José Luis Zampa
Era un tiempo de valientes, porque había que ser valiente para intentar un proyecto industrial en la Argentina de los años 80. Luis Gaggino era el capitán de aquel equipo que concibió desde cero una marca de automóviles nacionales que, pese a su origen artesanal, se destacó hasta producir en serie y exportar unidades a países como Japón e Italia.
Eniak Sociedad Anónima nació sobre la base de una compañía que se dedicaba a producir componentes electrónicos. Y entregó su primer auto en 1983, cuando se presentó el sorprendente Eniak Antique, un vehículo con las prestaciones y la tenida de un producto moderno, pero con una estética vintage que lo convirtió rápidamente en el objeto de deseo de muchos apasionados por los modelos clásicos.
Según relata Mauricio Uldane en su sitio “Archivo de Autos”, Gaggino gustaba de participar en competencias de regularidad al volante de un Lotus Seven réplica, construido en el país en los años 70 bajo licencia de la marca británica. Fue a partir de las gratas con su Lotus que este empresario decidió desarrollar su propia marca: Eniak (en coincidencia con el nombre de una de las primeras computadoras programables, pero cambiando la letra final “c” por la “k”).
Para hacer el Antique, Gaggino convocó a dos especialistas en la construcción de automóviles de carrera. Pedro Campo, diseñador de máquinas legendarias como el “Trueno Naranja” o el “Chelco”, se encargaría de dibujar la carrocería y Alain Baudena (artífice de la recordada firma Baufer) sería el responsable del montaje del prototipo, que fue un éxito desde el primer comienzo dada su apariencia clásica.
El auto llevaba un motor que en su época ya contaba con probada eficiencia pero seguía siendo moderno debido a que la compañía Volkswagen había decidido continuar la producción del famoso Dodge 1500 (Hillmann Avenger en Inglaterra) bajo su marca. El propulsor elegido fue concretamente el de aquel sedán mediano, con lo cual el Eniak Antique logró prestaciones destacadas y confiabilidad en lo que a mantenimiento se refiere.
El auto concebido por Gaggino, Campo y Baudena llevó un chasis multitubular y carrocería de fibra, con accesorios desarrollados específicamente para el modelo, que podía ser confundido con un Morgan británico incluso hasta en los interiores, donde abundaba la madera de cedro. Incluso el volante era de cuatro rayos de aluminio pulido con un aro de madera, lo que le confería un toque de distinción muy celebrado por los aficionados.
La planta de producción se instaló en el barrio porteño de Mataderos, donde el ritmo de fabricación pasó de las 6 a las 12 unidades mensuales en poco tiempo. En total se fabricaron más de 100 autos Antique, en la que constituye una verdadera proeza en razón de que su montaje artesanal impedía un ritmo más industrial. Se exportaron algunas unidades a Japón e Italia, y ante el desafío de obtener más potencia se hicieron dos autos con mecánica Ford 221.
Al mismo tiempo, el intrépido Gaggino había observado la oportunidad de ingresar al mercado de las pick up compactas. Eran tiempos de importación cerrada, por lo que decidió desarrollar una camioneta basada en la carrocería el Dodge (para entonces ya Volkswagen) 1500, con la motorización llevada a 1.8 litros.
El resultado fue una camioneta del tamaño de las primeras Toyota Hilux que llegaron al país a fines de la década del 70, pero con mecánica y partes de carrocería nacionales, además de un sistema de doble tracción concebido íntegramente por ingenieros locales, caja reductora incluida. La pick up se llamó Eniak Durango y logró fama al medirse con rivales de segmentos superiores, sin desfallecer.
La Eniak Durango podía conseguirse en las concesionarias en dos versiones de motorizaciones y de transmisión, ya que equipaban el motor ex Dodge 1800 o en su defecto el famoso Indenor XD2 gasolero. Y en cuanto a la tracción, había una camioneta con tracción simple y capacidad para una tonelada de carga, y otra con un sistema 4x4 que era la carta de presentación de la marca, dado su impecable funcionamiento.
Los vehículos Eniak fueron los últimos exponentes de la inventiva local en la producción de vehículos puramente nacionales. Se fabricaron hasta 1990, año en que la compañía finalmente cerró sus puertas como consecuencia de los vaivenes económicos del momento. Se dice que para la Durango había una demanda sostenida y que las grandes multinacionales afincadas en el país contribuyeron con sus influencias a quitarla del medio, pero es sólo un rumor que recuerda el triste final del Rastrojero en 1980.
Hoy la marca Eniak es un recuerdo lejano para muchos. Las nuevas generaciones ni siquiera la conocen, pero lo cierto es que forma parte de la historia de la automoción argentina, ya que fue una firma nacional de pequeña escala cuyos productos lograron trascender en el tiempo. Todavía quedan decenas de Antique y Durango en condiciones de uso. La mayoría integrados a una agrupación de entusiastas que suelen organizar reuniones y actividades comunes, además de procurar el rescate y la conservación de estos especímenes únicos.