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El correntino que fue pionero en el debate del divorcio en Argentina en 1886

 Fue diputado nacional en 4 períodos y uno de los mejores oradores de su tiempo. Además llegó a ser Ministro de Instrucción y Justicia de la Nación y Gobernador de Misiones. 
    El 22 de octubre de 1861 nació en Goya Juan Balestra, uno de los más destacados políticos de Corrientes de los finales del siglo XIX y principios del XX. Formó parte de las más importantes discusiones de su época de las que participó defendiendo siempre sus principios liberales.
    Como muchos jóvenes de las familias más acaudaladas del interior, fue enviado a estudiar a Buenos Aires para completar sus estudios. Es por ello que egresó del Colegio Nacional de Buenos Aires y luego egresó en el año 1882 de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires con el título de abogado.
    Regresó Juan Balestra a su provincia en 1886 y fue designado Ministro de Gobierno por el Autonomista Juan Ramón Vidal, en base a un acuerdo que realizara el mandatario con el dirigente “celeste” Juan Esteban Martínez. Vidal y Balestra contaban con 24 años de edad. El Presidente Carlos Pellegrini al asumir la Presidencia lo convoca como Ministro de Justicia e Instrucción Pública en 1982. Durante ese período reformó los planes de estudio de la Escuela de Superior de Comercio de la ciudad de Buenos Aires. (La que hoy lleva el nombre del Presidente que lo designó). Fundó también El colegio Nacional Domingo Faustino Sarmiento  que se halla a metros de la 5 Esquinas en la ciudad de Buenos Aires. 
    Entre los años 1893 y 1899 fue Gobernador del Territorio Nacional de Misiones, donde enfocó el mandato en la colonización, fundando varios pueblos y localidades del territorio. 
Primer Ley de divorcio 1886: Durante este primer mandato de los cuatro que tuvo como diputado nacional, Balestra se destacó en la labor de ser uno de los precursores sobre la extensa discusión que tuvo el país en torno al divorcio vincular. Esa idea recién se terminaría consolidando casi 100 años después durante el gobierno de Ricardo Alfonsín en 1987.
    En 1888 el Congreso había aprobado la ley 2393 de Matrimonio Civil, donde el divorcio consistía en la aceptación de la separación personal entre los cónyuges, mas no del vínculo matrimonial. Además estaba limitado a una serie de causas, como el adulterio, intentos de asesinato, malos tratos, abandono voluntario, entre otros.
    En ese contexto, el joven Juan Balestra presentó un proyecto para el reconocimiento del divorcio vincular con amplios alcances. Era una época de grandes debates entre los liberales y los católicos, en la que el eje de numerosos debates era el laicismo, defendida por unos y defenestrada por otros. 

En el tratamiento del proyecto en su discurso Juan Balestra deja sentada  "orientaciones más radicales que las que inspiraban al proyecto del Ejecutivo y una mayor consecuencia en las ideas". Agregó que el correntino concebía el matrimonio como un contrato que se encontraba “revestido de todos los caracteres de revocabilidad que revisten todos los actos humanos”. 

   En el tratamiento del proyecto en su discurso Juan Balestra deja sentada  "orientaciones más radicales que las que inspiraban al proyecto del Ejecutivo y una mayor consecuencia en las ideas". Agregó que el correntino concebía el matrimonio como un contrato que se encontraba “revestido de todos los caracteres de revocabilidad que revisten todos los actos humanos”. La iniciativa del goyano no tuvo el acompañamiento suficiente y no se aprobó, al igual que muchas otras veces que se la presentó.
El Gran Libro “El Noventa” - En 1898 volvió al Congreso y fue diputado nacional durante 12 años. Escribió el libro "El Noventa", donde expone su enfoque sobre la Revolución de 1890 y sus efectos. En los ’90 de Juárez Celman se había venido todo abajo y se empezó a hablar de despilfarro y corrupción. Un libro que indaga sobre las raíces políticas de una crisis financiera. 
    Falleció en Buenos Aires en 1938, dejando una familia muy inmiscuida en los asuntos políticos, ya que su hijo Juan Balestra Vedoya fue también diputado nacional (1963 - 1966) al igual que su nieto Ricardo Ramón Balestra Jara (1973 - 1976 y 1983 - 1985).
    Poner la corrupción de un gobierno como objeto de un estudio histórico puede resultar un ejercicio extraño de anacronismo o, quizá, la extrapolación de paradigmas del presente sobre el pasado. La misma idea de corrupción como problema ha sobrevolado el campo político e institucional de las últimas décadas, muchas veces con pretensiones explicativas casi siempre insuficientes, ambiguas o políticamente improductivas. 
    Más sugestiva ha sido la instalación del problema de la corrupción como crítica a la ineficiencia del Estado desde el paradigma liberal, quien en nombre o de la ineptitud o bien de la incapacidad de aquel, o desde la idea del Estado como costo o gasto innecesario, postulaba la reducción del mismo, la reforma, el achicamiento. 
    Tal ha sido desde el discurso político el tipo de críticas que, por ejemplo, se le formularon en su momento al gobierno de Miguel Juárez Celman (1886-1890), gobierno que naufragó con la llamada Revolución del Parque, mito fundante del radicalismo. Sin embargo, y más allá del esbozo enunciativo en cierta prédica política embanderado en la ética, poco se ha investigado desde el punto de vista historiográfico, y poco incluso se ha avanzado en el conocimiento y el desbroce judicial de tales acontecimientos.
    En búsqueda de un aporte documental, utiliza la definición de corrupción como comportamiento de una dirigencia que no está razonablemente dirigida al bien común. Se sorprende de la cantidad de pruebas y testimonios que han permanecido a la vista de quien quisiera verlos. “El noventa”, de Juan Balestra comentan analistas de distintos signos: ¿En qué momento lo corrupto, tan sólo el robo generalizado, se impone a otras modalidades? ¿Hay un límite, una barrera que cae, una venia que libera la forma y el fondo para que se habilite el hurto al Estado? Es allí donde este libro de Juan Balestra pierde la inocencia respecto de la corrupción y politiza sin rodeos el papel jugado por el “juarismo”, como la cara sucia de la generación del ochenta. Un modelo argentino de auto salvación de ciertas clases políticas. 

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