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Espíritus buenos en la Facultad de Derecho

Del libro “Aparecidos, tesoros y leyendas” de Moglia Ediciones.

Sabado, 14 de octubre de 2023 a las 18:45

Entiendo, perfectamente entiendo lo que me quieren decir, pero que se perciben los espíritus en el edificio histórico de la Facultad de Derecho sobre la calle Salta no tengo dudas. 
Sólo ingresar al patio redondo donde se halla el mástil, ya uno siente la presencia de espíritus que revolotean alrededor. 
Es verdad que muchos no tienen atributos perceptivos de gran alcance, pero otros si, los que sus sentidos se extienden más allá de lo normal, comprendo como siempre me dicen, es una locura, puede ser contesto, pero al menos es mía y no es susceptible de embargos ni de ejecución alguna, nace conmigo y muere conmigo. 
La verdad es que muchas veces gozando del profundo cariño y afecto que cosecho, estando en el lugar tan querido, siento hasta cierta pena por aquellos que no captan el mensaje del más allá, por asegurar que tampoco sabrán apreciar la existencia de los espíritus de sus muertos queridos, sean quienes fueren, padres, hermanos y sigue la lista.
Al ingresar no puedo dejar de pensar en el señor Leiva con su respetuosa presencia, higienizando las galerías y patios, quien se marchará cuando el espíritu más antiguo del lugar, la mujer que viene desde el fondo, le tocó el hombro asustándolo de tal modo que su pelo encaneció, lo mismo le ocurrió al señor Malvares en tiempos más recientes. 
El Decanato nos recuerda al Dr. Isaac García, Agustín Blanco, Porfirio Aquino, Gustavo Revidatti, José Sassón, Bubú Artieda, Graciela Geham, Luz Souto, Néstor Niccolini, Adolfo Beraja, el Dr. Gil Iglesias, Yiyo Iglesias, Fernando Díaz Ulloque, Carlos Contreras Gómez, Francisco Blasco y Fernández de la Moreda, Custidiano, Balbastro Reguera, Abelenda, Ammeghino Arbo, Moricer, Abraham Rícer, Raúl Otero, Dalmacio Alsina Atienza, Yunes y tantos otros, a algunos los omito porque fueron espíritus negativos, por no definirlos como malos, a otros porque la memoria me juega olvidos. Estoy seguro que todos ellos desde el más allá vuelven al edificio histórico a dar una vuelta. 
Pero existen otros espíritus que dejaron una estela tan profunda, que se los escucha y avista, Ramonita Larcembille y su eterna sonrisa, don Mendoza, formal y adusto, Chiquitín Crespo con su eterna cordialidad, el señor Led con su cigarro y su vozarrón, Piqui y Nuncho Varela gentiles, doña Pepa y don Pepe Cunha, Brest, serio y profundo, Maquela Leconte generosa y atenta, el gordo Piris, amigo, la señora de Estigarribia, la mamacita nunca dejaba a nadie en la estacada, buena mujer. Si me olvido de alguien sepan disculpar, los que viven me reclamarán y los que partieron desde el más allá me lo harán saber. 
Muchas tardes, porque tengo el privilegio extraordinario de poder visitar casi diariamente mi vieja Facultad de Derecho, recorro sus pasillos, las oficinas de quienes nombré y siento su presencia, la risa de Ramonita, el afecto de don Chiquitín, la figura alta y elegante de del escribano Led, sus sombras se dibujan ante mi vista, pasan silenciosos sin provocar ningún sentimiento negativo, todo lo contrario insuflan alegría mezclados con una paz contagiosa, da gusto visitarlos, porque ellos no se han marchado siguen recorriendo los pasillos, los ecos de sus voces repican en las paredes, las viejas aulas mantienen antiguos murmullos y susurros vitales. 
A veces cuando comprendo que algún despacho me atrapa con mayor fuerza, concentro mis fuerzas para brindarles mi mejor sentimiento, el cariño que les guardo y el respeto que siempre les brindé y les brindo. 
Sentado en el borde del mástil de la bandera veo recorrer sus sombras por los corredores, cumpliendo sus antiguas tareas, y ellos saben que mientras los recuerde, yo como muchos otros nunca morirán ni se extinguirán, seguirán vivos entre los vivos, claro unos los vemos y otros no. 
Entiendo, no me lo repitan, estoy loco, probablemente, pero la locura es mía, nadie me quita el privilegio de aspirar el olor a los cigarros que fumaban don Chiquitín y don Led en la puerta de la oficina, o escuchar la risa de Ramonita, la presencia elegante de Díaz Ulloque, las corridas del gordo Blanco, el señorío de Néstor Niccoli. 
Muchos de ellos se irán tal vez cuando los de nuestra generación los olvidemos, pero estoy seguro que entre los que vienen habrá quienes tengan percepciones desarrolladas, verán sus espíritus, pero les costará identificarlos, nada más, hasta que ellos se presenten y les digan quienes son. 
Psíquicos, videntes, brujos o como quieran calificarlos siempre hubieron, son seres humanos que la naturaleza les dotó de la capacidad de explotar ciertos dones o capacidades que otros no pueden, por eso no que no es regular, es extraño. 
Antes de cruzar a mi estudio que queda enfrente del edificio histórico, me despido de mis fantasmas con el mismo cariño de siempre, huyo de los espíritus malignos que también andan sembrando cizaña, como siempre lo hicieron, convertidos en almas dolientes que deambulan sin rumbo, buscando el camino o del purgatorio el menor mal o el infierno el mayor, vivieron muy mal y murieron peor, allá ellos, ni siquiera para ser citados como espíritus valen. 
 

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