. El cabo José Raúl Ibáñez, a cargo de la sala de máquinas –ya averiada e inundada– empuña la ametralladora y derriba a uno de los Sea Harrier.

La Prefectura Naval Argentina envió a la guerra de Malvinas a 141 hombres, entre otros medios, con dos embarcaciones que participaron de combates aeronavales calificados, según la métrica de la historia contemporánea, como los primeros de esa fuerza de seguridad.

Osvaldo Aguirre, un prefecto mayor nacido en el municipio correntino de Lavalle que se desempeña en la Prefectura como retirado en servicio, fue protagonista y testigo, con solo 26 años de edad, de las batallas que esa fuerza libró con éxito en el archipiélago austral.

La Prefectura Naval destinó a la guerra los guardacostas 82, “Islas Malvinas”, y 83, “Río Iguazú”, que el 6 de abril iniciaron la navegación desde Buenos Aires, con escalas en Puerto Madryn y Puerto Deseado.

“La primera odisea que debimos vivir, y era mi preocupación en ese momento, fue llegar a las Islas Malvinas, por el tipo de navegación y con toda mi juventud”, dice Aguirre, que por entonces era oficial principal y estaba al mando de otros 17 hombres.

El domingo 11 de abril por la tarde las embarcaciones iniciaron el franqueo desde Puerto Deseado hacia el archipiélago, y a las 12 de la noche burlaron el bloqueo inglés instalado a 150 millas de las Malvinas, desde donde las tropas de la corona tenían orden de derribar o hundir cualquier aeronave o embarcación.

“Logramos vencer ese bloqueo para luego navegar 36 horas y llegar con el límite del combustible, venciendo un temporal y las corrientes propias del sur”, especifica Aguirre.

El martes 13 de abril a la 1:30 de la madrugada arribaron a Puerto Argentino.

“No hubo embarcaciones artilladas que defendieran las Malvinas; únicamente estos dos guardacostas que tenían en popa dos ametralladoras Browning 12,7, más las armas reglamentarias de cada tripulante”, cuenta el capitán, que aclara: “No teníamos la cantidad necesaria porque somos una fuerza de seguridad, estamos para salvar vidas, no para combatir”.

“A las 4 de la mañana del 1 de mayo estaban atacando Puerto Argentino con aviones Vulcan, que tienen capacidad para trasladar bombas de casi mil kilos”, recordó.

A las 15, un helicóptero inglés salido de entre colinas generó un alerta y la orden de fuego libre, con lo cual se inició un combate con el guardacostas anclado, cuenta Aguirre, que en ese entonces capitaneaba el barco en la Bahía de la Anunciación.

Tras superar el fondeo mediante una maniobra arriesgada del chaqueño Marcelino Blatter, el “Islas Malvinas” afrontó una segunda refriega y logró impactar siete disparos en la aeronave británica.

“En una de las ráfagas —sigue— le pegan a Antonio Grigolatto, un correntino de Juan Pujol, cabo maquinista, de 20 años por entonces; cae herido por el impacto en el abdomen de una ametralladora”.

Grigolatto terminó de disparar las municiones que le quedaban y cuando iba a reponer su cargador cayó desmayado.

El helicóptero era un Sea King ZX736 que resultó con averías irreversibles en el sistema hidráulico de comando y en ese momento se retiró del combate.

Grigolatto fue operado en un hospital de campaña pero al poco tiempo fue considerado muerto y llevado a un salón abandonado, hasta que un médico lo vio por casualidad y fue trasladado de urgencia en un vuelo a Comodoro Rivadavia. “Este fue el bautismo de fuego de muchas unidades, principalmente para la Prefectura, ya que se trató del primer combate aeronaval de la historia contemporánea con un helicóptero a menos de 15 metros de distancia; me acuerdo hasta de la cara del tirador”, recordó Aguirre.

“En treinta segundos aprendimos a ser soldados —reflexiona—, el miedo que teníamos se termina en ese momento y en ese lugar, la adrenalina es tan importante que hoy lo veo a Grigolatto y cuando charlamos este tema él me dice que solo sintió un golpecito en la panza y se quedó dormido”.

Después de ese combate, el “Islas Malvinas” continuó su trabajo normalmente hasta la rendición.

El 22 de mayo se produjo el siguiente combate aeronaval que debió enfrentar la Prefectura, cuando el guardacostas “Río Iguazú” fue asediado por dos aviones Sea Harrier mientras trasladaba cañones hacia Puerto Darwin.

A la altura del Seno Choisseul, las aeronaves atacaron con ametralladoras y en el combate murió Julio Omar Benítez luego de recibir tres impactos de bala.

En ese momento, debido a que a la sala ingresó demasiada agua, apareció el maquinista cabo segundo José Raúl Ibáñez, nacido en Pueblo Libertador, en el sur de la provincia de Corrientes, quien al ver a su compañero caído lo retira, empuña la ametralladora de 11,7 mm y voltea a un avión tripulado por un teniente inglés de apellido Batt.

La embarcación fue embicada por el capitán en la costa, pero con tres heridos: el oficial González, de la localidad correntina de Monte Caseros, y los oficiales bonaerenses Baccaro y Bengoechea.

En la actualidad, Aguirre tiene 66 años de edad, es licenciado en Relaciones Internacionales y responsable del área de Veteranos de Guerra de la Prefectura Naval Argentina, mientras que José Raúl Ibáñez también se desempeña como retirado en servicio en esa oficina, y el suboficial Grigolatto, ya retirado, vive con su familia en la localidad correntina de Curuzú Cuatiá.

“Hoy, en manos de quien se encuentre la responsabilidad estatal de ir o no a una guerra, le diría que no, que no lo haga, no se puede entender la guerra; yo, que fui, no la entiendo pues tampoco fuimos educados para la guerra”, analizó Aguirre.

* Nota para la agencia de noticias Télam.

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