Lugares físicos donde se ensayó por vez primera, la gimnasia fina y sensual del tango que venía arremetiendo, y donde concurría específicamente el hombre para encontrarse con la dama.
Ella, era capaz de enseñarle el sortilegio de la danza del Río de la Plata, como complacerlo en el amor hasta en el propio lecho.
Lo común, el principio, las romerías, lugares desplegados en la periferia de la gran ciudad bajo el toldo encerado, protegiéndolos del rocío y de la lluvia. Espacios improvisados que eran capaces de contener, hombres y mujeres trenzados en un tango, bajo su techo afectivo.
Damas, bebidas, algún trío de flauta, bandoneón y guitarra, ensayando los primeros esbozos de un ritmo en su gestación, que sería famoso en todo el mundo.
El siglo 19 coincidía con la invasión de inmigrantes que comenzaban a ser costumbre en romerías, piringundines, devenido su nombre de una danza francesa adoptada por los genoveses, también las Carpas de la Recoleta.
Frecuentaban el tango la atiborrada “casa de citas”, con mujeres, meseras, bailando y practicando también el oficio más viejo del mundo.
Dicen los estudiosos que habitaban calles frecuentadas no tan solo por hombres, sino también la oleada joven de “niños bien,” que incursionaban del centro para la periferia, en busca del tango como pretexto para llegar a la mujer.
Se diseminaban por calle Solís y Estados Unidos; Pozos e Independencia; Plaza Lorea, lugares que comenzaron a ser escenario de pioneros como Angel Villoldo.
Las Academias de Baile como los Casinos, comenzaron a ser cada vez más solicitados, algunos burdeles encubiertos de nombres solapados, que la gente de la noche los hacia comunes.
La “casita” de “Laura”, famoso entonces que hasta un tango la nombra, o “María La Vasca”, por donde pasaron Vicente Grecco, Rosendo Mendizabal, o el dúo Gardel-Razzano, Mario Batistella.
Un lugar amplio, chic con mucho mundo, lo era “Palais de Glace” sobre Avenida Libertador, ámbito que en la década del 50´, todos los días sábados de 17,00 a 21,00, LR3 Radio Belgrano de Buenos Aires transmitía su famoso “Té Danzante Palmolive del Aire”, donde los parroquianos escuchaban música y bailaban.
Los cafés donde también amén del billar anida la vida suburbana del tango, mucho de ellos instalaron el famoso “Palco de la orquesta” para que los músicos y cantores apronten lo mejor de sus repertorios. Por ejemplo “Los Angelitos”, “El Tortoni”, “Los 36 Billares”, “Café Domínguez” de calle Corrientes, que Julián Centeya lo nombra en un tango del mismo nombre cuya parte instrumental lo asume la orquesta de Angel DÁgostino. “LaPaloma” de calle Santa Fe, “El Richmond” de Esmeralda que pudo aplaudir a Alfredo Gobbi, Aníbal Troilo o Miguel Caló que pasaron por allí.
“El Armenonville” de Avenida Alvear y Tagle. Los cabarets, “Royal Pigalle”, “El Monmartre” de Corrientes. “El Chantecler” de Paraná, lugar de recalada de la Orquesta Juan DÁrienzo. “El Tabarís”, de Corrientes.
El cabaret “Tibidabo”, de calle Corrientes, lugar de la orquesta de Aníbal Troilo donde desplegaba su mejor repertorio. “Caño 14”, “Michelángelo”, o “El viejo Almacén”.
En memoria a todo lo que significó el tango y el café, devenido de los orígenes de las romerías, las carpas, hasta las casas non santas, como los cabarets, pero también donde las confiterías se dieron mañas por frecuentar el tango en su máxima expresión, Eladia Blázquez compone con Héctor Negro, el tango alusivo, “Viejo Tortoni”, estrenado el 3 de diciembre de 1979.
“Se me hace que el palco llovizna recuerdos, / que allá en la avenida asoma, tal vez, / bohemios de antaño y que están volviendo / aquellos baluartes del viejo café. / Tortoni de ahora, te habita aquel tiempo / -historia que vive en tu muda pared- / y un eco cercano de voces que fueron / se acoda en las mesas, cordial habitué. / Viejo Tortoni, refugio fiel / de la amistad junto al pocillo de café. / En este sótano de hoy la magia sigue igual / y un duende nos recibe en el umbral. / Viejo Tortoni, en tu color / están Quinquela y el poema de Tuñón, / y el tango aquel de Filiberto / como vos, no ha muerto, / vive sin decir adiós. / Se me hace que escucho la voz de Carlitos / desde esta bodega que vuelve a vivir, que están Baldomero y aquel infinito / fervor de la Peña llegando hasta aquí… / Tortoni de ahora, tan joven y antiguo, / con algo de templo de posta y de bar, azul recalada, si el fuego es el mismo, / alguien dijo que acaso no sirve soñar…? “ /
El tango, como la propia vida evolutiva con que se construyen los pueblos, de a poco pero seguro, fue conformando una rica historia de “próceres” del género.
Es el mismo que nos confiere carácter nacional, identidad, el origen donde nació cada epopeya, que a cachitos se hizo grande. Es el sentimiento cantado que puebla un país.